TV: «Mad Men – The Milk and Honey Route»
SPOILERS, DE AQUI EN ADELANTE. ESTAN AVISADOS… Algunos especulaban con que, sobre el final, MAD MEN nos iba a sorprender con un hecho fuerte, duro, inesperado. Otros creíamos que no, que por la lógica de la serie, no iba a pasar nada fuera de lo habitual, y que iba a concluir de esa manera casual, […]
SPOILERS, DE AQUI EN ADELANTE. ESTAN AVISADOS…
Algunos especulaban con que, sobre el final, MAD MEN nos iba a sorprender con un hecho fuerte, duro, inesperado. Otros creíamos que no, que por la lógica de la serie, no iba a pasar nada fuera de lo habitual, y que iba a concluir de esa manera casual, casi de suma de pequeños incidentes, de hechos seguidos por sus lógicas (y no tan lógicas) consecuencias que ha tenido la serie hasta el momento. Han habido muertes en la serie, pero ninguna de un personaje principal, de los que arrancaron esta historia desde el principio con nosotros (ok, murió Bert Cooper, pero era muy anciano y hacía años que tenía mínima participación en la empresa y en la trama). Y si bien esta muerte (todavía no lo es, de hecho, pero parece irreversible) es shockeante por lo sorpresiva e inesperada, Matthew Weiner tambien logra que sea, si se quiere, una consecuencia de cierta lógica de la época.
De los que especulaban con posibles muertes, la mayoría apostaba por Roger Sterling o el propio Don Draper, algo con lo que la serie juguetea desde el principio, desde sus propios créditos. Pero nadie imaginaba que la que iba a caer a causa de un repentino cancer de pulmón iba a ser Betty Draper, la rubia gélida, primera esposa de Don, madre de sus hijos y uno de los personajes más jóvenes del elenco. Si se lo piensa en relación a los episodios previos, parece el colmo de la injusticia, casi un toque de crueldad innecesario por parte de Weiner: Betty había encontrado algo parecido a la felicidad en su nuevo matrimonio y en el reinicio de sus estudios (y ni hablar que el episodio se emitió en Estados Unidos el día que allá se festeja el Día de la Madre). Pero si se toma cierta perspectiva, era muy probable que alguien que fumaba lo que fumaba Betty, quien además casi no comía, pudiera tener este tipo de problemas, de la misma manera que a nadie le parecería «injusta» o llamativa una cirrosis de su ex marido.
A Betty le diagnostican cancer y menos de un año de vida, pero es probable que, en esa época, no llegue a durar ese tiempo ya que no quiere tratamiento alguno. Con esa suerte de frío estoicismo que la caracteriza prefiere ser un cadaver elegante y lozano que soportar una «larga y penosa enfermedad». Lo último que quiere es dar lástima. Las repercusiones de su inminente muerte serán, sin duda, catalizadores del final de MAD MEN. Ya empezamos a notar las terribles consecuencias en su hija, Sally, a la que le espera un futuro aún más complicado psicológica y emocionalmente de lo que ya era hasta ahora (me gusta la idea de pensar que Sally seguirá existiendo y creciendo después del final de la serie, su dolor en este episodio es conmovedor). Y todavía no sabemos cómo repercutirá esto en Don, ya que al final del anteúltimo episodio no se ha enterado de la noticia.
Don está en su viaje de regreso al origen (a Dick Whitman), perdiéndose en el medio de la América profunda, tratando de reencontrarse consigo mismo, de reconciliarse con su pasado y de iniciar lo que tal vez sea una nueva vida. Pero el episodio prueba –a partir de una serie de curiosas circunstancias que le suceden cuando decide pasar unas noche en un hotel de la ruta al romperse su auto– que no es tan fácil volver a casa, que ese otro lugar idealizado desde la distancia puede ser tan complicado y traicionero como el de Madison Avenue. Draper termina el episodio como una suerte de Forrest Gump: sentado en un banco, corriendo hacia ninguna parte, escapándose no se sabe bien de qué. Solo le falta la caja de chocolates…
La caja de chocolates –amargos, habría que agregar– llegará, uno supone, en el último episodio con la noticia de lo que pasa o pasó con Betty. Es cierto que Don está incomunicado del mundo y que nadie sabe donde está, pero Weiner nos dejó en claro que cada tanto se comunica con sus hijos y que tarde o temprano se enterará del asunto. ¿Qué hará Don? ¿Cómo reaccionará? ¿Seguirá con sus difusos planes o dará marcha atrás? Acaso ese sea el dilema a resolver al final de la serie. Lo que parecía ser una fuga puede ser frenada de golpe. No imagino a Don abandonando a sus hijos y siguiendo en su camino hacia ninguna parte sabiendo que no están al cuidado de su poco efectiva pero presente madre. Pero todo puede suceder: también sabe que el nuevo marido de Betty podría hacerse cargo de sus hijos, aunque me resulta impensable la idea.
Algunos comentaristas imaginaban un final con una muerte que reuniera a todos los protagonistas. Apostaban, como dije, a Don o a Roger. Pero lo de Betty podría cumplir la misma función. Acaso eso no se vea nunca. Acaso el último episodio arranque uno o cinco años después, con Betty olvidada y Don como gerente de la cuenta de Coca-Cola. Todo puede suceder. El mundo que dejó Don puede volver a llamarlo en función de la nueva realidad, pero también es cierto que el hombre tiene recursos económicos suficientes como para buscar otros modos de ganarse la vida que no sea en las fauces de McCann.
El que se fue de ahí, para sorpresa de todos, es Pete Campbell. A partir de una serie de confusas situaciones, el hombre que más quería ser parte de las grandes ligas de la publicidad terminó aceptando un trabajo para LearJet, la compañía aérea, y no solo dejando la agencia sino recuperando a su ex esposa en el camino. Para algunos puede ser un capítulo plagado de ironías: la enfermedad de Betty cuando estaba enfocándose en una nueva vida y el éxito de Pete cuando parecía que iba en camino a ser uno más de la «burocracia soviética» de la publicidad. No hay premios, castigos o merecimientos en el mundo de MAD MEN. Las cosas pasan porque pasan, un poco por casualidad y un poco como consecuencia de los universos en los que nos movemos (los herederos millonarios en el caso de Pete) y de las actitudes que tomamos (fumar incansablemente y no comer, como en el de Betty). Es caprichoso y no lo es, como casi todas las cosas suelen ser fuera de la ficción, donde los guionistas tienden a trazar mapas y arcos dramáticos claros para los personajes.
Muy pocas veces esos «arcos» existen en la vida real. La gente cambia y luego vuelve a cometer los mismos errores. No suele haber revelaciones que nos modifican de un día para el otro. Las parejas pueden funcionar o no, más allá de la conveniencia, la apariencia o la lógica que la dramaturgia les suele imponer. Y lo mismo los trabajos. Solo basta analizar cómo Sterling-Cooper fue salvado y hundido por McCann para darse cuenta que cualquier lectura episódica de una serie como ésta es una injusticia, una forma de interpretar lo que en cualquier momento puede volverse contra su interpretación.
El otro día leía un comentario breve de la guionista Carolina Aguirre en Facebook acerca de MAD MEN. Decía algo así como que la serie le encanta aún cuando hace todas las cosas que ella cree que están mal o con las que no está de acuerdo, entiendo que en lo referido a la construcción de guión. Esa es la gran enseñanza, para mí, de una serie como esta, que procede lejos de los formatos y las escuelas: es caprichosa (toda la aventura de Don en el pueblito, por ejemplo, unos 20 minutos de trama y personajes nuevos que así como vinieron se irán), trae y olvida personajes, recupera historias y justifica otras cuando nadie lo imagina (la enfermedad de Betty explica, en un punto, porque Weiner siguió tanto con ella aún cuando ya había dejado de ser relevante para la historia principal) y genera, a la vez, la sensación de que cualquier cosa podría pasar o que no podría pasar nada. En ese sentido es tan caprichosa e irónica como puede serlo la vida, raramente atada a causas, consecuencias, motivaciones y psicologías empaquetadas como suelen estar las series. Allá, como acá, en un momento determinado de una vida, de una historia, puede pasar todo o no puede pasar nada. Y ambas cosas están entrelazadas, caprichosamente, hasta el final. Un hombre solo, un banquito y una ruta desolada puede ser un principio, un final o las dos cosas a la vez.
NOTA: el nombre del episodio hace referencia a lo mismo que lo hace la película de Lisandro Alonso, JAUJA, cuando habla de esa ciudad como la de la «leche y la miel», a la que los hombres se aventuran en su búsqueda. No creo que Weiner haya visto la película –de hecho, el «motivo» de la huída en la búsqueda de nuevos horizontes que prometen riquezas– es de las más clásicas de la literatura, pero me resultaron llamativos algunos de los ecos que hay entre la película y la serie, especialmente en el lazo que terminará siendo central entre ambas, que es el del padre y su hija.
Weiner ha sido excesivamente cruel con el personaje de Betty Draper a lo largo de la serie. Más que con los demás. Debería verlo en terapia.
Muy buena nota, entre las varias cosas que voy a extrañar de MM una va a ser pegarme una vuelta por acá a ver si escribiste algo.
Como te dije en Twitter, no me convenció el golpe de guión de este capítulo. Desde ya que la gente se muere y que dado el evidente maltrato que la mayoría de los personajes le da a su cuerpo, cualquier enfermedad tiene su justificación «fisiológica». Ahora bien, la ficción tiene reglas que son parecidas a las de la realidad pero no iguales. Para que un personaje de la noche a la mañana se enferme y quede al borde del KO en 55′ tiene que haber algo más que bebidas, cigarrillos y mala alimentación. Tiene que haber una decisión de los guionistas. Lo que me distanció emocionalmente de lo que pasó aquí es justamente eso: sentir que las cosas no fluían naturalmente, desde su lógica interna sino que un grupo de personas por fuera de la historia había tomado esa decisión. Si a cualquiera le podría haber pasado, es cruel que le pase a uno en particular, cuando como bien decís vos, la serie no se caracteriza por esos nudos argumentales fuertes.
No me pasa eso con la historia de Don, totalmente contenida en su desdoblamiento inicial.
Si, puede ser. Pero tampoco hicieron el tipico truco de guionista de ir adelantandolo con algunas toses en episodios previos, je!
Yo creo que la presion de terminar la serie con algunos «hechos» fuertes puede ser un punto en contra en lo que queda hasta el final. Ojala Weiner no sienta la necesidad de seguir matando gente.
Lo curioso es que uno siente que si ya murio alguien como ella no morira nadie mas de aca hasta el final. No se que implica eso, pero me queda esa sensacion.
(perdon por la falta de acentos, computadora de centro de prensa…)
Amo la serie, claro.
Pero un guión tan errático sólo se soporta en la literatura, que tiene la posibilidad de adornarte la nada con palabras.
Acá…algo no está saliendo bien. No pretento el magnífico final de Six Feet Under, pero piedad, Weiner.
Coincido con Gustavo en que tal vez la enfermedad de Betty se precipitó. Ahora, que el personaje esté inspirado en la madre del autor es revelador, y su final más aún. Se preocupó en cerrar el personaje, y en hacerlo de ese modo. Seguramente lo tratará en análisis. Creo que se van cerrando las historias. Posiblemente la de Peggy ya está con la entrada triunfal en la nueva empresa, la de Campbell también.
Hay que ver qué pasa con Don. No estoy del todo seguro que sea un retorno a Dick, aunque es una interesante posibilidad, y ahí cierre la metáfora de la caída de las temporadas anteriores.
Mención aparte tus notas sobre Mad Men. Bien escritas y completas.
Gracias. Yo creo igual que la noticia de Betty va a cambiar los planes de Don. No se muy bien como, pero va a darle un giro clave. Tal vez anule sus planes de abandonarlo todo.
Cada vez mas me entra la sospecha que el ultimo capitulo va a pasar muchos meses –inclusive anios– despues del que vimos.
(disculpen la falta de acentos y enies, computadora ajena con teclado frances)
Sí, hay una tendencia en el cierre de series, últimamente, en que algún personaje tiene que morir, para 1) que quede claro que se termina y no hay posibilidades de seguirla y 2) que quede claro que «va en serio». Son varias ya. A mí particularmente me resulta odioso este artificio, porque rompe con brutalidad un pacto que la ficción ha establecido antes con el que la mira.
Mirá si el pibe al que le regala el auto choca, y aparece Como si el que murió fue Don Draper. Cerraría circularmente la historia de la falsa muerte de Dick Whitman. No creo que pase.
De acuerdo con que las muertes no son necesarias para ir en serio, pero no es la primera de la serie, no rompe ningun pacto en ese sentido… Ya ha muerto gente, alguno perdio un ojo, dieron chicos en adopcion y ya sabemos lo de Joan. La manera en la que han pasado esas cosas nos hace pensar que «nada realmente grave pasa nunca» en MAD MEN. Pero pasa.
Para mi la muerte de Betty fue la ultima. Lei por ahi que Roger podria llegar a morir, pero creo que con la de Betty lo descarto. Serian muchas sino. Si cada vez creo mas en la muerte simbolica de Don y el renacer de Dick. Eso esta claro.
Otra idea que me esta dando vueltas y es algo que lo han mencionado los protagonistas en entrevistas es que la serie comienza con el primer dia de Peggy, por ende seria si se quiere logico que el final se relacione con ella.
De todas maneras, habra que esperar hasta el domingo/lunes para ver el final del (por lo menos para mi) mejor drama de todos los tiempos.
Yo creo que al final Peggy y Sally son los personajes mas importantes en el final y en el futuro que nunca veremos de la serie. Casi todos los demas son parte del pasado…
Y… son las dos mujeres más importantes de su vida, o por lo menos con las dos con las que mantuvo una relación de respeto, afecto y honestidad. Espero ver más de ellas en el final.
Yo creo que todos están muertos desde hace siete temporadas y Madison Avenue es una especie de purgatorio…
Buena teoría, de donde se te ocurrió?
:)
¿Por dónde empezar con esta serie que ya va para clásico? Ah, sí, lo de lo caprichoso de sus giros argumentales no es ninguna novedad, puesto que desde que arrancó en el 2007 nos han servido una retahíla de exabruptos machistas y sexistas (del racismo ni hablar) justificados por la “época” en la que está ambientada. No hay que ser ducho en sociología para saber que tales barrabasadas las sirvieron en bandeja Weiner et al. para sazonar en vez de contar vívidamente la situación y los logros alcanzados por las féminas en el mercado laboral de la década de los sesenta.
Fútil sería creer que la ex Sra. Draper se enfermó porque se lo buscó, si consideramos que casi llevaba vida monacal al lado del ambiente de pelvis desbocadas y eterna juerga etílica de su antiguo marido y demás falócratas perros de la publicidad sesentera/sesentera yanqui. Admitámoslo: Le tocó morir por pura decisión de la “cabeza” de esta estimable serie. El empleo del tópico recurso de la tosecita hubiese tenido más lógica en este hecho, por más que ya esté sopeteado como recurso.
Ahora bien, queda una última duda razonable: ¿Contaba Don con un auto de “porcelana” como para que pueda señalarse que “se rompió” en su peregrinar existencial? Creo que esto se suma al culmen de la inverosimilitud narrativa, difícil de achacar a la orfandad de acentos gráficos en un teclado galo. Tan poco probable como un rico acervo cinéfilo de Weiner que le haya llevado al influjo de Alonso y “Jauja”. Jurado en Berlín, pero de ahí a…