Estrenos: «Tras la pantalla», de Marcos Martínez
De las varias películas que retoman la historia del cine argentino y analizan la industria de los años y décadas pasadas que se vieron en el BAFICI, acaso esta sea, a la vez, la más “amateur” en cuanto a estética y la más rica e interesante en cuanto a temática. Martínez se centra, en principio, […]
De las varias películas que retoman la historia del cine argentino y analizan la industria de los años y décadas pasadas que se vieron en el BAFICI, acaso esta sea, a la vez, la más “amateur” en cuanto a estética y la más rica e interesante en cuanto a temática. Martínez se centra, en principio, en la historia del distribuidor Pascual Condito, un inolvidable e inconfundible mito de la distribución local que lleva décadas en el circuito del cine. Pero el filme no intenta contar su historia personal ni profesional a lo largo de sus muchos años de carrera, ni se embebe del enorme anecdotario que maneja su personaje, sino que se centra en algo específico: la mudanza de su compañía Primer Plano de su enorme y antigua sede en Riobamba y Lavalle a una de la zona de Villa Ortúzar, más pequeña, cuando el negocio empieza a andar mal.
La película consiste en filmar conversaciones de Pascual con varias personas del ambiente (varios colegas periodistas y muchos cineastas, miembros del gremio y sus familiares) con los que Condito se pone “la camiseta” del cine nacional y trata de defenderlo de la invasión de tanques de taquilla en las multipantallas. Pero aún más interesante que esos diálogos y anécdotas, es la filmación del vaciamiento de esa histórica oficina, la mudanza en cuestión, que tiene mucho que ver con LA SOMBRA, de Javier Olivera, otro notable documental de similar propuesta.
Si bien los tiempos y las historias que cuentan son distintas, ambas películas testimonian una demolición, la de una casa que fue el cine argentino de cierto momento histórico. Es claro que el cine argentino sigue vivo, pero personajes como Condito –alejado del barrio y con menos presencia en la distribución que décadas atrás– lo tornaban en una batalla, una lucha personal cotidiana por amor al séptimo arte. Ahora los números pueden ser mejores o peores, pero ya nadie se queda a dormir en una oficina rodeada de posters de viejas películas argentinas. Esa pasión es la que homenajea esta pequeña y finalmente conmovedora película de amor al cine.
(Crítica publicada durante el BAFICI 2015)