TV: «Horace and Pete» (Temporada 1)
En una larga, excelente y emocional entrevista que Louis CK dio para el podcast WTF que tiene su colega y amigo Marc Maron, el actor, comediante, guionista y director explica en detalle la génesis y los secretos de la producción de HORACE AND PETE, la serie que autofinanció y distribuyó mediante su propia página de […]
En una larga, excelente y emocional entrevista que Louis CK dio para el podcast WTF que tiene su colega y amigo Marc Maron, el actor, comediante, guionista y director explica en detalle la génesis y los secretos de la producción de HORACE AND PETE, la serie que autofinanció y distribuyó mediante su propia página de internet. Cuenta, entre otras cosas –la entrevista se extiende casi dos horas y pueden escucharla, en inglés, acá— que una de las inspiraciones de la serie fue la obra de Mike Leigh para la televisión inglesa en los ’70, especialmente ABIGAIL’S PARTY, de 1977, que fue una obra de teatro que Leigh y su elenco escribieron en el estilo colaborativo habitual del director inglés y luego adaptaron a la pantalla chica.
Es ese tipo de producción –más aún que las referencias utilizadas por la mayoría de los críticos que vieron la serie de CK– a la que se acerca HORACE AND PETE, una tragedia en diez actos, una extrañeza televisiva cuya mayor radicalidad es la de parecer hecha fuera de tiempo y de registro. Hay que ir a cierta TV europea de los ’70, sí, pero también a los dramas en vivo de la TV norteamericana de los ’50 para hallar productos similares a esta historia de una familia severamente disfuncional que es dueña de un bar de Brooklyn durante más de cien años. Lo que vemos es un escenario, un bar, que bien podría ser parte de una puesta teatral. Es allí donde gran parte de la serie transcurre: en su barra, en sus mesas, en la rockola y el piano. Hay un par de sets más (el living de la casa de Horace, arriba del bar) y algunos otros usados mínimamente (un cuarto, un exterior, un consultorio médico y poco más) en un ejercicio que se ubica mucho más cerca de un teatro realista norteamericano tipo Eugene O’Neill que de buena parte de la TV contemporánea.
La historia es la de tres hermanos que son dueños de ese bar familiar, al que llegan desde lugares y situaciones personales muy diferentes. Pete (Steve Buscemi) tiene algún tipo de problema mental y, luego de estar internado mucho tiempo, vuelve a trabajar pero bajo los efectos de una pesada medicación. Horace es lo más parecido al heredero a cargo, aunque tiene sus enormes dudas respecto al lugar y una pesada herencia personal y familiar que se irá conociendo con el correr de los episodios. Sylvia (Edie Falco) es la hermana que se ha alejado del bloque familiar pero que vuelve con la idea de venderlo ya que necesita dinero para su tratamiento oncológico. El «patriarca» que sigue vivo es Uncle Pete (Alan Alda), quien con su mal humor, virulencia y racismo old school sigue marcando las pautas de lo que era (y sigue siendo) el bar, un lugar avejentado y fuera de moda al que van los mismos clientes de siempre y que no tiene, ni quiere tener, ninguna relación, con la cultura hipster del nuevo Brooklyn. Aquí es whisky, cerveza y nada de «mixed drinks»…
Pero esa hasta cierto punto simpática nostalgia por los bares de mala muerte de antaño se acaba cuando uno va conociendo más y más del pasado de la familia, que se va develando de a poco. En medio de algunas revelaciones y encuentros intensos, HORACE AND PETE combina momentos de humor, reflexiones sobre temas contemporáneos (la serie se grababa la semana previa a distribuirse por lo que es normal escuchar comentarios en la barra sobre temas del momento) y desviaciones narrativas inesperadas. En lo dramático, la serie apuesta por esa reconocida narrativa de la «gran tragedia americana», usando a los personajes como víctimas (y victimarios) de una pesada herencia extendida por generaciones. Y, en lo formal, también recurre a modelos que parecen sacados de algún arcón de los recuerdos estéticos, entre el kitchen sink británico y los recursos formales del teatro realista.
La serie de Louis CK está armada en función de planos largos, monólogos extensos, un sistema de tres cámaras filmando siempre desde el mismo lado (como en las sitcoms clásicas) y con escenas grabadas en vivo. Se podría discutir hasta qué punto es teatro filmado, pero el inteligente uso de los primeros planos y el montaje por parte de CK la saca rápidamente de esa temida referencia: las cámaras son parte fundamental de la fuerza emocional de la serie y cumplen la función de organizar la acción de una manera que pertenece al campo del cine o la televisión. Sin embargo –por el uso de los silencios, por el tono y los temas de la historia– uno no puede evitar sentir un dejo teatral a lo largo de toda la serie, seguramente más ligado al hecho de que no hay nada en TV ni en cine que se le parezca en las últimas décadas.
HORACE AND PETE es más que un homenaje a formatos clásicos y desaparecidos, no se trata simplemente de hacer una suerte de regreso a las fuentes básicas del drama norteamericano contemporáneo. Parte de eso, es cierto, pero su estética es, en medio de los formatos televisivos actuales, casi radical. Desde la forma en la que está iluminada y montada hasta la duración promedio de los cortes, no se parece a nada en la TV contemporánea. Pero no es estrictamente clásica, especialmente en la forma en la que CK (des) estructura la narración, ingresando continuamente por tangentes sin aparente importancia narrativa pero que terminan revelando costados inesperados de los personajes, como un episodio entero que no es otra cosa que una conversación en una mesa del bar entre dos personas.
De todos modos, esta suerte de «retroexperimentación» que hace CK no sería lo que es (¿lo que fue?) sin la potencia emocional que generan sus personajes y sus difíciles historias, sobre las que no conviene adelantar demasiado más debido a sus inesperadas pero dramáticamente consistentes vueltas de tuerca. Es un tipo de producto que se presta para el lucimiento actoral, claro, y allí están Falco, Alda y Buscemi (la mayor debilidad de Louis CK es su capacidad como actor, bastante limitada para este formato), pero también Jessica Lange, Laurie Metcalf, Amy Sedaris y otros, en lo que de a poco se va convirtiendo en una experiencia cada vez más densa (acaso demasiado), una que va encaminada hacia la tragedia, aún con sus pequeños espacios de luminosidad y humor en el camino.
Con su extraño y particular formato de distribución, HORACE AND PETE puede considerarse una verdadera experiencia de televisión independiente, aunque en cierto sentido tal vez ni siquiera tenga sentido considerarlo como «televisión». Es un producto audiovisual, nuevo y viejo a la vez, que responde a una tradición dramática pero que opera desde la individualidad creativa y comercial. Y una de las grandes sorpresas del año.
Esta serie es revolucionaria en dos aspectos:
Primero, porr la forma de ditrubución/financiación.
La segunda porque trajo el teatro a la pantalla. (así como Los Soprano trajeron el cine a la tv).
Como decís vos, acá se nota la mediocridad de Louis para actuar (encima con semejantes bestias!) pero se nota que el tipo realmente ama lo que hace. Tengo entendido que comercialmente no le fue bien. Ojalá que esta experiencia abra puertas a otros tipos de proyectos. Larga vida a Louis CK!
Es muy buena, pero no me reí ni una sóla vez. De lo más triste que he visto.
Y que actor Buscemi, no es ningún descubrimiento, que enorme actor.
Eddie Falco nunca me había despertado ningun sentimiento negativo en ciento y pico de capítulos de Sopranos y Nurse Jackie y acá al tercero la odiaba.
Larga vida a todos ellos.