Estrenos: «En el corazón del mar», de Ron Howard
Un caso extraño es el del cineasta Ron Howard. Tiene los instintos clásicos del gran Hollywood de antaño y eso se nota en cada plano de sus películas. Pero, a la vez, se trata de un cineasta que parece depender mucho, demasiado, de los guiones que tiene a su cargo, que no siempre están a […]
Un caso extraño es el del cineasta Ron Howard. Tiene los instintos clásicos del gran Hollywood de antaño y eso se nota en cada plano de sus películas. Pero, a la vez, se trata de un cineasta que parece depender mucho, demasiado, de los guiones que tiene a su cargo, que no siempre están a la altura de su talento como director. Es por eso que ha armado una carrera despareja, en la que se cruzan muy buenas películas (SPLASH, APOLLO 13, EL DIARIO, THE MISSING, RUSH) con otras bastante flojas (EL CODIGO DA VINCI, ANGELES Y DEMONIOS, WILLOW, UN HORIZONTE LEJANO, UNA MENTE BRILLANTE, LLAMARADA) y muchas más, como es el caso de EN EL CORAZON DEL MAR, que podrían definirse como correctas: con algunos buenos momentos, otros decididamente flojos, excitantes en partes, fallidas en otras. Esta es una respetable ilustración de una de las historias que dio origen a MOBY DICK, pero lamentablemente no es una película que esté a la altura de la ambición de la propuesta. Y lo que falla, principalmente, es el guión.
Revisando su larga filmografía da la sensación que a Howard se le complica cuando sus filmes se vuelven demasiado serios y solemnes. Y este es uno de sus casos. Es cierto: la difícil y trágica historia del barco Essex no da para demasiado humor, pero por momentos Howard trata la historia de una manera demasiado reverencial y sin la frescura que hizo de RUSH una película intensa y vital desde EL DIARIO. Aquí es difícil sacarse la sensación de que uno está repasando una especie de libro de historia bien ilustrado pero un tanto falto de vida y, especialmente, de emoción.
La película está narrada como una entrevista que el joven y por entonces casi desconocido escritor Herman Melville (Ben Whishaw) le hace, en 1850, al último sobreviviente del Essex, Tom Nickerson (Brendan Gleeson9. El Essex era un barco que viajó de Nantucket al sur del Océano Pacífico en busca de aceite de ballenas y que se vio enfrentado a un animal más brutal y agresivo de lo normal. Nickerson, que en ese entonces era un novato, hoy es un alcohólico torturado por lo que le tocó vivir allí y Melville lo convence (dinero mediante) de contarle todos los secretos del trágico viaje.
Adaptada por Charles Leavitt del premiado libro homónimo de Nathaniel Philbrick que refrescaba esta poco conocida historia, la película está armada de una manera tradicional, recordando similares filmes de los años ’40, hasta con sus típicos personajes: el capitán inexperto y presuntuoso puesto por los dueños del negocio (Benjamin Walker), el marino ex alcohólico (Cillian Murphy) y, principalmente, el navegante Owen Chase (Chris Hemsworth, cuyo look de modelo siempre parece jugarle en contra a su innegable capacidad actoral), quien es el que verdaderamente maneja los hilos en el Essex. El propio Nickerson –un adolescente, entonces– está interpretado por el joven Tom Holland, protagonista del inminente y enésimo reboot de EL HOMBRE ARAÑA.
Al Essex le cuesta encontrar ballenas y es por eso que tienen que cruzar por el Estrecho de Magallanes y adentrarse en el Pacífico Sur. Pero hasta llegar a Ecuador, es muy poco lo que encuentran. Allí escuchan historias de una enorme colonia de ballenas –y una aparentemente «demoníaca»– que circulan bastante lejos de la costa. Y allá irán los ya desesperados marinos del Essex, que llevan meses sin conseguir lo que buscan. Se imaginarán ya que lo que encuentran allí es mucho más grande y peligroso de lo que suponen, en especial por la presencia de una ballena blanca (una de las inspiradoras de Moby Dick) que parece tener algo personal con ellos. Lo que sigue es lo que no se sabía de la historia y tampoco revelaremos aquí. Solo diremos que las cosas empeoran y empeoran para los muchachos una vez que se enfrentan a la ballena. Y la historia que narra Nickerson se vuelve más y más densa, más y más oscura.
Pero la película jamás pierde la compostura de cuento tradicional aún en sus zonas más cruentas. La decisión estética y de modo narrativo no es un problema en sí mismo –hay algo de la historia que llama a ser contada a la manera de una novela del siglo XIX, empezando por la inspiración en Melville– pero la película no vibra lo necesario, pocas veces atrapa y casi nunca emociona. No tiene demasiado espíritu de aventura: parece estar más hecha pensando en los premios que en la taquilla. EN EL CORAZON DEL MAR, en cierto modo, es como el relato del sobreviviente: un cuento narrado por alguien que recuerda bien los hechos pero que no tiene demasiadas ganas de contarlos o no sabe bien cómo. Esa reticencia del narrador parece trasladarse a la puesta en escena en sí, que se vuelve algo tediosa. Es recién a partir del encuentro con la ballena (promediando la película, que dura más de dos horas) que la tensión crece y las situaciones se vuelven un tanto más vividas, pero no llega a ser suficiente para validar todo el proyecto.
No es una película mala EN EL CORAZON DEL MAR. No, al menos, en un sentido de factura técnica. Visualmente, también, el director de fotografía Anthony Dod Mantle, logra espectaculares escenas en el mar (aunque el innecesario 3D las arruina un poco) y tiene una historia con suficientes elementos dramáticos como para merecer ser contada. Pero pocas veces logra salir del mismo letargo que le toca vivir a los tripulantes del Essex: parecen meses y meses tediosos en el mar hasta que, de golpe, algo impactante sucede, para luego volver a la calma chicha. Y así…