Estrenos: «La patota», de Santiago Mitre
La aparición de Santiago Mitre en el cine nacional es bastante inusual y, por eso mismo, bienvenida. Si el llamado Nuevo Cine Argentino parecía tener una debilidad era su temor a enfrentarse con los Grandes Temas, especialmente los ligados a la política. Era entendible: la generación que empezó a hacer cine en los ’90 venía […]
La aparición de Santiago Mitre en el cine nacional es bastante inusual y, por eso mismo, bienvenida. Si el llamado Nuevo Cine Argentino parecía tener una debilidad era su temor a enfrentarse con los Grandes Temas, especialmente los ligados a la política. Era entendible: la generación que empezó a hacer cine en los ’90 venía de sobrevivir a una serie de películas que, en los años ’80, parecían más dictados telefónicos sobre temas del momento que, bueno, que películas. Más allá de la justificación lógica de ese momento ligado al acceso democrático tras la dictadura, son muy pocas las películas de esos años que perduran por sus valores cinematográficos.
El NCA de entonces eligió «opinar» políticamente desde la sutileza (LA CIENAGA, EL CUSTODIO), de manera tangencial (PIZZA, BIRRA, FASO, EL BONAERENSE) o bien ignorándola por completo (sobran los ejemplos). Si durante los ’90 la «culpa» fue esa herencia ochentosa, durante la década siguiente –digamos, a partir de 2003– fue que los cineastas se volvieron cada vez más «alineados» políticamente a las distintas vertientes del kirchnerismo por convencimiento ideológico real o, acaso, por temor a quedar fuera de un sistema de subsidios, premios y concursos. Lo cierto es que, por uno u otro motivo, el cine argentino de los últimos 20 años fue pocas veces directamente político.
Flash-forward a EL ESTUDIANTE, de 2010, una película que parece echar por tierra todas esas limitaciones. Es un cine nuevo, ágil, moderno y clásico a la vez, pero más que nada es uno que se atreve a volver a mencionar al «elefante» en el medio de la habitación: la Argentina es un país politizado y las universidades son el lugar donde se cuecen esos futuros dirigentes nacionales. Mitre se metía a fondo en ese mundo y salía de ahí con un protagonista modificado, ese que logró entrar al mundo de los pasillos, escritorios y arreglos y decidió parar la pelota en el momento justo. O en el que a él le pareció «límite».
LA PATOTA es, en cierto modo, una continuación de esas temáticas, solo que llevadas al cuerpo, a lo personal y a decisiones también importantes que tienen que ver con los límites que manejamos y los que manejan los otros. A diferencia del personaje de Lamothe en EL ESTUDIANTE, Paulina es una chica preparada para ese mundo. En cierto sentido, podría ser tranquilamente una versión del personaje de Romina Paula (se llama Paulina, ¿ok?), con un muy elocuente manejo del discurso militante y una confianza y seguridad en sí misma sorprendentes. Paulina está estudiando para un doctorado en abogacía y se espera que siga el camino de su padre, un reconocido e influyente juez. Pero, de entrada, en una escena de casi diez minutos filmada en plano secuencia donde queda claramente expuesto (acaso demasiado claramente) el conflicto entre ambos personajes, Paulina decide dejar el doctorado y ser parte directa de un programa de educación en escuelas rurales de las zonas más pobres de Misiones en lugar de quedarse, como aconseja su padre, manejando el programa detrás de escritorios y siguiendo con su carrera. El considera que los verdaderos cambios se hacen desde los puestos de poder. Ella quiere meterse en el barro.
LA PATOTA es, como se sabe, una remake de un filme de 1960 de Daniel Tinayre. Su punto de partida narrativo es conocido y similar, llevando a la maestra de turno a dar clases en una escuela de bajos recursos en donde la situación se le vuelve más complicada de lo que pensaba. Primero, por el desinterés de los alumnos en lo que tiene para enseñar (en este caso, lo que Paulina da es una clase de algo parecido a Educación Cívica en versión Laurent Cantet) y, segundo, porque en una noche en la que Paulina vuelve en moto un poco alcoholizada de una reunión con una amiga, es parada por «la patota» en cuestión y violada.
Mitre establece dos puntos de vista y dos líneas narrativas paralelas para contar la historia. Hasta la violación llegamos con el punto de vista de Paulina, para luego contar la situación de Ciro (el «violador») previa a ese momento, con sus propios conflictos (una «amigovia» que lo deja bastante perturbado) hasta llegar de vuelta a la violación, apreciada en esa reiteración con más detalle (pero jamás de manera morbosa) y como una suerte de evento en el que la confusión se mezcla con el alcohol, los celos y la bronca. Ciro no es alumno de Paulina –los demás, sí– y el uso de una remera y una moto similares a los de su «novia» disparan el conflicto.
Para llegar al nudo dramático crucial de LA PATOTA habría que revelar cuestiones de la trama que no deberían ser adelantadas por más que exista una película previa que fue similar en ese sentido. No hablaré de eso aquí (aunque veo que varios colegas sí lo han hecho) y los invitaré a debatirlo en unos spoiler-free comments porque, claramente, es un asunto que invita al debate, especialmente en esta época en la que casualmente en la Argentina el tema de la violencia de género cobró una presencia mediática tan inusitada como bienvenida. Lo que sí me interesa es analizar cómo trata Mitre –y el guión que escribió con Mariano Llinás– los cruces entre lo político, lo físico y lo ético. En especial, su visión del concepto de Justicia.
Hay algo curioso en la relación ideológica entre esta película y EL ESTUDIANTE. Si bien hay una nueva puesta en escena del conflicto entre los dirigentes políticos que prefieren los manejos turbios y los arreglos de poder, y los jóvenes que, en este caso más obviamente que allí, ponen el cuerpo en los sectores sociales donde entienden que se necesita, allí el límite parecía estar marcado por la Ley. Dicho de otra manera: podemos discutir cuál actitud es la mejor o peor a tener ante un conflicto determinado, pero la Ley era una línea que nuestro protagonista no quería cruzar. Era el lado oscuro, allá donde no hay límites sobre qué se puede o no hacer. En LA PATOTA es, más bien, todo lo contrario. Paulina entiende que la Justicia no está a la altura de las circunstancias ni de su situación y decide pasarla por alto, creyendo que su decisión es más certera en función de las circunstancias. Hay algo de extraño «iluminismo» o de delirio entre mesiánico y militante en el comportamiento de Paulina, y el filme da la impresión que se pone de su lado, que sostiene sus decisiones aún cuando no parecen ni justas ni lógicas.
Pero ahí es donde el filme se vuelve doblemente interesante, ya que casi todos los coprotagonistas parecen tener opiniones sobre lo que le pasó a Paulina y lo que debería hacer al respecto que tienden a sonar más lógicas que las que ella va tomando. Y Mitre los pone a todos en igualdad de condiciones. ¿Es Paulina una heroína o enloqueció por completo? ¿Sus decisiones tienen sentido o son completamente absurdas? La película no lo dice claramente, pero toma partido por algo que podríamos definir como la «autodeterminación» de la protagonista: es su cuerpo, es su vida, tiene el derecho a tomar la decisión que le parezca con eso, más allá que en su mundo –tanto hombres como mujeres, aquí se excede la cuestión de género en un punto– le digan que está equivocada o que no la entienden.
Acaso involuntariamente, ahí la película retoma más de lo que parece las ideas centrales del original de Tinayre: las convicciones políticas de Paulina son muy similares a las religiosas de Paula (Mirtha Legrand en aquel filme). Hay una suerte de fundamentalismo que iguala a ambas protagonistas de una manera un tanto provocativa: ¿se puede entender a la militancia política como algo cercano a la devoción religiosa? ¿Son sus metas, sus búsquedas y slogans finalmente más similares de lo que parecen a las de, digamos, la Biblia, pese a estar aparentemente en zonas opuestas y hasta enfrentadas del espectro político? ¿Hay más ceguera que sensatez en esa tozudez de ser firme a ciertas ideas/convicciones políticas y/o religiosas cuando el mundo nos muestra que tal vez no sean del todo coherentes?
LA PATOTA plantea todas estas cuestiones, pero a diferencia de EL ESTUDIANTE no da respuestas. O, si las da, son más sinuosas y abiertas a las interpretaciones. De todos modos, una película es mucho más que sus lecturas ideológicas (al menos esa es mi forma de ver el cine) y en casi todos los aspectos del filme Mitre demuestra ser uno de los grandes directores argentinos de esta época: su dirección de actores es acaso la mejor del cine nacional actual, mientras que su combinación entre una narración clásica, realista y ciertos desvíos propios que revelan la marca autoral lo hacen superar al propio Pablo Trapero en su mismo (o similar) territorio, aún cuando por momentos –como pasa también en el cine del realizador para el que coescribió varios guiones– sea un poco «lagunero» en algunas cuestiones narrativas, o excesivamente circular.
No es una película perfecta LA PATOTA, pero sí una provocativa y frontal, que respeta la inteligencia del espectador y lo hace enfrentarse a sus propias convicciones, miedos y dudas. Si bien es visualmente impecable, el peso de la película recae más en los actores que en otra cosa, y aquí es donde Dolores Fonzi, literalmente, la rompe. Otra de esas actrices de las nuevas generaciones (digamos, menores de 40) que entiende que menos es más, que una mirada potente, un rostro crispado y un cuerpo permanentemente tenso pueden más que mil mohínes, también debe lidiar con un texto largo y complejo, que internaliza de una manera impecable al punto que uno imagina que Fonzi debe ser una persona de largas sobremesas discutiendo sobre «la problemática del campo social» o cosas similares… Oscar Martínez no se le queda atrás y en sus apariciones contundentes expresa la frustración y la bronca mezclada con una cierta admiración respecto al comportamiento de su hija. Lo mismo pasa con Laura López Moyano y el resto del elenco: a todos Mitre da su momento y todos entregan una verdad que puede convencer al espectador aún más que la de la propia Paulina.
Pero, al fin y al cabo, es su cuerpo, es su vida, es su «llamado». Y entre el mesianismo religioso y las convicciones de buena parte de la militancia política –de Jesús hasta hoy– las diferencias siempre fueron bastante sutiles. Si me preguntan a mí, para lidiar con eso debería estar la Justicia. Mitre prefiere también cuestionarla y toma la sabia decisión de abrirle la pregunta a los espectadores…
Si quieren opinar con «spoilers», están abiertos los comentarios. Sepan los que entran allí que es territorio libre para hablar hasta del último plano de la película…
No puedo hablar de LA PATOTA porque aun no la vi. Pero no querìa dejar pasar tu análisis de los primeros pàrrafos, en cuanto al NCA y su (des)conexión con lo polìtico: por un lado, me parece que a esta altura del partido ya no le podemos echar la culpa al cine de los 80, sino que debemois leer la emergencia del NCA como producto de los 90. Por otro lado, también se hace diícil sostener que la continuidad de esa apoliticidad se debe en la última década TODOS «los cineastas se volvieron cada vez más ‘alineados’ políticamente a las distintas vertientes del kirchnerismo por convencimiento ideológico real o, acaso, por temor a quedar fuera de un sistema de subsidios, premios y concursos.» Puede haberse dado algo de todo eso, pero basta ver que tampoco hubo un abundante cine «kirchnerista» (como no hubo un «cine peronista» en los años 40) para invalidar ese argumento. Hay causas intrínsecas y generacionales más profundas en esa anomia. Y el cine de Mitre (con sus claroscuros) al menos tiene la virtud de mostrarlo al recortarse como ejemplo casi único de un abierto y vigoroso abordaje de la política (aunque no necesariamente de lo polìtico… pero dejo esto para otra discusión).
No he visto aún la película “La Patota”. Vivo en Córdoba y aquí se estrena mañana. Por lo tanto no tengo nada para decir directamente relacionado al filme de Mitre, por ahora.
Pero escribo igual, por qué quería felicitarlo por la calidad del análisis.
Leo con frecuencias sus críticas, y muchas veces he quedado disconforme con su metodología expositiva. Su redacción suele incluir afirmaciones de este tipo, que aquí, por suerte no existen, o son mínimas: “la película ZZ, del director AA, me hizo acordar al filme YY del director BB, y en otra secuencia al director CC cuando hizo el filme XX”. Si el lector no conoce a los directores BB y CC, o si los conoce pero no ha visto los filmes XX y YY, no entiende de que está hablando Usted. Algo peor puede pasar, que el lector conozca a BB y CC y a sus filmes XX y YY, pero no coincida con Usted en las analogías que encuentra, con lo cual, para debatir, deberá argumentar por qué no coincide con Usted en el análisis de ZZ del director AA, y también hablar de los filmes XX e YY de BB y CC. Así la crítica de un filme requiere que el lector conozca de otros dos y el que se anime a discutir, inicie un debate sobre tres películas en lugar de una.
Veo que aquí ha dejado de lado esta metodología. Espero que sea un cambio duradero.
A veces me da por el XX y el YY. Tal vez no sea la mejor opción ni la más profunda, lo reconozco, pero entiendo que a veces a ciertos lectores les ayuda para darse una idea de qué estoy hablando.
De todos modos, YY siempre es mejor que XX. Ya lo dijo WW, especialmente en su obra maestra, MM. ;)
Slds,
DL
Yo vi XXY y me encanto….grande Ines Efron.
Esta lista de comments ya se pasó de bizarra.
De la chocotorta al libro de Prividera a los juegos de letras!
Hablemos de la peli, plis!!!
Slds
d
Tal vez, NP, haya sido un poco reduccionista, pero era solo la introducción a una crítica de LA PATOTA. Obviamente que hay otros motivos por el que no hubo un cine «político» fuerte, al menos en la ficción, en los últimos 20 años, especialmente del tipo crítico (a eso me refiero con los cineastas «alineados», que pueden hacer películas de temas políticos como los ’70, pero muy en la línea oficial). Pero esos dos ejes –el otro es el de no mostrarse como cineasta opositor a riesgo de quedar fuera de circuito– son para tener en cuenta.
Lo demás responde, seguramente, a una despolitización de los que acceden a los medios para hacer cine (sí, los alumnos de la FUC), entre otros factores que no podría ponerme a analizar ahora. Tendría que leer tu libro para hacerlo, pero nunca pasó por mis manos, je!
Abrazo,
d
Diego:
Está claro que no hubo un cine “político” fuerte (de ficción, claro) ni a favor ni en contra de nada… Apenas algo de «cine histórico», digamos, pero poco más. Digo: cual sería el NCA «oficialista»? Y si no hay uno «opositor» o algo así, eso también habla mal de los cineastas, por el motivo que sea: ni siquiera creo que sea miedo, simplemente prefieren seguir con los devaneos, los juegos de salón, o recitando shakespeare (las comedias, eh, no vaya a ser que alguien se confunda). Entonces, es esa «despolitización de los que acceden a los medios para hacer cine» la que hay que analizar (porque no es solo la FUC, aunque sea donde más se nota).
Por no hablar de la parte que les cabe a los crìticos-programadores. Hay algunos a los que les parece más importante hablar de la chocotorta («politicamente», ojo…):
http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/121675667165/contra-la-chocotorta
Sobre todo esto vuelvo en mi libraco, sí, que en algún momento llegará a tus manos espero… Como para seguir discutiendo. Si es que no nos gana el candente debate sobre la chocotorta K.
Abrazo.
Insisto, no me parece mal hablar de la chocotorta. De esa nota me molesta otra cosa. El tonito, digamos, de «soy mejor que vos», «como mejor que vos», «entiendo todo y tengo mejor gusto que vos» que vendrías a ser un pobre idiota que desayuna mal, come tortas chotas y no entiende nada de nada. Ese tono de superioridad me irrita mucho. Pero más allá de eso, que cada uno escriba sobre lo que tiene ganas…
Repito: la vida excede las películas.
Es que hay una evidente relaciòn entre forma y contenido, Diego. Además el “entiendo todo y tengo mejor gusto que vos” se aplica a cosas más delicadas que la chocotorta, ese es justamente el problema…
De hecho a mi no me gusta la chocotorta. Pero no me molestarìa en escribirlo, y mucho menos en sacar inferencias políticas…
Que cada uno coma lo que quiera. Pero tampoco nos comamos cualquiera…
Epa! Lerer, reconocer que no ha leído aún el libro de su colega Prividera, después de tantos meses que lleva publicado, parece un sincericidio.
Más que una falta de cortesía hacia un colega, implica una imposibilidad de discutir a fondo los problemas del NCA.
Espero que la «imposibilidad de discutir a fondo los problemas del NCA» no involucre la necesidad de leer a nadie en particular, porque estaríamos en problemas. Con que críticos y cineastas hagamos algo más que discutir sobre la chocotorta sería un avance…
También uno se puede interesar en otras cosas que no sean cinematograficas, NP.
Tenemos vida aparte de las pelis, je!
Igual, yo la banco a la chocotorta. ;)
Uno se puede interesar en muchas, muchiiiiiisimas cosas… antes de escribir sobre la chocotorta. Más si lo hacés en un medio cultural, no en Ollas y sartenes. O sea: no me parece que la elección de los temas sea inocente, volviendo al comentario inicial. Es el mal de la banalidad.
Jorge.
Me prometieron que me lo mandaban y nunca lo recibí.
Lo editan amigos asi que confie que me lo mandaban, de hecho me habían dicho que lo iban a hacer.
Esperé y esperé. Pero nunca llegó. No pierdo las esperanzas. ;)
d
Perdón Lerer, pero… ¿vos leés sólo los libros que «te mandan»?
Me pregunto hasta qué punto resulta un ejercicio legítimo de la crítica esa especie de canje («amigos me dan una copia o un ejemplar y entonces devuelvo la gentileza escribiendo algo más o menos generoso») o ese «profesionalismo» que deja de lado la pasión o curiosidad que lleva a uno a ver/leer lo que realmente le interesa y escribir, después, lo que realmente piensa.
No necesariamente.
En este caso sucedió que me dijeron que me lo enviaban y entonces lo esperé. No llegó y después, sinceramente, me olvidé. Estuve ocupado con otras cosas y no reparé en el libro hasta que NP apareció por aquí.
Slds,
d
OK. Me llama un poco la atención eso de que si NP no aparecía por acá ni te acordabas del libro, pero muchas gracias por responder.
Dicho así suena un poco brusco, pero digamos que uno está haciendo varias cosas al mismo tiempo y suele suceder que te cuelgues con tal o cual cosa. Fueron meses de mucho trabajo y, sinceramente, no pensé en el libro. Pero tampoco creo que sea tan grave: yo escribí uno también hace pocos meses y no me imagino que la gente esté pendiente del tema. De hecho, me parecería hasta un poco absurdo.
Pero bueno, lo voy a comprar, ya me hicieron sentir culpable al respecto.
Slds
d
pd. Podemos hablar de la peli ahora? :)
En mi opinión, vos deberías estar interesado en el libro de NP tanto como él en el tuyo, más allá de que se los envíen o no. Pero al margen de esto, muchas gracias por tu amabilidad en contestar.
Respecto a la película hay cosas que no entiendo de tu texto (decís que en los ’80 el cine argentino se ocupaba de temas del momento y más tarde elogiás LA PATOTA porque aborda un tema con presencia mediática; decís también que el peso de la película recae más en los actores que en otra cosa, como lo hacía mucho cine de los ’80), aunque lo leí con interés y lo respeto.
(mi opinión sobre el film podés encontrarla, si te interesa, haciendo click en mi nombre)
Gracias de nuevo.
Fernando, acabo de leer tu crítica, que está muy bien pero con la que de todos modos tengo muchas diferencias.
Me cuesta, por un lado, entender porqué el 90% de las críticas se han hecho en base a compararla, paso a paso, escena por escena, personaje por personaje, con la anterior. Es una película independiente que toma elementos de aquella, pero es su propio «monstruo», si se quiere. La gente que la va a ver no lo hará para compararlas, la valorará por sí misma. Y el trabajo comparativo me parecería, llegado el caso, interesante para una segunda mirada, un recuadro, un análisis posterior pero no como la crítica central.
Más allá de eso, voy por partes.
La Patota no es una película ni grande ni importante ni salió de su casa con mil premios. Salió de una idea de una productora grande, sí, pero la hizo La Unión de los Ríos, básicamente. Y los premios llegaron después, como resultado (cuando yo la vi no había ganado nada, de hecho se consideraba que era casi un fracaso que no hubiera entrado a una sección más importante en Cannes). Arrancar así la crítica, para mí, demuestra claramente una postura previa a la hora de analizar al filme.
La comparación con el filme festivalero me parece totalmente desacertada. En general, el filme latinoamericano festivalero limpia conciencias de clase, pinta a los «desposeídos» casi como santos y no deja dudas en el espectador sobre quienes son los «villanos» de turno. Aquí todo es más confuso y embarrado. Puede no ser la gran provocación que algunos esperaban, pero intenta plantear preguntas que para mí son interesantes del ámbito de la política y no solo «de género». Si no de la militancia política en general.
No le veo nada televisivo: cuando viste una secuencia como la inicial en la tele? Respecto a hablar de política como en los ’80, tal vez pueda coincidir ahí más con vos: por momentos hay un exceso de bajadas de líneas y explicaciones, pero creo que son mucho más sutiles e inteligentes que aquellas.
Paulina no es «amable» ni simpática con los chicos porque casi no es amable ni simpática con nadie, ni con su novio (a lo sumo un rato, borracha, con su colega y punto). Puede ser un poco reduccionista la versión de Mitre y Llinas de lo que es una militante (una persona sin humor), pero este personaje está planteado así: como una luchadora que cree que puede producir cambios sociales desde la educación cívica y no acariciándole las cabezas a los nenitos descalzos, tipo político de turno. Lo interesante es que aun así está bastante confundida en algunas cosas…
No creo que sea capricho su decisión, es llevar al extremo su posición política, ponerle «el cuerpo» a esa revolución que intenta hacer, digamos. Por ponerlo de una manera burda y de tintes religiosos: es una matáfora cristiana, quiere sacrificarse por nuestros pecados, consustanciarse con «lo popular» llevando a un chico de su violador en su vientre como si eso la uniera «fisiológicamente» a las «luchas populares». No digo que estoy de acuerdo con eso –me parece bastante idiota, de hecho– pero la película no la juzga, pone su opinión en igualdad de condiciones con las otras. Y le agrega una conexión entre la religiosidad del personaje de Tinayre y la politización de la de Mitre: acaso esa obsesión, tozudez y capricho no sean tan distintos. Los militantes pueden ser tan o más dogmáticos que las personas religiosas.
Si, tal vez la peli de Tinayre era visualmente más intrigante, pero esta apuesta a otra cosa: no es pesadillesca, es realismo dardenniano si querés. Tal vez no coincidas con esa decisión, pero en función de lo buscado creo que está muy bien hecho.
No sé, eso pienso por ahora de la película. Aclaro que la primera vez que la vi me produjo muchos más reparos que la segunda, donde tal vez entendí que no era la idea de la película ponerse de su lado, que es lo usual en el sistema de identificación psicológica protagonista-espectador (como sí lo era EL ESTUDIANTE, por eso la miré de ese lado), sino cuestionar ese mismo sistema de identificación. Pero es algo que creo yo: tal vez Mitre y Llinás crean que lo que hace Paulina es admirable… Espero que no, je!
Slds
d
Perdón, pero con la chocotorta se perdieron de hablar de la película.
Chocotorta 1 – Críticos 0
Es que NP no la vio y casi nadie lo hizo todavía. Derivó para allá por eso. Espero que luego la peli le gane en comments a la chocotorta… ;)
Es que NP no la vio y casi nadie lo hizo todavía. Derivó para allá por eso. Espero que luego la peli le gane en comments a la chocotorta… ;)
Yo tampoco vi La Patota (como la gran mayoría porque se estrena en unas horas…) pero tengo muchas ganas sobretodo porque me gustó muchísimo El estudiante. Pero quería decir que me gustó mucho el análisis sin haberla visto y que no hayas spoileado. Los spoilers son los que hacen que en general lea las críticas después de haber visto la película pero fue grato haberme «tentado» y que no me hayas adelantado los giros…Mañana la veo y vuelvo…
(¿Quién es NP y cuál es el libro? Sólo por sus comentarios aquí ya me interesa leerlo…Perdón mi ignorancia…)
Es Nicolás Prividera. El libro se llama EL PAIS DEL CINE.
Slds
d
Adrián: coincido con vos, un mérito de esta crítica es no contar demasiados detalles y despertar el interés del lector por ver la peli. Una función casi olvidada de la crítica: ser el estímulo para que los lectores vean un filme que el crítico considera valioso.
Siempre pensé que Prividera debiera seguir filmando -sus peliculas me encantaron- en lugar de contestar comments.
Cuando vi Tierra de los padres lo conocí en el Malba….ahi me pareció que era un tipo pa’lio.
Lo único cansador de contestar comments es cuando los anónimos hacen afirmaciones insultantes. O repetidoras de un lugar común aplastante. Por ejemplo, la curiosa afirmación de que los directores no deberían hacer otra cosa mas que filmar, y callarse la boca. Que es lo que suelen hacer, por otra parte, a pesar del cahierismo dominante. Pero parece que la excepción alcanza para molestar…
Supongo que eso significa «un tipo pa’lio»: bueno, lo tomo como un halago mayor que lo de «sus películas me encantaron»…
En fin: no se cuando «seguiré filmando», pero por suerte mi existencia no se reduce a dirigir. Y mis intervenciones tampoco a los comments.
Por lo demás, no tengo más que decir por aquí. (Finalmente pude ver La patota, Diego, pero por todo lo antedicho -y anteleido- prefiero discutirla en ojosabiertos, donde escribiré mi propio post.)
¿El cine tiene que hablar de poltica para hacerse serio o la gente es seria cuando hace poltiica en los lugares que corresponde y le da al arte el vuelo que se merece?
Truffaut no habla de politica y Spilerg tampoco, me gustan bastante mas que cualquier alegato o panfleto.
La pelicula de Mitre «genera controversias» pero al productor no le gusta, bien lo demuestra en twitter, entonces ¿que sentido tiene que pretenda ser polticametne revulsiva si se presiona para que guste a como de lugar?
El «defini justicia» es espantoso. No me interesa ir al cine a que
!. me digan lo que tengo que hacer
2. me tiren la pelota
saludos
No creo que la película «te diga lo que tenés que hacer», más bien todo lo contrario. Es una de las pocas pelis que vi que te pone varias opiniones en paralelo –la protagonista, el padre, la amiga y el novio de la protagonista, la tía– y cada una tiene sus razones. Deja que el espectador elija si quiere o no coincidir con lo que ella hace, algo rarísimo en el cine.
Y no sabía que al productor no le gustara la película (son varios los productores, no se a quien te referis). No sé de donde sacás esa conclusión, aunque puede ser, todo es posible.
Slds
d
Yo tambien tuve esa incógnita de cual productor de esa canasta pudo no haberle gustado.
respecto si la película te tira el paquete,me parece que es una opinión resistencial a valorar la inteligencia y originalidad de un desenlace completamente abierto de una sublime reflexión moral digna de los mejores autores contemporáneos.
Y, agrego algo, no es la primera ves que Mitre arma un arquetipo de lo que es el militante de izquierda que, dicho con todo respeto, es algo que ve de afuera. A menos que en la FUC existan centros de estudiantes para pibes que no puedan pagar fotocopias.
Esta bien, ahora yo siempre me voy a preguntar algo con esta gente, que no suene despectivo no encotre orta manera, ¿por qué no se meten con sus quilombos en sus capas y clases sociales? En El Estudiante estaba mas cerca, mucho mas cerca de los hilos del poder real y del dinero. Aparte de tener, como señalo alguien, un gran sentido del humor y sensualidad.
Por eso Martel es en ese sentido más honesta.
La protagonista es una militante de izquierda de clase media, media alta. ¿Por qué imaginas que eso es algo tan lejano para Mitre? Repito: Santiago no tiene nada que ver con los «Mitre» de La Nación o con la tradición patricia. Puede ser un pibe politizado que en algún momento pensó en ir a hacer trabajo social a una villa. Digo, tal vez no lo haya hecho, pero no sería imposible. Trapero lo hizo en su momento… por citar un ejemplo.
Mitre armo una (ex)militante de izquierda a medida de la capas medias y lo que pueden y no tolerar. Es muy «politizada» pero es universitaria, rubia, de ojos claros y linda.
Primero eso, la provocación se vende en un envase lindo a los ojos del espectador. Fonzi no esta afeada, demacrada o engordada. Sigue siendo linda como es.
Ese es el primer rasgo conservador de la paota. El segundo es narrar el arquetipo de militante que se gesto desde los 60 hacia aca. Fonzi tiene muchos mas ragos de una militante del peronismo caolitco que luego deviene en montoneros que de una militante de izquierda o una (aunque no se diga) feminista. Es el clásico e historico ejemplo del cuerpo que se ofrece a la militancia y se castiga por los privilegios que tiene. «Comprende» al pobre y lo «perdona».
Kurchevazky, lo escribi mal y a el me refiero, demanda y exige lecturas solidas de la pelicula y que no existan comparaciones con su original.
Me parece barbaro. Pero el cine de Mitre, como el de los Dardenne al cual le debe desde el uso de camara al uso de la polemica, termino de dar un giro que a mi nome conforma.
De la patota se puede hablar de la politica y no del cine. Y eso termina tapando lo que es la patota. Una pelicula mas. Buena si, pero una pelicula mas.
Nadie dice que LA PATOTA es una obra maestra, pero excede el debate político. Te puedo asegurar que conozco militantes peronistas o de izquierda (solo pensá en los ejemplos de los 70) que eran igual de «lindas» o más que como Fonzi está en la película. Y sí, está «afeada» en un punto. Bah, no afeada, pero al natural absoluto…
Y tal vez sí, tal vez sea conservadora la película y plantee que hay algo de mesianismo delirante en ese tipo de militancia o haga hasta una crítica a los debates de género. Pero te deja elegir como pensar también y podés verla a ella como una mujer fuerte, tanto desde lo «genérico» como desde lo político.
Ese respeto por la decisión del espectador es inusual en el cine argentino, reconocelo… ;)
slds
d
A ver yo no me meto con el apellido de Mitre, ese fantasma no es mio. Tampoco lo he mencionado o he citado despectivamente eso.
Sencillamente vi la pelicula y tambien di, muchos años y en diferentes lugares, clase en situaciones de marginalidad.
La pelicula, si uno es taxativo, se anula de una sola manera:
El personaje de Fonzi esta equivocado porque si con toda esa catarta de privilegios y educación no entendio que el pobre tiene un problema de nutrición y no educativo todo esfuerzo sobre ella ha sido en vano
A que voy con esto? La mirada de las capas medias sobre la educacion popular, aunque en este caso se mezcla con la rural que es otra cosa aunque comparta puntos en comun, nace errada porque se aborda a un alumnado como si estuviera alimentado como uno y durmierda como uno y tuviera un baño como uno.
Yo lo miro con ese filtro, que puede estar errado creo que no pero lo dejo en duda porque puedo estar errada, que es el que me hace mirar La Patota como una pelicula igual de catolica que su original solo que bien empaquetada para los tiempos que corren.
¿Esta de moda ser militante? Si ¿Esta de moda subirse a todo tipo de causa sin preguntar o cuestionare? Si ¿Esta de moda levantar banderas de los 70 en nombre de la democraica (cuando peleaban por el socialismo)? Si ¿Esta de moda el tema de la «mujer»? Si ¿Esta de moda ser poltiicamente correcto? Si
Ahora ¿esta de moda hacer politica? No
Porque hacer politica es larga la camara omo largar tambien el vestuario de santa y ponerte a laburar en los lugares en donde tenes influencia, que son los de tu calse social, pero eso siempre es incomodo porque con eso uno se gana mas enemigos que amigos y mas soledad que compañia.
Entonces si Mitre es o no poltizado la verdad que se yo, no lo se. Pero si se va a meter con la polticia desde el cine tiene que saber que quizas su obra de arte quede relegada a segundo plano.
Yo, totalmente personal esto, prefieroa los directores que hacen un cine fiel al arte y que tienen practicas poltiicas coherentes en campos que no son necesariamente publicos, como el trato con los extras, si estan sindicalizados o no, etc etc etc.
Por ultimo que la patota este por encima de la media argentina no significa nada. ¿Cual seria la gran comptencia que se le impone a Mitre? ¿Szifron? ¿Caetano? ¿Martel? Se termino la lista.
saludos!!
h
Dos críticas muy interesantes que aportan al debate de este filme:
Marina Yuszczuk, escribió esto:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-9820-2015-06-19.html
Y también en página 12, el crítico Juan Pablo Cinelli, ecribió esto:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-35837-2015-06-18.html
Jorge, soy amigo y tengo la mejor onda con ambos críticos pero no coincido con ninguno.
Juan hace una comparación entre películas, nunca critica esta.
Y Marina la involucra excesivamente en el tema #NiUnaMenos y le molesta que la protagonista no tome una decisión políticamente correcta, cuando de hecho es lo que para mí la vuelve más interesante a la película…
No es una película que invita a pensar que esa es la respuesta que deberían tener las mujeres ante casos de violencia de género. Sería estúpido que fuera así. Y tampoco me parece que su búsqueda sea hablar del tema como tal sino en lo específico de este personaje, que claramente tiene más posibilidades que una mujer violada de bajos recursos.
Ambos, me parece, no hablan de la película que es sino de la que quisieran que hubiera sido…
Bah, eso creo :)
Slds
d
Creo que la nota de Yuszczuk hace hincapiè precisamente en la inconsistencia del personaje (al que solo salva la actuación convincente de Dolores Fonzi).
Siguiendo esa crítica precisa del nada inocente punto de vista, esto es lo mejor que lei sobre la película hasta ahora:
http://www.hacerselacritica.com/derecho-al-aborto-la-patota-por-marcos-rodriguez/
Está ok, pero no me parece una mirada sobre la película que es.
Otra vez, es un texto que nos dice qué película tenía que haber sido.
Tal vez no, tal vez no es una película sobre las condiciones sociales de la vida en Misiones, porque Paulina no tiene verdadera idea de cuáles son. Para ella su trabajo es abstracto, una idea militante sin nombres ni caras.
Nadie dice que el punto de vista es inocente: es claro desde donde mira la película. Tal vez sea un error haber cambiado el punto de vista porque ahí sí asume que «conoce» ese mundo de primera mano, pero cuando mantiene su punto de vista me parece que jamás se traiciona.
Es una mirada de clase, claro, pero que se asume como tal. No es la postura «miserabilista» de ciertas películas argentinos que a ambos nos molestan, que anulan el punto de vista del que cuenta la historia.
Pero la crítica siempre tensiona una película con lo que podría haber sido, Diego
En este caso, queda claro que por un lado la película asume el punto de vista de su protagonista pero a la vez no termina de asumir su mirada de clase… Desde ya no es miserabilista, como tampoco Mitre lo es, pero a la vez parece demasiado segura de estar en lo correcto (como la misma Paulina), sin nunca llegar al autocuestionamiento.
Perdón…cuando dije lo del paquete me refería a el punto 2 que señala Helena donde dice que no le gusta que le tiren la pelota.
Es incómodo criticar a Mitre. Pero salí defraudado de la proyección. No encontré nada de lo que me había maravillado en El Estudiante: diversidad de climas (sensualidad, humor, tensión, violencia, etc), una propuesta narrativa disruptiva sobre un tema que en ese momento explotaba (la militancia), situaciones realistas para ilustrar un conflicto interior que te mostraba distintas facetas del personaje…
La Patota me pareció una película provocativa que no llegó a provocarme. Quizás el motivo es que el conflicto ahí planteado es idéntico al que noveló Coetzee en su libro Desgracia. Entonces ninguna de las reacciones de Paulina llegaron a apelarme, a hacerme sentir algo.
No digo nada sobre la enorme calidad técnica y visual porque no se puede esperar otra cosa, ya demostraron que saben hacer cine, pero a nivel conceptual me encontré con algo que ya había visto y sentido, monótono en su desarrollo y falto de vitalidad.
Muchos la comparan con el libro de Coetzee, que no leí. Respecto a tus otras críticas, son totalmente comprensibles. EL ESTUDIANTE era mejor película y más original. Y está puede pecar de cierta monotonía y morosidad. A mí, de todos modos y aun compartiendo algunas de esas críticas que le hacés, me parece interesantísima y muy superior a la media del cine nacional…
Lo que me quedó rondando luego de verla es que precisamente, el personaje de Paulina yo ya lo conocia en varias amigas y compañeras de trabajo de los 70. Alli me pareció extraordinario e inspirado el dibujo psicológico, humano,poético y simbólico que hicieron Mitre y Llinas de la protagonista -y con la extraordinaria máscara y actitud de Dolores Fonzi-
En esas épocas donde se estaba más en la calle desfilando en concentraciones que en nuestras propias casas, habia infinidad de muchachas que tenian en sus opiniones y acciones la misma severidad, tozudez y entrega de su propio cuerpo que Paulina: en los casos extremos hasta se padecia su amistad por tamañas intransigencias en sus formas de pensar y actuar.
Y hoy que la militancia pareciera ser para repartir volantes en las esquinas, me parece extraordinario un planteo como La patota – preferiria llamarla Paulina- para resignificar en que consiste eso de poner el cuerpo en algun lugar para que las cosas puedan empezar a cambiar…para mejor.
Cuando se estreno La Patota-Tinayre yo tendria unos 20 años y si bien en ese momento el cine argentino me enojaba mucho, no me enojó tanto aunque su excesiva religiosidad a tono con la época, no me dejó una sensacion positiva.
Precisamente fue en Shunko de Murua que el cine argentino comenzó a levantar la cabeza en lo que pronto fue el primer Nuevo Cine Argentino.
No creo tampoco que esta sea una pelicula más…de ser así no se hubiera generado este binvenido debate.
Ya no tengo dudas que este personaje de Paulina me conmovió profundamente.
Me viene otra vez a la cabeza el final de De Prisa, de prisa de Saura, donde el personaje femenino avanzaba de espaldas a la cámara, con un bufoso en la cartera, hacia los edificios altos del centro de la ciudad; en este caso Paulina se nos viene de frente…vaya a saber con que intenciones…
Te agradezco mucho tu lectura y te respondo algunas cosas (brevemente, ya que acá, en tu sitio, me parece que corresponde darle importancia a tu crítica y no a lo que yo escribí).
Refiriéndome concretamente a lo que me escribiste el 22/6:
-Es cierto que no es indispensable comparar LA PATOTA de Llinás-Mitre con la de Borrás-Tinayre. Pero desde el título (ya algo anacrónico) y la presencia del nieto de Mirtha en la producción hasta los comentarios de todos los cronistas y periodistas de que se trata de una remake, llevan a no poder obviarla. La intención de dejar de lado el film de 1960, creo, puede llevar a hablar siempre de lo que hacen los «nuevos» directores y seguir ignorando todo lo que se filmó de PIZZA BIRRA FASO para atrás. Comparar el «cine clásico» argentino (aún el de los ’60, es decir en sus estertores) con el que hacen los nuevos directores puede dar más para discutir o pensar que las decisiones del personaje de Fonzi en la película.
-«Los premios llegaron después» ¿después de qué? Desconozco en qué momento se fueron incorporando Stantic, Telefé, etc. pero me parece que la película se fue abriendo camino y haciéndose fama de «buena + polémica» (combo infalible) gracias a todo eso. No veo el problema de señalar que es una obra que no necesita promoción.
– Mi comparación no fue exactamente con los filmes festivaleros en general, sino con aquellos centrados en una heroína que en vez de ganarse al espectador lo incomoda, lo desestabiliza.
– El plano secuencia inicial me pareció inocuo, no me pareció que la fuerza pasara por ahí sino exclusivamente por lo
Paulina no es “amable” ni simpática con los chicos porque casi no es amable ni simpática con nadie, ni con su novio (a lo sumo un rato, borracha, con su colega y punto). Puede ser un poco reduccionista la versión de Mitre y Llinas de lo que es una militante (una persona sin humor), pero este personaje está planteado así: como una luchadora que cree que puede producir cambios sociales desde la educación cívica y no acariciándole las cabezas a los nenitos descalzos, tipo político de turno. Lo interesante es que aun así está bastante confundida en algunas cosas…
No creo que sea capricho su decisión, es llevar al extremo su posición política, ponerle “el cuerpo” a esa revolución que intenta hacer, digamos. Por ponerlo de una manera burda y de tintes religiosos: es una matáfora cristiana, quiere sacrificarse por nuestros pecados, consustanciarse con “lo popular” llevando a un chico de su violador en su vientre como si eso la uniera “fisiológicamente” a las “luchas populares”. No digo que estoy de acuerdo con eso –me parece bastante idiota, de hecho– pero la película no la juzga, pone su opinión en igualdad de condiciones con las otras. Y le agrega una conexión entre la religiosidad del personaje de Tinayre y la politización de la de Mitre: acaso esa obsesión, tozudez y capricho no sean tan distintos. Los militantes pueden ser tan o más dogmáticos que las personas religiosas.
Si, tal vez la peli de Tinayre era visualmente más intrigante, pero esta apuesta a otra cosa: no es pesadillesca, es realismo dardenniano si querés. Tal vez no coincidas con esa decisión, pero en función de lo buscado creo que está muy bien hecho.
No sé, eso pienso por ahora de la película. Aclaro que la primera vez que la vi me produjo muchos más reparos que la segunda, donde tal vez entendí que no era la idea de la película ponerse de su lado, que es lo usual en el sistema de identificación psicológica protagonista-espectador (como sí lo era EL ESTUDIANTE, por eso la miré de ese lado), sino cuestionar ese mismo sistema de identificación. Pero es algo que creo yo: tal vez Mitre y Llinás crean que lo que hace Paulina es admirable… Espero que no, je!
Slds
d
Hice click antes de tiempo y mi pos anterior quedó desprolijo e incompleto (estás autorizado a eliminarlo).
Quería decirte que te agradezco mucho tu lectura y te respondo algunas cosas (brevemente ya que acá, en tu sitio, me parece que corresponde darle importancia a tu crítica y no a lo que yo escribí).
Refiriéndome concretamente a lo que me escribiste el 22/6:
-Es cierto que no es indispensable comparar LA PATOTA de Llinás-Mitre con la de Borrás-Tinayre. Pero desde el título (ya algo anacrónico) y la presencia del nieto de Mirtha en la producción hasta los comentarios de todos los cronistas y periodistas de que se trata de una remake, llevan a no poder obviarla. La intención de dejar de lado el film de 1960, creo, puede llevar a hablar siempre de lo que hacen los “nuevos” directores y seguir ignorando todo lo que se filmó de PIZZA BIRRA FASO para atrás. Comparar el “cine clásico” argentino (aún el de los ’60, es decir en sus estertores) con el que hacen los nuevos directores puede dar más para discutir o pensar que las decisiones del personaje de Fonzi en la película.
-“Los premios llegaron después” ¿después de qué? Desconozco en qué momento se fueron incorporando Stantic, Telefé, etc. pero me parece que la película se fue abriendo camino y haciéndose fama de “buena + polémica” (combo infalible) gracias a todo eso. No veo el problema de señalar que es una obra que no necesita promoción.
– Mi comparación no fue exactamente con los filmes festivaleros en general, sino con aquellos centrados en una heroína que en vez de ganarse al espectador lo incomoda, lo desestabiliza.
– El plano secuencia inicial me pareció inocuo, no me pareció que la fuerza pasara por ahí sino exclusivamente por lo que los personajes “dicen”.
-Intreresante lo que decís que el film e Mitre cuestiona en algún punto la tozudez de cierto estereotipo de militante. El problema, para mí, es que no queda claro militante de qué es Paulina, cuáles son concretamente sus ideas. Si está confundida, no lo manifiesta en ningún momento.
Saludos y gracias.
Esto que se dice acá es interesante:
http://panamarevista.com/2015/06/05/la-patota/
I.
La patota de Santiago Mitre parte de una escena clásica, generacional, y en algún sentido casi inversa a la de su anterior film, El estudiante. Si en aquella historia contaba el acceso de un joven hijo del interior agrario al mundo político universitario de Buenos Aires, esta vez, la historia es inversa: es la historia de una joven que va de la ciudad al campo. De la universidad al monte.
Pero la escena inicial de La patota fija la referencia simbólica en torno a la cual se dilata la trama: un funcionario provincial con pasado político en la izquierda de los años 70 y su hija crecida en el espejo del pasado juvenil del padre discuten sobre el “pasaje”. ¿Qué pasaje? El pasaje de una clase a la otra. De la clase media acomodada y progresista a la pobreza rural. De la clase política al sueño de una vida franciscana. El descenso a la clase popular como deseo después de la movilidad ascendente: ¿dónde pongo el cuerpo, papá? Una vida social circular. El padre, al cabo de una vida política, cree en la tecnocracia. Ella, en su primavera, después de “completar” sus estudios, en la militancia.
Todo padre quiere lo mejor para sus hijos. Este también es parte del sonido ambiente de los debates de sobremesa de clase media entre los nacidos en los cuarenta y cincuenta y los que llegamos al mundo en los setenta y los ochenta. La generación biológica más o menos politizada a la que pertenecen tanto Santiago Mitre como Paulina (personaje de la película), la nuestra, es la primera que no es perseguida por nadie.
II.
Para que haya militancia primero tiene que haber culpa. ¿Está mal? No se trata de una estructura sino de un proceso histórico: los hijos de los militantes de los años 70 que deciden seguir la guerra de sus padres. Y Paulina no está frente a la tumba del padre muerto, se trata de una hija de los miles de sobrevivientes que decidieron velar sus viejos sueños radicales y adaptarse a las reglas de un mundo cuyos cambios graduales atesoran la vida y la injusticia social en una conserva. La culpa es el motor de la historia progresista.
Las actuaciones notables de Dolores Fonzi y Oscar Martínez, desde el principio, desde la primera escena, prometen para toda la historia una rareza del cine argentino: la verosimilitud. Una discusión sobre el idealismo político que se hace creíble. Porque sí, porque es posible que las personas discutan la política y el mundo de una forma verosímil. No había que hacer minimalismo para que el cine fuera bueno y sólido. Había que dirigir a los actores, darles una mano con las palabras. Mitre vuelve a mostrar una capacidad única.
Acá, una versión menos edulcorada del mismo problema:
http://www.tallerlaotra.blogspot.com.ar/2015/06/la-patota.html
Gran nota de Oscar Cuervo. Muy dura, pero bien argumentada. Buen gesto de Prividera el poner el link aquí, para enriquecer el debate. Hasta ahora es la mejor crítica que he leído de esta película (y han sido varias) y como dicen dos comentaristas de la crítica de Cuervo, es un estímulo para ver el filme igual, para los que, como yo, aún no lo han visto.
¿Para cuando su crítica sobre esta película Prividera? Aunque pensándolo bien, creo que no estaría muy lejos de la mirada de Cuervo.
Pronto en ojosabiertos estará mi visión. Comparto en parte la de los links que dejè aquí, pero en el caso de Cuervo creo que su estilo excesivamente agresivo y ad hominem atenta contra sus argumentos, que despojados de esos ataques quintinistas son atendibles.
Ahora la leo. Igual, convengamos que Cuervo ya sabía que iba a odiar la película antes de verla.
Slds,
d