Venecia/San Sebastián: «Desde allá», de Lorenzo Vigas
Partamos de una base un tanto reiterada: es difícil analizar películas luego de que han ganado un premio importante en algún festival internacional. Uno hace el esfuerzo de olvidarse que lo que está viendo fue celebrado por tal o cual jurado, tal o cual asociación, pero es imposible dejarlo del lado del todo. Las «expectativas» […]
Partamos de una base un tanto reiterada: es difícil analizar películas luego de que han ganado un premio importante en algún festival internacional. Uno hace el esfuerzo de olvidarse que lo que está viendo fue celebrado por tal o cual jurado, tal o cual asociación, pero es imposible dejarlo del lado del todo. Las «expectativas» están ahí y uno termina, queriéndolo o no, confrontándola con la realidad. Es por eso que me permito hacer una aclaración antes de escribir sobre DESDE ALLA, la película de Lorenzo Vargas que recientemente ganó el León de Oro en Venecia. En principio –y sin haber visto toda esa competencia, aunque sí unas cuantas películas– me parece un premio excesivo, demasiado para una película que más allá de algunos logros, no sorprende ni se escapa de ciertas fórmulas previsibles del cine latinoamericano. De aquí en adelante, olvidemos los premios y vayamos al filme venezolano/mexicano.
Dirigido por Vigas en su primer largo de ficción y con colaboración en distintas instancias de la producción y el guión por Guillermo Arriaga, Michel Franco, Gabriel Ripstein y con Alfredo Castro –el actor de las películas de Pablo Larraín– como protagonista, el filme ya suena como un combo de varios modos influyentes (y premiados) del cine latinoamericano de los últimos años. Tiene esos protagonistas oscuros, perversos y solitarios de Larrain y Franco, el tipo de narración seca y silenciosa, los ambientes un tanto sórdidos y los actos de violencia esperables.
En mayor o menor medida –la película no llega a los extremos de crueldad del cine de Franco ni de los guiones de Arriaga para Iñárritu, sino que está más cerca del mundo entre perturbador y peligroso de Larraín o Ripstein hijo– DESDE ALLA trabaja sobre esa visión del mundo desesperanzada y angustiante, que parte de la idea bastante nihilista, por ponerlo de alguna manera, de que la raza humana es un conjunto de criaturas miserable y repulsiva que, tarde o temprano, terminará por mostrar sus uñas y destruir cualquier ilusión posible. Es programática, como un tren que no se detiene: todo lo que puede salir mal, saldrá mal porque, vamos, el mundo es una mierda y no hay forma de hacer nada al respecto…
Castro compone con su sobriedad y talento acostumbrados (es un gran actor, más allá que no me gusten muchas de las películas que ha hecho) a Armando, un hombre que contrata chicos jóvenes por las calles de los barrios bajos de Cáracas para tener una particular forma de sexo con ellos. Los lleva a su casa, los hace desnudarlos de espaldas a él y se masturba mirándolos. Uno de los jóvenes que «contrata», Elder, se rebela en el momento, lo acusa de «marico», lo golpea y le roba dinero y objetos de su casa.
Pero Armando no se queda quieto y sigue buscándolo, intentando a su manera ganarse su confianza pese al trato agresivo de Elder. De a poco las circunstancias irán uniendo a este silencioso hombre (que hace dentaduras postizas) y este joven de los barrios bajos que sueña con comprarse un coche usado. Sabemos que ambos tienen problemas familiares, especialmente Armando cuya relación con su padre (a quien vemos usualmente de lejos) parece haber sido más que problemática.
La relación irá girando de una manera tal que de a poco Armando se ganará la confianza de Elder y su cariño, lo cual lleva al filme a enfrentar las posibilidades y secretos que existen en esa relación y, en especial, en Armando. Es, por un lado, una película sobre la posible y compleja relación entre dos seres muy distintos en un universo social y cultural donde la homosexualidad es casi una condena. Pero la película aspira a ir hacia otro lugar –el programático, el condenatorio, el «nadie sale vivo de aquí»– y ya el tema de la política sexual desaparece tapado por otro, uno que es el credo de muchas de estas películas: la insoportable miseria de la condición humana.
Vigas filma con muchos silencios y planos largos que transmiten la densidad del lugar y de la situación que atraviesan los personajes. Tiene un recurso formal obsesivo que es el de usar un tipo de lente que deja en primer plano al protagonista y al resto del mundo fuera de foco, recurso que más allá de su sentido dramático termina resultando un tanto molesto visualmente. Por lo demás, no se distancia mucho de los modelos trabajados con distintas variantes por los cineastas anteriormente citados: perturbación, obsesión, soledad, silencio y la sensación, permanente, de que algo terrible irá a suceder más temprano que tarde.
Es cierto que DESDE ALLA –por suerte– no llega a los extremos de crueldad a las que muchas de estas otras películas llegan, pero aún cuando la dureza de la condena sea más tolerable (no tiene un final como el de CHRONIC, digamos, pero la idea es más o menos similar), el formato es parecido. Son películas que dicen apoyarse en la dureza o dificultad de la vida en ciertos sectores de América Latina –y en el uso y abuso de los que tienen más recursos hacia los que menos tienen–, pero en lugar de mostrar la ambiguedad, la complejidad, las alegrías y tristezas posibles de esos mundos, eligen mostrarlos como infiernos sobre la Tierra, lugares de los que no se puede salir entero.
Ese «programa» parece funcionar muy bien en los festivales de cine –tanto europeos como latinoamericanos– y los premios conseguidos lo único que harán será seguir reproduciendo esa lógica y ese sistema. Es una pena, porque más allá de que no se trate de una mala película en sí misma, no hace otra cosa que reproducir, con variantes, una fórmula que ya está empezando a ser agotadora, agobiante y hasta molesta. Uno sabe que el cine latinoamericano es mucho más que esto…
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