
Estrenos: «La cumbre escarlata», de Guillermo del Toro
Películas del estilo de LA CUMBRE ESCARLATA, que solían ser parte habitual de la programación hollywoodense de los años ’40 y ’50, ya no se hacen. Han desaparecido casi por completo de las pantallas. Es que salvo por los efectos especiales de última generación y algún exceso de gore que nunca podría haberse usado más […]
Películas del estilo de LA CUMBRE ESCARLATA, que solían ser parte habitual de la programación hollywoodense de los años ’40 y ’50, ya no se hacen. Han desaparecido casi por completo de las pantallas. Es que salvo por los efectos especiales de última generación y algún exceso de gore que nunca podría haberse usado más de 60 años atrás, la nueva película de Del Toro tiene más que ver con el cine de Alfred Hitchcock, con cierto cine de terror del estudio Hammer y hasta con los melodramas en Technicolor tan caros a los años ’50 que con cualquier película de terror o suspenso actuales. Es una película que, salvo por los elementos citados, casi no le hace caso a los modelos cinematográficos contemporáneos. Y es lo que la vuelve doblemente fascinante.
Ninguna película de horror y suspenso actualmente pasaría casi toda la primera de sus dos horas sin generar un solo susto (salvo al principio, en un flash-forward utilizado para que el espectador contemporáneo se arme de paciencia sabiendo que algunas cosas violentas en algún momento vendrán), optando por mostrar –en un estilo más cercano a alguna novela de Jane Austen o Edith Wharton llevada al cine, de hecho llama la atención que se trate de un guión original– la vida romántica de su protagonista, cuyo único conflicto con potenciales resonancias terroríficas está relacionado al hecho de que ve, en sueños, al fantasma de su madre muerta. Estamos a principios de siglo XX, en medio de un cambio de época y de cultura que iría a modificar al mundo.
Durante esos primeros 40 minutos o más, Edith Cushing (Mia Wasikowska, las referencias del nombre de su personaje son obvias) lidia entre dos potenciales amantes, un amigo de la infancia (Charlie Hunnan) y el recién llegado de Gran Bretaña a los Estados Unidos, Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un personaje encantador pero turbio que busca no solo enamorar a la chica sino obtener dinero de su padre para financiar un proyecto industrial propio. El hombre vino además con su hermana, un personaje un tanto extraño y siniestro (Jessica Chastain). Y el padre de Edith no confía ni en el proyecto ni en los hermanos, hasta que un día es asesinado, en un baño, de manera violenta.
Allí la película tiene su primer choque con el terror más clásico y se abre a lo que será su segunda parte, la de la casa supuestamente embrujada, la «cumbre escarlata» del título, que no es otra cosa que el destrozado, gigantesco y tétricamente bello caserón en el que viven los hermanos y al que Edith se muda para luego casarse con Thomas. Es bastante claro, de entrada, que las intenciones de los hermanos no son del todo sanas y quedará la segunda mitad de la película para que los elementos de ese triángulo se vayan uniendo cada vez más peligrosamente en un clima en el que el romanticismo gótico se mezcla naturalmente con el escenario plagado de potenciales peligros.
Guillermo del Toro no apura nunca nada. No juega con efectos banales sino que construye una atmósfera a la vez lujosa y decadente (o decadentemente lujosa) en la que tal vez sea la más bella de ver de todas sus películas, no solo en función de los escenarios, el arte o el vestuario sino por toda la puesta en escena que tiene reminiscencias de la época de oro de Hollywood. Las referencias a Hitchcock están ahí –ella recorre la enorme casa plagada de «fantasmas» como en REBECA mientras que otros hitos narrativos hacen recordar a LA SOSPECHA o TUYO ES MI CORAZON— y el clima refiere directamente a clásicos de la literatura como Edgar Allan Poe, Mary Shelley o el propio Henry James. De hecho, Edith –que está empezando a ser escritora y es una chica rebelde para los cánones de la época– menciona a Shelley como una referencia.
Edith, que antes de encerrarse en esa casa mortuoria con un pasado oscurísimo, visitaba a un editor literario con la intención de publicar una novela sobre fantasmas y recibía como devolución que una chica tenía que escribir historias de amor. En un diálogo que resonará a lo largo de la película, Edith le dirá que los fantasmas son «metáforas» y que lo que está escribiendo es, en el fondo, una historia de amor. Algo similar se puede decir de la película. LA CUMBRE ESCARLATA no es una película sobre fantasmas ni sobre una casa embrujada, no habrá complejas explicaciones milenarias para entender qué es lo que pasa allí. Se trata de un drama psicológico gótico con apuntes de terror –la trama macabra que involucra a los tres protagonistas no es particularmente elaborada ni extravagante y tanto mejor por eso– y con extrañas criaturas que se mueven por la casa o que Edith solo imagina.
Como en lo formal, la narración de la película de Del Toro tampoco se aleja de ese clasicismo, algo que acerca al filme por momentos demasiado al ejercicio de estilo. En cierto sentido, lo es, pero dentro de él los protagonistas han logrado darle la suficiente densidad, oscuridad y desesperación a sus peripecias y complicaciones como para involucrarnos con ellos de una manera directa, no mediatizada del todo por el guiño cinéfilo.
Es posible que algunos espectadores no acostumbrados a los modelos clásicos del cine de suspenso y terror encuentren a la película un tanto carente de los shocks que más se usan en el cine de género de hoy. Pero, como dije antes, Del Toro se mantiene hasta el último plano fiel a su idea de contar la historia como si los últimos 40 años o más del cine de terror psicológico (o de suspenso gótico) no hubiesen existido. De haberlo hecho mal, sería un ejercicio ombliguista sin demasiado valor cinematográfico propio. Pero hecho de la manera suntuosa, elegante, opulenta en la que está –con su épico dramatismo y sus personajes perfectamente delineados y creíbles– LA CUMBRE ESCARLATA se convierte en la que probablemente sea la mejor película de la carrera de este notable realizador mexicano.
Buenas,
Pues yo en cambio es en esos shocks contemporáneos, que lamentablemente sí utiliza, donde veo precisamente uno de los mayores errores de La Cumbre.
Su intento por revolucionar ese concepto de terror gótico acaba por alejarlo totalmente de su esencia mientras pierde fuerza el guión y todo desemboca en un burdo frenesí de situaciones bajo un drama algo flojo y previsible.
Tiene algunos momentos, si, de shocks contemporáneos que la hacen bajar un poco. Pero tomando en cuenta los riesgos que corrió haciendo una película así con todo el presupuesto de un gran estudio es para mí un problema menor. Es cierto que los cinéfilos preferiríamos no ver algunas cosas medio gore que se ven porque no corresponden al estilo, pero yo lo tomo como una concesión. Uno podria decir algo similar de los efectos especiales: son muy digitales, pero a la vez siguen siendo poéticos…
Slds
d
La Cumbre Escarlata es una delicia en lo visual (eso es indiscutible), pero el libreto está a un nivel muy inferior y eso quedó impregnado en el trabajo de sus actores. Muchos se quejarán de que la película nunca da miedo, pero es que lo que le interesa a Del Toro es la creación de una atmósfera inquietante que sí funciona bien hasta cierto punto, ya que lo palpable que resulta el guión en todo impide que sus esfuerzos desde la puesta en escena obtengan mejores frutos.
La primera señal de sus huecos es que uno sabe perfectamente todo lo que va a pasar, por lo que el suspense jamás consigue funcionar y sólo los golpes de efecto concretos consiguen que la cinta se evada temporalmente de la sensación de ser rutinaria a nivel argumental. Esto es algo que puede comprender por los referentes que maneja Del Toro –y que asimila dentro más del estilo de sus producciones españoles y su ópera prima que del de sus aventuras hollywoodenses-, pero tiene una consecuencia negativa a poco que uno se salga del hechizo visual.
Los personajes tampoco funcionan demasiado bien, en especial la transformación de la personalidad del de Wasikowska cuando conoce al de Hiddleston. Chastain, bien, como siempre.
En definitiva, ‘La Cumbre Escarlata’ es excelente en lo visual,pero a cambio cuenta con un guión algo anémico que resta a lo primero y también limita el trabajo de sus actores, siendo Jessica Chastain la única que logra sobreponerse por completo a ella. Recomendable pese a sus falencias.