Estrenos: «Jack Reacher: sin regreso», de Edward Zwick
Esta nueva adaptación de la serie de novelas de Lee Child acerca de un ex policía militar vuelto justiciero que protagoniza Tom Cruise es una sólida aunque no espectacular película de acción y suspenso que le debe casi todo su universo de refrencias al cine policial de la década del ’80.
Sé que las críticas no deben realizarse de manera comparativa. Es algo que sucede a menudo en festivales de cine donde una película no nos impresiona demasiado porque la vemos después de una obra maestra y, cuando luego se estrena acá –en medio de media docena de películas en su mayoría mediocres– la volvemos a ver y nos damos cuenta que estaba muy bien. Pero es imposible evitarlo, es casi un reflejo natural, como tantos otros ligados a lo que rodea a la experiencia cinematográfica concreta y específica.
¿Qué cuernos tiene esto que ver con JACK REACHER: SIN REGRESO se preguntarán? No, no enloquecí tras las elecciones norteamericanas (bueno, bastante amargado estoy), sino que me tocó verla un día después de DOCTOR STRANGE y no pude dejar de pensarlas y sí, compararlas, mientras las veía. No se trata de si una es mejor que otra –las dos son películas aceptablemente buenas, con sus méritos y problemas–, pero son tan radicalmente opuestas en su forma de generar acción y suspenso que dejan en evidencia los enormes cambios que han habido en el cine industrial norteamericano en los últimos 30 años.
¿Por qué 30? Porque la serie de JACK REACHER, en cierto modo, aspira a remedar cierto cine ochentoso de acción: un thriller a escala relativamente humana, con asuntos que se resuelven a los golpes o con alguna arma clásica y tramas comprensibles acerca de tráfico de armas y algunos secretos militares que se ocultan por detrás. Los efectos especiales están, pero disimulados, tratando que no se noten los trucos. Y los villanos quieren hacerse unos millones sin que los atrapen. DOCTOR STRANGE es, bueno, todo lo contrario: efectos especiales digitales todo el tiempo, escala intergaláctica, enredadas tramas, eternas escenas de acción, villanos que quieren «conquistar el mundo» y así.
Cada uno con su propuesta, es cierto, y a juzgar por la taquilla es dable pensar que hay más gente interesada en el Ojo de Agamotto y en un tal Dormmamu que en un ex militar que intenta limpiar su nombre y a la vez capturar a unos traficantes de armas mientras acompaña en similar búsqueda a una colega que fue a prisión por meter sus narices donde no debía. Juntos son dinamita, diría una publicidad de la época, y algo de eso hay. Si hay algo bueno que tiene Tom Cruise es elegir muy interesantes actrices para acompañarlo en sus películas. Y en el caso de Cobie Smulders (una veterana del universo Marvel), la elección no podía ser mejor. Ella es en cada paso su par y la película los tiene casi con igual protagonismo.
Donde creo que Cruise se equivocó en esta secuela es en la elección de director. Sí, es cierto que Edward Zwick viene filmando desde los ’80 y ese tipo de cine le es natural, pero no es un gran director y no se destaca por su originalidad o ingenio en la puesta en escena sino, más bien, por su tendencia a ponerle unos ganchos emocionales a sus relatos de acción que muchas veces son forzados. En este caso eso bien podría estar representado por el personaje de Samantha (Danika Yarosh), una adolescente que podría ser una hija no reconocida de Reacher, que se ve forzada a sumarse con ellos en la fuga e investigación y que aporta, a la vez, problemas y soluciones. Pero le suma un supuesto toque de emoción que nunca funciona del todo bien.
Pero JACK REACHER 2, como todas las películas en las que está Cruise, termina siendo «una película de Cruise»: hay una lógica que parece no alterarse, como si en el fondo él secretamente las dirigiera. El protagonista efectivo y profesional que no para un segundo, el hombre intenso que corre todo el tiempo y no siempre está muy conectado con sus sentimientos, el héroe casi sin dobleces que por más que se cuelgue el traje de «antihéroe» siempre trata de hacer lo correcto. En ese sentido, la relación que tiene con Smulders –hay atracción pero se mantiene dentro de lo profesional– juega un papel raro en la película, ya que Zwick coquetea todo el tiempo con que algo sucederá pero es como si el propio Cruise lo impidiera quien sabe si en plan de no convertir a la coprotagonista en un mero «interés romántico» o por motivos más personales. ¿Cuál fue la última película en la que un personaje de Tom tuvo sexo con alguien?
Más allá de eso, la película puede no estar a la altura de la original porque el guión no fluye tan bien y porque Zwick es menos interesante como director que Christopher McQuarrie, pero es una película de Tom Cruise hecha y derecha, de esas que los que sabemos apreciar sus virtudes como actor y como clásica estrella de Hollywood siempre queremos ver. Y el tipo no nos falla, una vez más.