Estrenos: «Pasajeros», de Morten Tyldum
La dupla que integran Jennifer Lawrence y Chris Pratt –dos de las estrellas más taquilleras del momento– no logra insuflarle vida a esta rutinaria película de ciencia ficción de ingeniosa y prometedora premisa pero de desarrollo mecánico y poca inspiración visual.
Casi una institución en Hollywood es el anuncio anual de los llamados guiones de la «Lista Negra» (Black List). No se trata de guiones prohibidos ni censurados, sino que son aquellos que han circulado por varios estudios, han sido leídos y admirados, pero nunca han sido producidos. El guión de PASAJEROS integraba esta lista desde 2007 hasta que finalmente, tras varios intentos que se frustraron por problemas presupuestarios (uno tenía como protagonistas a Keanu Reeves y Emily Bunt, pero sus 120 millones de dólares de costo lo tornaron irrealizable) apareció el dinero gracias a una dupla que, hoy por hoy, parece comercialmente imbatible: Jennifer Lawrence y Chris Pratt.
Pero ni el famoso guión ni los protagonistas de LOS JUEGOS DEL HAMBRE y GUARDIANES DE LA GALAXIA lograron estar a la altura de lo que se esperaba. ¿Qué pasó en el medio? Difícil saberlo, pero como primera posibilidad diría que la elección del director fue equivocada. El realizador de origen noruego Morten Tyldum saltó a la fama internacional con EL CODIGO ENIGMA, un par de años atrás, un prolijo combo entre drama y thriller que tuvo un excesiva repercusión en los premios Oscar, con ocho nominaciones. No vi las películas previas de Tyldum como para entender a quién se le ocurrió que era un nombre potable para un proyecto tan complicado de sacar adelante, pero es claro viendo la película que el hombre raramente encuentra el tono, el estilo y, sobre todo, la densidad emocional y dramática de la historia.
Es cierto que no es una película sencilla. Un poco como MOON, de Duncan Jones, es una película con poquísimos personajes que transcurre mayormente en una nave espacial. No hay demasiados elementos con los que jugar más alla de una muy buena trama, grandes actuaciones y, especialmente, una sólida puesta en escena. Y PASAJEROS no logra brillar en ninguno de esos rubros. En el mejor de los casos, apenas cumple. Es una película prolija y rutinaria, un tanto fría y desangelada, que ni siquiera los carismáticos protagonistas consiguen insuflar de vida. Comparativamente, una película como GRAVEDAD parece un apabullante combo de acción y emociones. Y mejor ni compararla en cuanto a espectacularidad audiovisual.
La trama tiene un punto de partida ingenioso: una nave está viajando desde la Tierra al planeta Homestead II con 5.000 pasajeros que se irán a vivir allí en estado de hibernación por 120 años. Si bien la película no entra en detalles, sabemos que estamos en un futuro relativamente lejano y que la Tierra está superpoblada, casi inhabitable y dominada por corporaciones. Una de ellas, con planeta propio (la citada Homestead) ofrece este pack a sus viajeros. Pero un meteorito mucho más grande que los habituales choca contra el escudo protector de la nave provocando que una de las cápsulas de hibernación se rompa y su ocupante, Jim Preston, se despierte. Hay un problema: la cápsula se rompe a los 30 años de viaje y al muchacho le quedan 90 añitos para estar allí solo, sin salida y con la seguridad anatómico-bíblica de que no llegará vivo a destino.
La película dedicará su primera y mejor parte a mostrar, al estilo Tom Hanks en NAUFRAGO, los intentos fallidos de Jim –que es mecánico– para resolver el asunto con herramientas, despertar a los tripulantes, lo que sea. Sin poder hacer nada, lo que le queda es disfrutar los lujos y entretenimientos que le ofrece la nave (que, en otro toque «político» no del todo desarrollado, no son para él ya que sacó el pasaje más económico) y emborracharse en el bar que maneja Arthur (Michael Sheen), un barman-robot que por inexplicados motivos está «en funcionamiento» todo el viaje. Pero pasa el tiempo y Jim empieza a deprimirse cada vez más. Hasta que ve a otra ocupante hibernando (Jennifer Lawrence) y, luego de dudarlo mucho, toma una previsible pero moralmente impresentable decisión: despertarla.
De ahí en adelante la película seguirá mostrando la relación entre ambos, los problemas que empiezan a acechar a la nave y dejará pendiente el suspenso de qué pasará cuando Aurora se entere de lo sucedido. Pero pese al carisma de los protagonistas, la película no alcanza nunca a crecer dramáticamente. Los intentos de darle una pátina cómica a ciertos momentos también caen en saco roto, como chistes rebotando el eco silencioso de la nave, prístina y elegante, pero diseñada con la frialdad de una cadena hotelera escandinava. Es un diseño que tiene sentido en términos, si se quiere, futuristas, pero que no ayuda a la comodidad ni de los dos pasajeros ni la de los espectadores, dandonos la sensación que estamos viendo una suerte de pequeña obra de teatro entre dos personas en medio de un enorme estadio.
Por supuesto que habrá un tercer acto donde más problemas aparecerán (del tipo técnico en la nave) y allí Tyldum se perderá aún más, sin encontrar jamás una forma plausible desde lo visual y lo narrativo de traducir bien lo que sucede, más allá de algunas imágenes potentes ligadas a la falta de gravedad o a las esporádicas salidas al espacio exterior. Es que todo se ve además demasiado limpio, demasiado pulcro, demasiado «estudio», como si la mitología de la película OPERACION AVALANCHA (una que da a entender que la llegada del hombre a la Luna fue una puesta en escena para la televisión) fuera cierta. Y ni hablar de la forma en la que resuelve la cuestionable decisión moral de su protagonista. Es como si al final la producción hubiera decidido terminar la película en un punto X porque se les acabó el dinero y dijeron: «Basta, hasta acá llegamos».
Una película menor del género «perdidos en el espacio» (THE MARTIAN/MISION RESCATE, de Ridley Scott, es un espejo en el que debería mirarse), PASAJEROS es una oportunidad perdida teniendo en cuenta la fama del guión original –aparentemente muy cambiado en el producto final– y del carisma de los protagonistas. No es, como algunos críticos norteamericanos han escrito, una película impresentable o sin valor alguno, pero es evidentemente un filme fallido, menor, mucho más mecánico y rutinario de lo que podría haber sido en manos de un director con más nervio y conocimiento del género.