Estrenos: «La idea de un lago», de Milagros Mumenthaler
La nueva película de la realizadora de «Abrir puertas y ventanas» se centra en una mujer que, mientras trata de armar un libro fotográfico sobre su dura historia familiar (su padre desapareció durante la dictadura militar), recuerda momentos de su infancia en Villa La Angostura. Carla Crespo, Rosario Bléfari y la niña Malena Moirón protagonizan esta original y sensible propuesta.
Inspirada en el libro de poemas y fotografías POZO DE AIRE, de Guadalupe Gaona, la nueva película de la directora de ABRIR PUERTAS Y VENTANAS es otra exploración acerca de los lazos familiares y la memoria, pero esta vez envuelta, si se quiere, en un ropaje un tanto más experimental en cuanto a la forma que en su opera prima. La película narra en varios tiempos la historia de Inés (Carla Crespo), una treintañera embarazada que ya está separada del padre del futuro bebé (Juan Barberini) y que prepara un libro autobiográfico sobre su historia familiar, uno que mezcla fotografías (ella es fotógrafa) y textos. El eje central de ese libro y de esa búsqueda es su padre, desaparecido durante la dictadura.
Ese proceso de búsqueda –con el que su madre (Rosario Bléfari) no quiere tener mucho que ver– se traduce, en el filme, en una serie de flashbacks a su infancia, especialmente a sucesos que tuvieron lugar en Villa La Angostura, donde su familia tenía una casa. La película transcurre en buena parte allí, contando los juegos, aventuras y algunas situaciones que vivió Inés siendo pequeña, algunas de las cuales entran en el terreno de lo onírico (como la escena musical con una canción de Neil Diamond que tiene la niña con un auto en medio de agua), pero retorna siempre al presente, con la búsqueda casi metafísica de Inés, entre otras cosas a partir de una foto, la única que tiene con su padre.
La ambiciosa película busca conectar emocionalmente con ese recorrido de la protagonista y, a la vez, plantea una distancia formal con esos mismos hechos, los que muchas veces se ven desde una perspectiva más analítica que sentimental. El gran logro de Mumenthaler es salir indemne de ese desafío tonal y temático, que implica mezclar estilos y formas (más distanciadas en ciertos momentos, más directas en otros) pero también encontrar la manera de volver sobre un tema (la identidad, la memoria, la desaparición de personas durante la dictadura) evitando los lugares comunes del caso.
La niña narra a la niña y la adulta narra a la adulta y esas diferentes maneras de conectarse con la realidad (el juego y la canción de cuna frente al análisis y la construcción artística a partir de esos mismos recuerdos) conviven en LA IDEA DE UN LAGO: el pasado y la idea de un pasado, la memoria como una reconstrucción hecha de retazos, de magia y también de pesadillas.
(Crítica publicada durante el Festival de Mar del Plata)
Entre la literatura y el cine: Pozo de aire, de Guadalupe Gaona y La idea de un lago (2016), de Milagros Mumenthaler.
“Me paro en la proa del bote, mi papá en la isla, un conquistador en malla, me da la mano. Mi mamá corre a buscar la cámara. Clic. Esta es la única foto que voy a tener sola con mi papá. El invierno llega más rápido de lo esperado y se lleva todo. El 21 de marzo de 1977 desaparece mi papá. Pero esa foto queda. Y muchas fueron las veces que revisé el cajón de la mesita de luz de mi mamá para mirarla. Es en la imagen que más confío”…Este párrafo dice muchas cosas acerca de la obra titulada Pozo de aire. Su autora, Guadalupe Gaona, creo un libro muy particular donde las fotos de bosques y lagos patagónicos se combinan con instantáneas familiares de los años 70. Junto a esas imágenes podemos encontrar poemas que evocan pequeños instantes cotidianos. El padre de la poeta, Gustavo Gaona (un militante de la Juventud Universitaria Peronista que fue secuestrado por las fuerzas militares), es un fantasma siempre presente.
El párrafo citado anteriormente también aparece en La idea de un lago (2016), de Milagros Mumenthaler. Inspirándose en Pozo de aire, la directora argentina logró crear un hermoso relato sobre la ausencia y las respuestas pendientes, sin abordar el contexto político (de hecho, apenas lo sugiere). Su punto de partida fueron las secuencias visuales que imagino mientras iba leyendo el libro, siempre con la idea de respetar su impronta documental. Guadalupe Gaona amplia las definiciones y habla de los procesos creativos: “Es una historia de ausencias, relatos fragmentados, recuerdos que no eran tales y que sólo provenían de las imágenes del álbum familiar. A mí me interesó el proyecto de Milagros porque le daba vida, movimiento, a toda esa historia. Buscamos los mismos lugares donde se habían tomado las fotos del álbum. Milagros iba escribiendo el guión y me lo iba mostrando. Hablamos mucho de cine, de fotografía y de la relación de las dos disciplinas con la memoria”.
Gaona se preguntaba si en ese proceso “no se iba a borrar la huella que implica todo documento fotográfico. Pero el trabajo que Milagros hizo con su equipo fue muy minucioso. Se filmó en la casa de mis bisabuelos, en Villa La Angostura. Y para mí fueron dos semanas de convivencia con un equipo de gente que de alguna manera se convirtió en una nueva familia. Reprodujeron con actores las fotos de mi madre, mi padre y mi hermano Gustavo, copiando al detalle todo el vestuario, filmando en los mismos lugares donde se sacaron las fotos y buscando la misma luz”. Y agrega: “Creo que hubo que perder algo de todo eso relacionado con la realidad para que la película cobrara vida. Para mí la pregunta clave era cómo hacer para que la película, que es una ficción, sea un acto de memoria y no borre el documento que ella misma incluye. Porque tratándose de la desaparición física de personas durante la dictadura militar, sería doblemente trágico que ocurriera eso. El rol de la fotografía en relación con temas de la memoria acentúa su carácter de huella de la realidad. Cuando el cuerpo desaparece, la fotografía, que es una grabación de lo real, se convierte en una prueba de existencia”.
Milagros Mumenthaler modificó algunos nombres y creo situaciones nuevas para la película, que nos muestra distintas etapas en la vida de Inés (Carla Crespo): su infancia, su juventud y su presente adulto. Ella es una fotógrafa que prepara un libro autobiográfico de imágenes y poemas e intenta relacionarse con su mamá (Rosario Bléfari) y su hermano menor Tomás (Juan Greppi). Inés, además, está embarazada y separada de su pareja (Juan Barberini). Su pasado llega a nosotros a través de flashbacks. Algunas escenas son curiosas: en una, por ejemplo, la pequeña Inés (interpretada por Malena Moiron) nada en el lago junto a un Renault 4 verde mientras se escucha un tema de Neil Diamond. Hay otra, muy hermosa, en la cual ella juega con un grupo de chicos. En medio de la noche y entre los árboles del bosque, vemos, entonces, la luz de varias linternas. Esas luces después se transforman en algo más impreciso…
Sin embargo, la escena más sugerente se relaciona con el fantasma del padre. Inés sale de uno de las habitaciones mientras los otros chicos duermen. Camina por la noche y se detiene. En otra sala están reunidos los adultos…Esa imagen coincide con un verso de Guadalupe Gaona: “La familia que choca sus copas y ríe a carcajadas/ apenas me arrulla/ Entre ellos y yo/ hay un pozo de aire”. Más allá del ventanal su papá los contempla en silencio y se retira. Inés ingresa, entonces, en un espacio negro, abstracto. Él está ahí, moviendo una cuna y cantando con voz dulce El lagarto está llorando, de Federico García Lorca. Es un instante muy significativo y melancólico. Gaona dice que el cine y la fotografía “son como casas llenas de fantasmas”: Milagros Mumenthaler y su equipo lograron capturar muy bien ese concepto…