Estrenos: «Mecánica popular», de Alejandro Agresti y «Salud rural», de Darío Doria
Una larga noche de verborragia, alcohol e intentos de seducción son el centro de esta nueva película de Alejandro Agresti, en la que el director de VALENTIN vuelve a cierto formato (o forma) que supo darle algunos buenos resultados mucho tiempo atrás. Aquí se trata de un veterano editor literario (Alejandro Awada), alcohólico y desencantado de […]
Una larga noche de verborragia, alcohol e intentos de seducción son el centro de esta nueva película de Alejandro Agresti, en la que el director de VALENTIN vuelve a cierto formato (o forma) que supo darle algunos buenos resultados mucho tiempo atrás. Aquí se trata de un veterano editor literario (Alejandro Awada), alcohólico y desencantado de casi todo, que una noche recibe la visita en su editorial de una mujer joven (Marina Glezer) que no logra conseguir que su manuscrito sea tomado en cuenta por él y exige ser atendida, leída y eventualmente publicada.
A lo largo de la noche en la que se pasarán hablando, discutiendo y más, Awada aprovechará para explayarse y dar a conocer tanto su pensamiento sobre el mundo (especialmente, el de la cultura) como una parte importante de su historia personal mientras la chica tratará de colar sus opiniones como puede, exigiendo ser al menos escuchada, tomada en cuenta. Pero raramente lo logrará. Lo único que le importa al personaje es escuchar su propia voz y, bueno, ya se imaginan que más…
El monólogo del personaje de Awada es, de algún modo, una larga parrafada propia del realizador, una suerte de gran queja sobre la modernidad, sobre el snobismo, sobre los falsos intelectuales jóvenes, sobre la incapacidad intelectual de los que no atravesaron la dictadura y un manifiesto del desencanto que se verá trastocado cuando esta mujer le traiga a la memoria a otra de su pasado (Romina Ricci), que se confundirán en su presente. Otro rol importante lo juega Patricio Contreras como el sereno del lugar que al oír ruidos se hace presente en las oficinas primero para chequear qué pasa y luego para participar en forma más activa en la intensa situación que la escritora y el desgastado editor mantienen. Un personaje tratado con una condescendencia mayúscula.
El secreto de la película es Awada, que logra convertir los textos imposibles de decir que ha escrito Agresti para él en algo más o menos tolerable. Es una larga diatriba y bastante molesta –aunque el personaje y el director crean lo contrario, o así lo parece– contra todo y todos en un lenguaje entre pretencioso, teatral y literario que nunca parece del todo creíble en la boca de un alcoholizado protagonista. Awada hace milagros para que uno soporte esa parrafada de agresiones –a las mujeres, a los jóvenes, a lo que se le cruce en el camino– y casi lo logra. En su boca, textos imposibles que apenas podrían funcionar en un formato teatral parecen casi aceptables en una pantalla de cine.
Glezer y Ricci –en sus distintos pero cruzados roles– apoyan y sostienen el texto de Awada y lo hacen de la mejor manera posible, pero MECANICA POPULAR es casi una descarga personal del realizador puesta en boca de este gastado y descreído intelectual que se autocritica, sí, pero en el fondo no demasiado. También tiene su peso el personaje de Contreras, que cobrará más fuerza sobre el final, mientras que en un pequeño rol Diego Peretti intentará ponerle un poco de calma al asunto. Le será difícil: la película funciona como una incontinencia verbal de un director enojado con el mundo, con la intelectualidad, con la cultura, con el país y con la vida que, de no ser por un actor notable que transforma eso en algo con cierta forma y peso dramático, sería decididamente intragable.
Este documental se centra en un médico rural que atiende a todo tipo de pacientes y cuya mayor particularidad es su amabilidad, generosidad y cariño por sus pacientes, que van desde los simpáticos comentarios, chistes y hasta apoyo terapéutico, como si el médico en cuestión fuera una mezcla de cura, amigo y doctor.
El Doctor Arturo escucha a los pacientes de manera personalizada y atenta –cultura que se va volviendo cada vez más antigua, ajena– y el filme se dedica fundamentalmente a seguirlo a lo largo de sus tareas cotidianas, que van de ancianas con Alzheimer, a mujeres muy doloridas, a personas con problemas mentales y a jóvenes con intentos de suicidio y así, en un abanico de personas y enfermedades que no conocen de especializaciones.
Pese a la densidad potencial de algunas de las situaciones e historias dramáticas de los enfermos, el filme termina siendo, sencillamente, una celebración de la solidaridad y la generosidad entendida como parte fundamental del trabajo médico. Doria le agrega dos datos que le juegan a favor al filme: el bello blanco y negro de la fotografía y una ausencia casi total de entrevistas clásicas. Tal vez eso nos lleve a perdernos partes de su historia de vida (que, de todos modos, aparecen mostrados a través de una serie de fotografías familiares viejas), pero lo que logra es una inmersión mucho mayor en el mundo y en el presente del personaje que retrata. Y, más sobre el final, de la zona en la que estos personajes habitan en imágenes particularmente bellas.
Ja ja ja ja ja !!! Se tragan y le hacen buenas críticas a películas donde se hablan ridiculeces a troche y moche, mientras me tienen bronca desde que Dieguito Batle ( ese pibe que vi llorando en lo de un abogado porque mintió para hacerse el duro necedades y lo perdoné), me tiene bronca y no se bancó crecer y convertirse en una persona noble. Cuándo quieran y donde quieran, hagamos una entrevista, no cortada, para publicar. No tengan miedo, este tipo de cobardías mal intencionadas de maricas tirando la piedra y escondiéndose atrás de una compu, no funciona más. Hacen lo mismo que muchos políticos, y así estamos, apenas sacando la nariz afuera del medio evo…. A cualquier película se la mata con mala leche de cobarde, que antiguo, que de vecina chusma. De vuelta, cuando quieran. Dan lástima… Beso grande, Ale Agresti
No estaría entendiendo cuáles son la «cobardías mal intencionadas de maricas tirando la piedra y escondiéndose atrás de una compu». Uno podría decir lo mismo de alguien que filma y se esconde detrás de una cámara. Vos filmás. Yo escribo. Vos decís lo que pensás del mundo. Yo digo lo que pienso de tu película. No sé cuál es la cobardia. Suerte con la película.
Lerer
¿Serà que a mis antiguos admirados como Lanata, Casero o porque no, Agresti los ha picado algun mosquito tòxico de alta gama? Cosas vederes Sancho…
Agresti: no voy a dejar que mientas. Vos y Pablo César me hicieron juicio a mi y a La Nación porque publiqué cifras REALES de cuánto adeudaban al INCAA (Uds y/o sus productores). No sólo no lloré sino que cuando se dieron cuenta de que no podían ganar el juicio recularon. Ni siquiera tenían plata para pagar la tasa de justicia, que era creo el 1% de la locura que pedían (el valor de una película). Por mi filmá lo que quieras, no quiero tu «perdón», pero no seas un fabulador. Saludos
No puedo creer lo que leo. Es la primera vez que veo que un director sale a discutir con un crítico en estos términos. Entiendo que los directores ponen la vida y muchas veces toda su plata en su obra y a veces los críticos la matan ….pero.. asi son las cosas, todos tenemos derecho a hacer películas y a criticarlas. En todo caso el que salva la peli finalmente no es la crítica, es el público. ¿ Será verdaderamente Alejandro Agresti ?
Este es el mismo agresti que se puteo en el estreno por que el productor le cambio la música de la película y termino a los gritos en la sala 1 del GAUMONT??
Hace unos días vi de nuevo El Acto en Cuestión y me gustó de nuevo, luego de 20 años de la primera vez. Eso no pasa con muchas películas.
Desde ahí hasta acá Agresti se transformó en un muuerto viviente cinematográfico. Es una lástima. Recordemos a aquel director y no a este nabo.
Coincido, El Acto en cuestión es una muy buena película. Creo que el caso de Agresti es completamente atípico e inclasificable, sobre todo por como empezó como siguió y como está ahora. No se compara con ningún otro director argentino. Talvez en Mecánica (que no vi) puso toda una carga personal que hace que un crítica a la peli sea un crítica directa a su persona.
Siempre fue así Agresti.
Nunca se tomó bien ninguna crítica a sus películas. El trabajo de la crítica –y del periodismo en general, recordando su época menemista– le parece repulsivo y parasitario, salvo que hables bien de él… O le hagas una entrevista , como escribió él antes, en donde le pongas el micrófono y el grabador, lo escuches pontificar y transcribas todo lo que dice. Y ojo con contradecirlo porque te viene a boxear.
No es nuevo. Conozco el tema desde, más o menos, 1997.
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