TV: «Mad Men – The Milk and Honey Route»

TV: «Mad Men – The Milk and Honey Route»

por - Series
12 May, 2015 08:53 | comentarios

SPOILERS, DE AQUI EN ADELANTE. ESTAN AVISADOS… Algunos especulaban con que, sobre el final, MAD MEN nos iba a sorprender con un hecho fuerte, duro, inesperado. Otros creíamos que no, que por la lógica de la serie, no iba a pasar nada fuera de lo habitual, y que iba a concluir de esa manera casual, […]

mad-menSPOILERS, DE AQUI EN ADELANTE. ESTAN AVISADOS…

Algunos especulaban con que, sobre el final, MAD MEN nos iba a sorprender con un hecho fuerte, duro, inesperado. Otros creíamos que no, que por la lógica de la serie, no iba a pasar nada fuera de lo habitual, y que iba a concluir de esa manera casual, casi de suma de pequeños incidentes, de hechos seguidos por sus lógicas (y no tan lógicas) consecuencias que ha tenido la serie hasta el momento. Han habido muertes en la serie, pero ninguna de un personaje principal, de los que arrancaron esta historia desde el principio con nosotros (ok, murió Bert Cooper, pero era muy anciano y hacía años que tenía mínima participación en la empresa y en la trama). Y si bien esta muerte (todavía no lo es, de hecho, pero parece irreversible) es shockeante por lo sorpresiva e inesperada, Matthew Weiner tambien logra que sea, si se quiere, una consecuencia de cierta lógica de la época.

De los que especulaban con posibles muertes, la mayoría apostaba por Roger Sterling o el propio Don Draper, algo con lo que la serie juguetea desde el principio, desde sus propios créditos. Pero nadie imaginaba que la que iba a caer a causa de un repentino cancer de pulmón iba a ser Betty Draper, la rubia gélida, primera esposa de Don, madre de sus hijos y uno de los personajes más jóvenes del elenco. Si se lo piensa en relación a los episodios previos, parece el colmo de la injusticia, casi un toque de crueldad innecesario por parte de Weiner: Betty había encontrado algo parecido a la felicidad en su nuevo matrimonio y en el reinicio de sus estudios (y ni hablar que el episodio se emitió en Estados Unidos el día que allá se festeja el Día de la Madre). Pero si se toma cierta perspectiva, era muy probable que alguien que fumaba lo que fumaba Betty, quien además casi no comía, pudiera tener este tipo de problemas, de la misma manera que a nadie le parecería «injusta» o llamativa una cirrosis de su ex marido.

11-mad-men.w529.h352A Betty le diagnostican cancer y menos de un año de vida, pero es probable que, en esa época, no llegue a durar ese tiempo ya que no quiere tratamiento alguno. Con esa suerte de frío estoicismo que la caracteriza prefiere ser un cadaver elegante y lozano que soportar una «larga y penosa enfermedad». Lo último que quiere es dar lástima. Las repercusiones de su inminente muerte serán, sin duda, catalizadores del final de MAD MEN. Ya empezamos a notar las terribles consecuencias en su hija, Sally, a la que le espera un futuro aún más complicado psicológica y emocionalmente de lo que ya era hasta ahora (me gusta la idea de pensar que Sally seguirá existiendo y creciendo después del final de la serie, su dolor en este episodio es conmovedor). Y todavía no sabemos cómo repercutirá esto en Don, ya que al final del anteúltimo episodio no se ha enterado de la noticia.

Don está en su viaje de regreso al origen (a Dick Whitman), perdiéndose en el medio de la América profunda, tratando de reencontrarse consigo mismo, de reconciliarse con su pasado y de iniciar lo que tal vez sea una nueva vida. Pero el episodio prueba –a partir de una serie de curiosas circunstancias que le suceden cuando decide pasar unas noche en un hotel de la ruta al romperse su auto– que no es tan fácil volver a casa, que ese otro lugar idealizado desde la distancia puede ser tan complicado y traicionero como el de Madison Avenue. Draper termina el episodio como una suerte de Forrest Gump: sentado en un banco, corriendo hacia ninguna parte, escapándose no se sabe bien de qué. Solo le falta la caja de chocolates…

Jon Hamm as Don Draper - Mad Men _ Season 7, Episode 13 - Photo Credit: Courtesy of AMC

Jon Hamm as Don Draper – Mad Men _ Season 7, Episode 13 – Photo Credit: Courtesy of AMC

La caja de chocolates –amargos, habría que agregar– llegará, uno supone, en el último episodio con la noticia de lo que pasa o pasó con Betty. Es cierto que Don está incomunicado del mundo y que nadie sabe donde está, pero Weiner nos dejó en claro que cada tanto se comunica con sus hijos y que tarde o temprano se enterará del asunto. ¿Qué hará Don? ¿Cómo reaccionará? ¿Seguirá con sus difusos planes o dará marcha atrás? Acaso ese sea el dilema a resolver al final de la serie. Lo que parecía ser una fuga puede ser frenada de golpe. No imagino a Don abandonando a sus hijos y siguiendo en su camino hacia ninguna parte sabiendo que no están al cuidado de su poco efectiva pero presente madre. Pero todo puede suceder: también sabe que el nuevo marido de Betty podría hacerse cargo de sus hijos, aunque me resulta impensable la idea.

Algunos comentaristas imaginaban un final con una muerte que reuniera a todos los protagonistas. Apostaban, como dije, a Don o a Roger. Pero lo de Betty podría cumplir la misma función. Acaso eso no se vea nunca. Acaso el último episodio arranque uno o cinco años después, con Betty olvidada y Don como gerente de la cuenta de Coca-Cola. Todo puede suceder. El mundo que dejó Don puede volver a llamarlo en función de la nueva realidad, pero también es cierto que el hombre tiene recursos económicos suficientes como para buscar otros modos de ganarse la vida que no sea en las fauces de McCann.

mad-men-the-milk-and-honey-route_home_top_storyEl que se fue de ahí, para sorpresa de todos, es Pete Campbell. A partir de una serie de confusas situaciones, el hombre que más quería ser parte de las grandes ligas de la publicidad terminó aceptando un trabajo para LearJet, la compañía aérea, y no solo dejando la agencia sino recuperando a su ex esposa en el camino. Para algunos puede ser un capítulo plagado de ironías: la enfermedad de Betty cuando estaba enfocándose en una nueva vida y el éxito de Pete cuando parecía que iba en camino a ser uno más de la «burocracia soviética» de la publicidad. No hay premios, castigos o merecimientos en el mundo de MAD MEN. Las cosas pasan porque pasan, un poco por casualidad y un poco como consecuencia de los universos en los que nos movemos (los herederos millonarios en el caso de Pete) y de las actitudes que tomamos (fumar incansablemente y no comer, como en el de Betty). Es caprichoso y no lo es, como casi todas las cosas suelen ser fuera de la ficción, donde los guionistas tienden a trazar mapas y arcos dramáticos claros para los personajes.

Muy pocas veces esos «arcos» existen en la vida real. La gente cambia y luego vuelve a cometer los mismos errores. No suele haber revelaciones que nos modifican de un día para el otro. Las parejas pueden funcionar o no, más allá de la conveniencia, la apariencia o la lógica que la dramaturgia les suele imponer. Y lo mismo los trabajos. Solo basta analizar cómo Sterling-Cooper fue salvado y hundido por McCann para darse cuenta que cualquier lectura episódica de una serie como ésta es una injusticia, una forma de interpretar lo que en cualquier momento puede volverse contra su interpretación.

El otro día leía un comentario breve de la guionista Carolina Aguirre en Facebook acerca de MAD MEN. Decía algo así como que la serie le encanta aún cuando hace todas las cosas que ella cree que están mal o con las que no está de acuerdo, entiendo que en lo referido a la construcción de guión. Esa es la gran enseñanza, para mí, de una serie como esta, que procede lejos de los formatos y las escuelas: es caprichosa (toda la aventura de Don en el pueblito, por ejemplo, unos 20 minutos de trama y personajes nuevos que así como vinieron se irán), trae y olvida personajes, recupera historias y justifica otras cuando nadie lo imagina (la enfermedad de Betty explica, en un punto, porque Weiner siguió tanto con ella aún cuando ya había dejado de ser relevante para la historia principal) y genera, a la vez, la sensación de que cualquier cosa podría pasar o que no podría pasar nada. En ese sentido es tan caprichosa e irónica como puede serlo la vida, raramente atada a causas, consecuencias, motivaciones y psicologías empaquetadas como suelen estar las series. Allá, como acá, en un momento determinado de una vida, de una historia, puede pasar todo o no puede pasar nada. Y ambas cosas están entrelazadas, caprichosamente, hasta el final. Un hombre solo, un banquito y una ruta desolada puede ser un principio, un final o las dos cosas a la vez.

 

NOTA: el nombre del episodio hace referencia a lo mismo que lo hace la película de Lisandro Alonso, JAUJA, cuando habla de esa ciudad como la de la «leche y la miel», a la que los hombres se aventuran en su búsqueda. No creo que Weiner haya visto la película –de hecho, el «motivo» de la huída en la búsqueda de nuevos horizontes que prometen riquezas– es de las más clásicas de la literatura, pero me resultaron llamativos algunos de los ecos que hay entre la película y la serie, especialmente en el lazo que terminará siendo central entre ambas, que es el del padre y su hija.