Shows: Wilco en el Festival BUE
La banda estadounidense con más de veinte años de carrera y diez discos de estudio editados vino por primera vez a la Argentina y dio un show inolvidable en la segunda noche del Festival BUE. Liderada por Jeff Twedy, Wilco mostró sobre el escenario las cualidades que la hacen una banda única, una combinación de clasicismo y experimentación enmarcada en la mejor tradición del rock norteamericano.
Wilco existe en un universo no del todo asimilable a las categorías convencionales del rock, por lo que siempre resultó difícil clasificar a la banda bajo algún tipo de formato: demasiado tradicional para los amantes del rock indie, demasiado indie para los cultores del rock clásico, demasiado sobria y madura («dad rock») para los que esperan «actitud rockera» en sus bandas, demasiado deforme para los que buscan sonidos más claramente definidos (country, folk, pop, etc) y amables. Pero es esa zona intermedia –y el impresionante talento como compositor de Jeff Tweedy– son los que la vuelven, también, una banda única, especialmente desde que, promediando su carrera decidieron dar un vuelco a su estilo con discos como «Yankee Hotel Foxtrot» y «A Ghost is Born».
Esperados por sus fans desde hace años –la banda existe desde 1994 y ya lleva editados diez discos– llegaron por primera vez a la Argentina el sábado 15. El formato de Wilco en vivo no se ha modificado demasiado desde los cambios de miembros en la banda hace más de una década. Tweedy maneja el escenario con la comodidad de alguien que conoce de memoria su territorio y los temas han cobrado en vivo una forma en algunos casos muy distinta al original (solo basta darse una vuelta via Spotify por los discos originales y comparar cómo fueron grabados y cómo suenan hoy) gracias especialmente al aporte de dos de sus «nuevos» miembros: el baterista Glenn Kotche y el veterano guitarrista proveniente del jazz y la música avant-garde Nels Cline.
Si bien Cline no fue parte de la grabación de esos discos de quiebre –y sí, curiosamente, de los posteriores y un tanto más tradicionales–, es en buena parte su guitarra la que fractura el sonido de Wilco en vivo. Las composiciones de Tweedy son de una belleza musical y poética que responden a los cánones de ese género llamado Americana y que bebe del country, el folk, el blues, el soul y el rock, pero los desbordes de Kotche y, especialmente de Cline, deforman esa belleza en vivo hasta convertirlos en otra cosa que solo puede llamarse Wilco. Solo basta escuchar las idas y vueltas de tempo de «Via Chicago», el desborde guitarrero de «Impossible Germany» y, especialmente, esa canción que parece compuesta para el lucimiento de ellos dos («Art of Almost») para darse cuenta.
Ese doble juego (canciones clásicas, instrumentación elaborada, disruptiva y por momentos virtuosa) se sintió claramente en el extraordinario show que dieron en el segundo escenario del BUE, una gran elección de lugar para una banda que suena como suena Wilco y que no se apoya en fuegos de artificio visuales. Repasando temas de toda su carrera –con una llamativa preferencia por canciones de «A Ghost is Born», tal vez su álbum musicalmente más experimental–, la banda de Tweedy fue mostrando su faceta más distorsionada y potente (es curioso ver a Cline sacar sonidos virulentos de sus decenas de guitarras casi sin moverse dos pasos) en temas como «Random Name Generator», el citado «Art of Almost», «The Late Greats» y en el cierre con la germánica «Spiders (Kidsmoke)» y la solicitada «I’m a Wheel», además de algunos temas más estrictamente rockeros de su primera época como «Outta Site (Outta Mind)», «Box Full of Letters» o «I Got You (At the End of the Century») que son los que funcionan mejor en vivo.
De todos modos, Tweedy no dejó de lado en el set su faceta más melancólica, de baladas mid-tempo a la que de todos modos la banda coloreaba con apuntes no convencionales. La mencionada «Via Chicago» es una suerte de balada acústica a la que le han un sumado en vivo un par de electroshocks (solo basta compararla con la versión grabada en «Summerteeth») mientras que «Impossible Germany» empieza como un tema folk acústico y evoluciona hacia una serie de solos angulares y furiosos de Cline que se extienden por cinco minutos. Pero también estuvieron las bellísimas «Jesus, etc», «Hummingbird», «Misunderstood» y «Theologians», momentos de reposo y pura emoción del show.
Pero acaso las canciones que mejor definen lo que es Wilco son temas como «I’m Trying to Break Your Heart», «I’m the Man Who Loves You», «Handshake Drugs», «Dawned on Me» o «I’m Always in Love» –más algunas de las mencionadas antes y otras que lamentablemente no tocaron– en los que las distintas aristas de su sonido parecen conjugarse y convivir cómodamente: melodías bellas e impecables que se prestan naturalmente a ser revoleadas de aquí para allá en vivo, aunque sin perder casi nunca el control formal del formato canción y de sus tiempos. (Nota: para el setlist completo pueden ir aquí)
Como toda banda que no juega con un modelo previamente establecido (y menos en vivo), habrá quien prefiera el modelo más «americano» clásico de Wilco y sus arranques de virtuosismo o show-off les sonarán fuera de lugar. Otros sentirán que sin eso Wilco pierde mucho de su originalidad y fuerza, lo que la convierte en lo que es. Kotche es un ejemplo claro de esa dualidad: es un baterista extraordinario al que se podría decir que le sobra para tocar algo como «Heavy Metal Drummer», pero por momentos juega, casi como el personaje que da título a esa canción, el juego de la sudoración, la explosión y el virtuosismo. Y lo hace muy bien´, aunque no exento de ironía. Lo mismo que Cline, el otro miembro que llama la atención sobre sí mismo (bah, sobre sus manos), cosa que no hacen ni el tecladista Mikael Jorgensen ni el histórico bajista John Stirrat –ambos con look de recién salidos de la oficina– y solo de vez en cuando el visualmente alejado multinstrumentista Pat Sansone.
Pero el centro, el eje sobre el que gira todo, es y será siempre Tweedy, su líder tímidamente carismático y extremadamente talentoso. Es él el quien maneja los tiempos, los climas, los momentos de reposo y de furia de la banda, tanto en los discos como en los shows. Es por él donde se cruzan el cancionero tradicional americano, el krautrock, el indie rock y varios etcéteras más. Es «el balance de la fuerza», como dirían los fanáticos de STAR WARS. Acaso no sea tan casual, después de todo, que su anteúltimo disco se llame así…
PD. También vi a John Grant y Juana Molina (dos muy buenos shows), Flaming Lips (convertido en un Cirque du Soleil de sus propios grandes éxitos) y Pet Shop Boys, con un típicamente sólido set plagado, para mi gusto, de demasiados temas nuevos.