Estrenos: «Mi amiga del parque», de Ana Katz
Ana Katz fue siempre una creadora difícil de clasificar. Actriz y directora de cine y teatro, sus proyectos se caracterizan por ser muy distintos entre sí pero, a la vez, responder a una sensibilidad única, particular. Y esa sensibilidad es la que marca la diferencia en todas sus obras. Su manera de mirar el mundo […]
Ana Katz fue siempre una creadora difícil de clasificar. Actriz y directora de cine y teatro, sus proyectos se caracterizan por ser muy distintos entre sí pero, a la vez, responder a una sensibilidad única, particular. Y esa sensibilidad es la que marca la diferencia en todas sus obras. Su manera de mirar el mundo es muy personal, su forma de acercarse a los personajes evita todo lugar común o característica prototípica y su forma de construir las historias casi nunca responde a los parámetros clásicos o más o menos establecidos.
Lo que es singular del cine de Katz es que tampoco se trata de una artista marginal o que circula por las franjas más extremas o radicales del cine arte, sino una realizadora que trabaja sobre temas y personajes reconocibles, y una cuyas marcas estilísticas son sobrias, discretas y pueden pasar desapercibidas. Pero allí donde todo parece que la puede llevar hacia algún tipo de convención o fórmula, Katz siempre pega volantazos que descolocan, nunca conduce en línea recta.
Eso, que la hace una realizadora inasible y fascinante, la vuelve también una suerte de problema en lo que respecta a las categorizaciones comerciales. A priori, los temas y títulos de sus películas invitan a un espectador más acostumbrado a un cine comercial, pero su propuesta –una vez que los acontecimientos se ponen en marcha– lo descolocan. Por decirlo de otro modo: demasiado arty para el cine comercial, demasiado tradicional (o al menos es lo que parece) para el espectador que busca cine de riesgo o la prototípica película «festivalera».
Y eso, al menos para mí, es lo que la hace única. MI AMIGA DEL PARQUE –como LOS MARZIANO o UNA NOVIA ERRANTE— es una película que parece correr por carriles esperables durante apenas un rato, cuando conocemos a Liz (Julieta Zylberberg), una madre con un bebé pequeño que está sola ya que su marido (Daniel Hendler) está de viaje por Chile, filmando un documental, y su madre ha fallecido hace poco tiempo. Atribulada, confundida, fascinada y fastidiada a la vez, un tanto agotada de las demandas del bebé y frutrada por tener que abandonar su trabajo, a Liz no le queda otra que ir a la plaza con el cochecito a dar unas vueltas y confraternizar con otras madres (y padres) en situación similar.
Allí conoce a Rosa (la propia Katz), una mujer algo rara y huraña que anda con un bebé a cuestas también y con la que Liz se engancha porque está un poco afuera del círculo de madres que no hacen más que hablar de sus hijos todo el día, un grupito al que parecen no querer pertenecer. Rosa, como es esperable, tiene sus secretitos y actitudes raras: se va sin pagar de un restaurante, es muy directa a la hora de pedir favores (un auto, plata, trabajo) y otros que iremos descubriendo con el correr del filme. Uno que se puede adelantar es que tiene una hermana, Renata (Maricel Alvarez), con la que arman un dúo por lo menos extravagante.
Lo más probable es que un espectador acostumbrado a los giros tradicionales de un relato de este tipo ya esté imaginando una trama hollywoodense en la que la amiga en cuestión termina siendo una pesadilla para nuestra protagonista. Y no, MI AMIGA DEL PARQUE no va por ahí. O sí va, pero luego no, y después tal vez sí, o quizás no tanto. Y lo mismo sucede con las otras madres del parque, que podrían ser objeto de sorna o burla en otra película, pero jamás aquí. Y es eso, precisamente, lo que vuelve original y sorprendente al filme. Es una película que juega con el potencial suspenso que genera la situación (madres, bebés, mucamas, desconocidos en el parque, etc) pero solo para torcer las expectativas a cada momento, revelando ambiguedades donde uno menos las espera.
MI AMIGA… utiliza ese recurso (la misteriosa relación entre las hermanas que parecen traerse algo escondido entre manos, y cómo Liz se relaciona con ellas también para escapar de su agobio) como una suerte de McGuffin hitchcockiano para, finalmente, hablar de otra cosa. Llamémosle, a secas, las distintas formas de afrontar la maternidad. La película se entromete en esa nebulosa, en esa zona de miedos, alegrías y confusiones que son las primeras experiencias con un bebé a cuestas. Si a este caso le sumamos la ausencia paterna, la imposibilidad de trabajar, la diferencia de criterio con las niñeras, es obvio que sobre las espaldas de Liz caen muchas preocupaciones. Pero también algunos placeres y satisfacciones en la intimidad de la relación con su bebé.
Y no solo Liz está así, sino que la película pone en cuestión ciertas ideas acerca de la maternidad tradicional, del rol de los padres, del «instinto materno» y otros ejes que irán descubriendo con el correr del filme. En ese sentido es importante lograr, como espectadores, correrse de la comodidad de la previsión (a la que a veces el filme parece apuntar directamente) y abrirse hacia los giros menos de género y más personales y de ambigüedad psicológica de los personajes que propone Katz, especialmente el que ella misma interpreta. Con grandes actuaciones de las tres protagonistas, MI AMIGA DEL PARQUE es una película inquietante en el sentido más abarcador de esa seductora y peligrosa palabra.
Por ahi no tiene nada que ver pero me suena a Little Children,basada en la novela de Tom Perrotta,donde una madre reciente,interpretada por Kate Winslet,conoce a un padre reciente y desocupado,interpretado por Patrick Wilson,en la plaza donde llevan a sus hijos y terminan siendo amantes.Ah,y la esposa del personaje de Wilson,la hacia Jennifer Conelly,era documentalista tambien.
Si, entiendo la comparación.
Pero no, no tienen nada que ver una peli con otra…
Slds
d
Es de agradecer el retrato de la maternidad «distinta», que se aleja de lo que se supone debe sentir la mujer al respecto. Una subtrama del mundo poco tocada todavía.
Una vez más, buena reseña, Diego.
Ya que viene al caso por Julieta viste esto?
https://www.youtube.com/watch?v=aWaWrtY34Tc&feature=share
Me sorprendio mucho esto.
Coincido Diego. Lo expreso de la manera siguiente:
INVEROSIMIL VERDAD
La película de – perteneciente a, desde – Ana Katz mueve a una reflexión sinuosa. Produce una incomodidad no exenta de virtuosismo, un sentimiento ambivalente entre la identificación y lo ajeno. Una pintura de lo cotidiano que se inspira en lo “que pasa” y se quiebra ante propuestas que rozan, no ya lo inverosímil sino, el borde de lo ridículo. Paradójicamente, con ello contribuye a la creación de una “ilusión de lo verdadero”.
Tal vez la llave radique en un impulso incontenible de la directora que tamiza su propia energía dejando fluir (in)coherencias de dudosa integridad. Algo así como tomar por definitivo lo que resulta de un “ensayo teatral” en el que si bien el texto es la directriz de la acción, sólo su disloque – las acciones que no están en el libreto – será lo que complete el sentido de la obra.
Así la amiga de la plaza se confronta con su “hermana” para después confiarle el cuidado de un bebé. La pobre, lúcida en sus conceptos sobre la vida, promueve una liviandad sospechosa cuando se conecta por Skype con el filo. El personaje de Katz, la antagonista, desaparece con el bebé creando una situación de extrema tensión que se resuelve con la solución más serena. No es el único momento del “ya pasó”.
Ana Katz, madre y cineasta, combina su experiencia de vida con la adicción al cine. Ana Katz, teatrera y actriz, pone en escena el acting histriónico del intérprete que se autogenera en la autoría. Allí, en esa mezcla rara de directora y doble actuación (el personaje de Zylberberg puede interpretarse como el alter ego de la autora) logra una intrincada síntesis entre el discurso aparente, la historia que cuenta, y el subtexto latente que acomete sin piedad contra los tabúes.
Tener un hijo no es el Paraíso, parece insistir el devenir de la madre primeriza. Asemeja más bien el Purgatorio, lugar de tránsito entre la incredulidad y la angustia, cuyo destino no sólo aparece difuso sino que conduce hacia una ambivalencia que no llegará jamás a la certeza. Entonces se suceden los encuentros no queridos, las decisiones inexplicables, las razones de la sinrazón.
Ese sentimiento de soledad abismal – que nadie explicó ni previno antes del hecho – parece imperar en las jóvenes madres que, luego de transitar por el laberinto del embarazo (¿cómo será el Minotauro que espera al final de los nueve meses?) deben cargar con la condena de un atavismo originario – la continuidad de la especie – y la metamorfosis del dolor de ya no ser la que una fue.
Desde otro lateral asoma la presencia ausente de los hombres. (¿Se trata de un acto voluntario haber invertido los physique du rol de los personajes masculinos dando al documentalista que no se da cuenta de nada de lo que pasa la del galán irresistible y el gordito simpático y semicalvo al que asoma como posible affaire de la protagonista?). Los muchachos, como corresponde, la miran desde el banco mientras las chicas se lucen con todo tipo de gambeta y hasta se permiten alguna rabona.
Lo cierto es que en esa simbiosis entre verdad y desplante, esa necesidad de justificar las causas y aceptar lo imposible como normal, produce un efecto que se viene arrastrando desde la primera película de Katz. Algo tiene esta chica que la hace única, diferente. Algo que todavía está en gestación y que, por fortuna, augura nuevas y sorprendentes películas.