TV: «The Leftovers» (Temporada 2)
¿Recuerdan LOST, la serie de ciencia ficción que causó sensación hace unos años y terminó de una manera dudosa, decepcionando a muchos, luego de irse literalmente a cualquier parte tras decisiones narrativas y situaciones cada vez más absurdas? Sabrán, imagino, que Damon Lindelof fue la cabeza principal de esa serie (junto a Carlton Cuse) y […]
¿Recuerdan LOST, la serie de ciencia ficción que causó sensación hace unos años y terminó de una manera dudosa, decepcionando a muchos, luego de irse literalmente a cualquier parte tras decisiones narrativas y situaciones cada vez más absurdas? Sabrán, imagino, que Damon Lindelof fue la cabeza principal de esa serie (junto a Carlton Cuse) y no, como muchos creen, J.J. Abrams, que apenas colaboró en el arranque del proyecto? Lindelof es el que está también a cargo de THE LEFTOVERS, pero en este caso no es una idea original sino la libre adaptación de la novela homónima de Tom Perrotta, centrada en las consecuencias que tiene para los sobrevivientes la súbita desaparición, un 14 de octubre, del dos por ciento de la población mundial.
Claro que recordarán la relativamente similar premisa de LOST: un avión lleno de pasajeros que desaparecía del mapa y sus «sobevivientes» iban a parar a una isla perdida en los mapas. Dentro de su concepto sci-fi, la primera temporada de LOST se atenía a ciertos patrones del realismo psicológico, presentando a los personajes episodio a episodio con sus pasados traumas y moviendo las fichas de lo que pasaba en la isla. Para la segunda temporada, la serie tomó un cada vez más fuerte sesgo fantástico, con situaciones y personajes que no describiré aquí (no es el lugar ni el momento), pero que todos los que la vieron más o menos recuerdan. LOST era una serie fantástica y esas derivaciones, en principio, eran bastante orgánicas.
En su segunda temporada, Lindelof soltó amarras y decidió hacer con THE LEFTOVERS algo parecido a lo que había hecho con LOST. En su temporada anterior la serie se centraba en el drama psicológico que afectaba a los sobrevivientes de esa tragedia/milagro/hecho indescifrable que muchos interpretaron como una «elección» de Dios de una parte de la población. La semilla LOST estaba planteada: ésta sería el reverso de esa serie. ¿Qué pasó con los que se quedaron? ¿Cómo sobrevivieron a la desaparición? Pero el eje seguía siendo la novela y más allá de algunas situaciones un tanto extravagantes y los lógicos delirios místicos y alucinaciones que pueden vivir personas que atravesaron situaciones de ese tipo, THE LEFTOVERS apostó por el drama. Humano, adulto, complicado, pero drama al fin.
No le fue bien de público. Se trató de un proyecto muy hypeado por HBO y sus resultados de audiencia fueron más bien pobres. Quizás por eso, quizás porque su principal interés como guionista está en la ciencia ficción y el fantástico, Lindelof decidió hacer una operación LOST sobre el producto y transformarlo en un relato fantástico, de acción y suspenso, en el que el drama del luto estaba en segundo plano. Para eso, decidió además volver a un escenario que parece sacado de aquella serie: el pueblo de Jarden, Texas y el Miracle Park, una ciudad de 9261 habitantes de la que nadie desapareció aquella fatídica jornada. Una ciudad con sus terremotos (de a dos por día), sus personajes extraños y con un potencial «místico» –ver la escena de apertura de la temporada– que le permitiría dar riendas sueltas a sus instintos más pulp.
El problema del giro en THE LEFTOVERS es que es brusco, injustificado, no se sostiene más que por la decisión de los creadores y jamás resulta orgánico. A los que nos interesaba ver un drama sobre los sobrevivientes de una tragedia nos han dejado abandonados a nuestra suerte, tomando de aquí y allá los pocos elementos que ahora la serie nos aporta en ese sentido. La «ciencia ficción» de esta temporada, además, intenta ser permanentemente simbólica y narrativamente coherente, por el que tampoco se la puede comparar –como algunos lo han hecho– con el universo absurdo y de dream logic de David Lynch, ni en su serie TWIN PEAKS ni en su más reciente INLAND EMPIRE, que acaso no casualmente también coprotagonizaba Justin Theroux. No, aquí Lindelof hace remixes de plot points de LOST sumado a momentos de INCEPTION, de Christopher Nolan (ver el Episodio 8) para volver a THE LEFTOVERS una suerte de ciencia ficción terapéutica con suficiente suspenso como para que el espectador se sienta más «atrapado» que en la temporada previa.
Cada vez más la TV «adulta» está optando por estos recursos, perdiendo en buena medida lo que la había empezado a distinguir como algo diferente a lo habitual: la cantidad de shows simultáneos obliga a imponer reglas de fidelidad a los espectadores y eso –creen los ejecutivos– se logra con cliffhangers o situaciones raras o extremas que obligan a la charla posterior y al cotilleo de redes sociales. El drama puro y duro no genera clicks ni apegos inmediatos. Salvo MAD MEN son pocos los dramas que confían en que sean los personajes los que conduzcan la historia y no la «mano maestra» de un guionista lanzador de trampas narrativas o recursos cool de puesta en escena (ni me hablen de la musicalización de esta temporada: grandes canciones solo para el lucimiento de los que las encontraron, las pusieron y bingo!). De todas estas series, algunos funcionan bien, como MR. ROBOT, otra serie que Lindelof parece haber llegado a ver antes de terminar ésta, que lo hace porque toda su lógica virtual, de universos paralelos, está establecida como tal de entrada, pero muchas perecen en el intento.
Es innegable que eso que hace Lindelof lo hace bien y es por eso que LOST funcionó muy bien casi todo el tiempo y es por eso que, más allá de la incredulidad y el absurdo de muchas de las situaciones de esta temporada de THE LEFTOVERS, la serie es adictiva. Con todas las críticas que tengo para hacerle, no puedo negar que un episodio me llevaba al otro casi compulsivamente. El sábado planeé ver dos o tres y terminé viendo seis y poniéndome al día. Pero esa «adicción» es también parte del problema de la TV actual que citaba antes. MAD MEN no era adictiva en el sentido de «tengo que ver otro episodio para saber o entender qué pasó» sino que uno la esperaba y la saboreaba como un plato suculento. Tengo el temor de que la TV esté pegando la vuelta completa y volviendo a transformarse en comida rápida.
Mi otro problema con THE LEFTOVERS tiene que ver con las específicas cuestiones de lógica narrativa que la serie plantea y que no tienen mucho sentido o son directamente incomprensibles, un cúmulo de coincidencias y casualidades que fuerzan la credibilidad al extremo. Para los que no la vieron, de aquí en adelante, serán todos SPOILERS: están avisados.
En el primero y segundo episodio (conectados temporalmente) suceden una serie de cosas que no admiten lógica alguna, especialmente porque todo sucede el mismo primer día que los Garvey llegan a Jarden: un terremoto, un intento de suicidio, una desaparición misteriosa, una balacera, un ataque de epilepsia y siguen las firmas. El prólogo (con Lindelof copiándose a sí mismo de PROMETHEUS) ya nos invita a pensar que lo que veremos aquí ya no será lo mismo. El resto de los episodios sigue apilando situaciones implausibles: Laurie y su novela (cuyo éxito arruina por un ataque un poco excesivo contra un editor), el absurdo viaje del pastor Matt y su mujer en coma fuera de la ciudad en el que en lugar de esperar que los vengan a buscar se internan en un ridículo y obviamente tramposo plan para reingresar al pueblo, que está cerrado para los no-residentes (ni hablar del «pegame y llamame Brian»), para llegar luego al «tratamiento» que Kevin hace para liberarse del fantasma de Patty, que lo persigue mentalmente.
En ese punto creo que quedó claro que la serie me había perdido en su lógica: a Kevin se le presentan dos opciones para mejorar o curarse de ese estado psicótico en el que vive (la mujer a la que vio suicidarse y que lo persigue y le habla). Una, de parte de su ex mujer: medicación ante un evidente ataque psicótico. La otra, de parte de un chamán/religioso: tomar un veneno, estar muerto cinco minutos y matar a Patty en ese estado para después revivir gracias a un antídoto. ¿Qué elige este buen hombre? Claro, morirse por cinco minutos, obvio!!! Que terminan siendo ocho horas y luego probando que Kevin ahora es algo así como inmortal es casi secundario a esta altura. Lo que quedó claro es que, para mí, la serie perdió ahí toda conexión emocional: ya no entiendo a los personajes, no entiendo lo que hacen, no entiendo lo que les pasa. No entiendo porqué Nora deja a Kevin cuando le confiesa lo que le pasa cuando es obvio que debería ayudarlo a superarlo. No entiendo al hijo de Kevin, que cambia de camiseta como jugador a punto de retirarse. Salvo a los jóvenes «noviecitos» Jill y Michael (y al personaje de Regina King), no entiendo a casi nadie.
El único episodio que realmente me devolvió la fe en THE LEFTOVERS fue el sexto, centrado en un enfrentamiento tenso entre las vecinas Erika y Nora y que tenía un fuerte contenido dramático y emocional, dejando de lado casi toda la peripecia bizarra de lado. Sí, es cierto, el show se apoya en un hecho bizarro que sucedió en el pasado pero me resulta mucho más creíble y tocante cuando lo toma en serio, como algo posible. Si bien es claramente una metáfora (la extraña desaparición de un 2% de la población puede significar/representar muchas cosas no necesariamente ligadas a la Biblia), es un punto de partida fortísimo para una serie. Y en este episodio se lidia con eso (de hecho, son los personajes más descreídos del aspecto milagroso/religioso/New Age de la serie). Pero el dolor tratado con profundidad vende poco. Venden más los terremotos misteriosos, los hombres inmortales, las personas en coma que reviven y cosas por el estilo. Yo no compré…
De todos modos, las críticas fueron en general muy positivas. Calculo que a muchos les convenció este giro estilístico o no les molestó demasiado. Calculo que otros quieren seguir recibiendo sus suscripciones gratuitas a HBO –el dinero que se mueve en torno a la TV por cable me está haciendo dudar cada vez más de la «objetividad» de los analistas respecto de sus bondades– y otros genuinamente la encontraron atrapante. Yo admito que tiene su fuerza y su intensidad narrativa, pero les aseguraría que no se sostiene en una segunda visión. Es todo cáscara, trucos de magia y guiños para entendidos. El drama está en otra parte. Me temo que, salvo excepciones (como RECTIFY, por ejemplo), en la televisión está desapareciendo.
100% de acuerdo. Es bastante molesto que los personajes no respondan a ninguna lógica, ni siquiera a alguna lógica interna del relato, hacen literalmente ‘cualquier cosa’.
Tal vez ahí este el encanto de la serie, que no respondan a ninguna lógica. Para mi, muy buena. Saludos
mucha crítica pero te tragaste 6 capítulos seguidos y has escrito 12 párrafos extensos. A mi me encantó.
No estoy muy de acuerdo con lo leído anteriormente. Personalmente viví la segunda temporada casi como una catarsis, las emociones de los personajes eran perfectamente transmitidos al televidente, y se nota que por parte del equipo de guionistas hubo una perfecta planeación, a diferencia de la primera temporada en que quedaron tramas y personajes en el aire (como la mejor amiga de Jill y esos gemelos que no aportaban mucho a la trama)
Coincido con que esta serie es adicitiva en cuanto necesitás saber qué pasa en el próximo capitulo, y casi no se saborean los episodios, no son potables vistos sueltos, como pasaba con otras grandes series como Sopranos o The Wire.
Sin embargo caí en la adicción de comida rápida mientras se me va Fargo y descubro alguna otra serie de las «buenas».
No entendí. Fargo te gusto o no?
Saludos
diego
Muy de acuerdo con la crítica. Coincido también que el episodio de «las piedras» es el mejor, lejos. Hay una gran identificación del espectador en el episodio del «hotel» cuando Garvey le pregunta al recepcionista «me estás tomando el pelo?». Creo que toda la temporada se resume en eso, aunque todo muy bien logrado, envolvente y adictivo. Pero que no invita para una tercera temporada, ni aunque sea la última.
Paso
Totalmente de acuerdo con la crítica, ya me habían avisado que se trataba de una serie con sello «Lindelof 100%» pero ante la catarata de opiniones positivas que está recibiendo la tercera temporada (actualmente en emisión) me decidí hace algunas semanas a darle una oportunidad.
No voy a decir que me arrepienta del visionado de las dos primeras temporadas, pero si es cierto que es una serie que no deja ningún tipo de poso en el espectador y que muy probablemente genere más bien algún que otro sentimiento de ira cuando uno se ve nuevamente engañado por un producto que es claramente «fast food» televisivo.
Es tremendo el esfuerzo de los creadores para que nos resulten interesantes los personajes (repetid conmigo: “es una serie de personajes”), toneladas de lágrimas, toneladas de citas, toneladas de diálogos vacíos que no van a ninguna parte, todo echado por la borda cuando ves claramente como las motivaciones de dichos personajes son las que se le antoje al guionista para preparar algún tipo de trampa argumental.
Cuando el hastío ya es insoportable llega el mago Lindelof y abre una trama argumental fantástica e insospechada: El humo negro, el oso polar, el hotel purgatorio, el ciervo loco, etc. Todo en el momento justo antes del bostezo, y ya justo antes de terminar el episodio te obsequia con la resolución de una de esas «trampas de guion» que ha ido dejando diseminadas.
Al final la pregunta que te haces es siempre la misma ¿Porque estoy viendo esto?
Viendo lo excitadísima que anda la gente con la tercera temporada pronostico que Lindelof se va a marcar un LOST 2.0. La serie finalizará y todas las dudas argumentales seguirán abiertas porque… claro… es que se trata de una serie sobre personajes. La legión de admiradores de Lindelof se lo pasará pipa, pero algún que otro pobre despistado se llevará un duro revés.
Sinceramente, ya somos mayores en esto de las series, hemos visto maravillas como «The Wire», «Mad Men», «Breaking Bad» y otras. ¿De verdad necesitamos todavía ese momento de «cliffhanger» para seguir una serie?