Estrenos: «Revancha», de Antoine Fuqua
REVANCHA es un melodrama de boxeo a la antigua. Tanto, que si uno le saca detalles específicos de la época, tranquilamente podría haberse hecho en los años ’30. La película de Antoine Fuqua puede tener ritmos de montaje actuales, los gadgets tecnológicos que quieran, la cultura del show que hoy tiene el boxeo, pero nada logrará […]
REVANCHA es un melodrama de boxeo a la antigua. Tanto, que si uno le saca detalles específicos de la época, tranquilamente podría haberse hecho en los años ’30. La película de Antoine Fuqua puede tener ritmos de montaje actuales, los gadgets tecnológicos que quieran, la cultura del show que hoy tiene el boxeo, pero nada logrará sacarla de ahí. La película abraza el formato, el cliché, el viaje de caída y redención del boxeador de EL CAMPEON a ROCKY pasando por casi cualquier otro filme sobre el tema y lo hace sin vergüenza alguna, sin intentar alterar nunca un formato probado, celebrado y que, bien hecho, funciona a la perfección. Y REVANCHA consigue lo que se propone: es una película de boxeo hecha y derecha, de esas que cuando están bien realizadas, funciona como un buen golpe aplicado al corazón.
En el filme del director de DIA DE ENTRENAMIENTO y EL JUSTICIERO, entre otras, un realizador de la escuela clásica directo al grano, Jake Gyllenhaal encarna a una de esas «grandes esperanzas blancas» (de hecho, se llama Billy Hope) en un deporte dominado por los afroamericanos. Es un irlandés criado en un orfanato de Hell’s Kitchen que llegó a campeón peleando de la manera más salvaje y callejera posible. Su estilo de boxeo no es recomendable para nadie. Es un golpe a golpe en el que siempre termina ganando pero a la vez queda física y facialmente desecho. El concepto de defensa le es completamente desconocido.
Casado con una mujer (Rachel McAdams, distinta en aspecto pero no tanto en intensidad respecto a TRUE DETECTIVE 2) que sabe controlar sus impulsos más autodestructivos (ella tiene un similar origen social), pero con un manager (el rapero 50 Cent) un tanto más cínico que busca hacer dinero a costa de sacrificar a su boxeador estrella, Billy tiene además como centro de su vida también a su hija, Leila, a quien tratan de proteger de las zonas más complicadas y dolorosas de la profesión.
La historia se enreda para mal cuando un boxeador colombiano empieza a desafiarlo en público, diciendo que Billy no se atreve a enfrentarlo. Una cosa llevará a la otra y se producirá una situación trágica que conviene no adelantar y que lleva a Billy a perder todo lo que tiene: dinero, manager, hija, esposa, salud mental, lo que sea. El campeón, de golpe, tiene que volver a empezar de la nada, pasando de la mansión lujosa a la pensión de cuarta. Y no le será fácil. Como la tradición lo indica, habrá un viejo entrenador de box de un club de barrio (Forest Whitaker) que, a su manera un tanto KARATE KID, tratará de sacar al boxeador de su pésimo momento y devolverle, sino el título, al menos un poco de dignidad.
Salvo una sola cosa, todo lo que se imaginan que puede pasar en REVANCHA pasa. De la fiesta y el bardo a la soledad y el abandono. De las drogas recreativas a las totalmente destructivas. Del amor, el cariño y el reconocimiento a la marginación absoluta, ésa que sucede cuando todos los que te apoyaban cuando eras exitoso deciden mirar para otro lado cuando estás, literalmente, en la lona. Pero Billy peleará con el sistema, con sus fantasmas y con los clichés de las películas de boxeo para salir adelante.
Fuqua y el guionista Kurt Sutter (de la serie de TV, SONS OF ANARCHY) toman esos clichés y los elevan a la altura de máximas. Y logran que REVANCHA funcione casi en todo momento. Aparenta ser realista en sus detalles, pero no lo es: es Hollywood clásico de pura cepa y con un actor como Gyllenhaal que hace su propio y un tanto excesivo proceso «Actor’s Studio» para convertirse en un boxeador poderoso pero torpe, que murmura palabras incomprensibles casi todo el tiempo pero que, bajo esas capas de machismo cabeza, tiene, digámoslo, «un corazón de oro».
Si el espectador logra no ponerse cínico o irónico respecto a lo old fashioned de la propuesta de Fuqua, seguramente la disfrutará muchísimo, a la manera de las primeras ROCKY. No es, claro, TORO SALVAJE, no intenta subvertir la mitología del boxeador bruto pero noble ni busca profundizar demasiado en esas contradicciones, pero es una película que, si lográs acomodarte a su propuesta clásica, nostálgica y al borde de lo demodé, se aprecia y emociona muchísimo. Los golpes siempre están en el límite de darnos por abajo del cinturón, eso es seguro, pero sea así o no, logra sacarnos lágrimas a lo loco…
Saludos.
Fuqua,un director salido directo de los barrios malos nos regala
una historia en la que demuestra otra vez su fascinación por los códigos de la agresión masculina, la violencia extrema… y no mucho más.
La peli parece ser de aquellos dramas deportivos en los que la actuación superará el tratamiento en general, siendo una historia además de harto predecible, moldeada con el mismo recipiente del subgénero. Encima de esto, el director no ha sabido cómo salirse de lo inverosímil con constantes y sonantes esperpentos de acción.
Algo disfrutable para los amantes del box (y cualquier otro «deporte» de similar tufo falócrata)e interesante para apreciar el desempeño del actor, pero de ahí en más será lo mismo de siempre. Pienso, es mi humilde opinión, que no falta ser tan poco exigente y multi-conformista para ver oro donde no lo hay, que ya la parrilla televisiva hace años viene embruteciendo-adoctrinando con esta receta para la lagrimita fácil…
Saludos,
Heraldo