Estrenos: críticas de «El cielo del centauro» y «El teorema de Santiago»
Se estrena la película que marca el regreso del director de la mítica «Invasión» a Buenos Aires, una suerte de thriller existencial acerca de un francés que recorre la ciudad buscando a una esquiva y misteriosa persona. También se verá un notable documental sobre la producción de ese filme, dirigido por Ignacio Masllorens y Estanislao Buisel.
EL CIELO DEL CENTAURO, de Hugo Santiago
La nueva película de Hugo Santiago, el realizador argentino de INVASION, fue coescrita por Mariano Llinás y producida por La Unión de los Ríos, admiradores y herederos de una tradición que el director radicado en Francia inauguró en el país hace medio siglo. Esa mezcla ajustada de sensibilidades se nota en un filme que claramente es deudor de la manera de ver el cine de ambos, en lo que podría ser un thriller urbano, misterioso y elíptico, que transcurre alrededor de distintas locaciones de Buenos Aires y que toma a la ciudad casi como la verdadera protagonista.
EL CIELO DEL CENTAURO podría definirse como una historia detectivesca/existencial en la que un marino francés llega a la ciudad para entregarle un paquete a una misteriosa persona conocida por todos pero inhallable. Previsiblemente, las cosas se van complicando cada vez más ya que ni la persona ni el paquete en cuestión son lo que el hombre esperaba, lo que lo obliga a embarcarse en una suerte de gira de idas y vueltas por la ciudad buscándolo y encontrándose con una serie de personajes igualmente inquietantes y extraños por el camino.
Suerte de HALCON MALTES en el que el “Fenix” en cuestión (el paquete que nuestro inocente y boquiabierto francesito debe entregar) es menos importante que la coreografía de acontecimientos que van de lo bizarro y humorístico al suspenso y que incluye escenas de enorme belleza y elegancia visual (la película es en un pristino blanco y negro, apuntalado con algunos colores estratégicamente posicionados) junto a otras algo más fallidas y un pequeño desvío hacia la divulgación histórica con un recorrido fascinante y didáctico sobre la obra del pintor Cándido López.
El filme mantiene algunas constantes propias de películas de Santiago pero embebido del espíritu del cine de “desventuras narrativas” que lo emparenta con los filmes de Alejo Moguillansky, el citado Llinás y hasta de Matías Piñeiro, en su devenir narrativo y urbano alejado de la psicología y que encuentra en el propio placer por la aventura misma su gran argumento y fuerza. Un regreso más que bienvenido a un realizador que no filmaba aquí desde que Borges y Bioy Casares le escribían los guiones… (Crítica publicada durante el BAFICI 2015)
EL TEOREMA DE SANTIAGO, de Ignacio Masllorens y Estanislao Buisel
Este documental sobre el trabajo de Hugo Santiago en la producción de EL CIELO DEL CENTAURO es un must para cualquier estudiante de cine o analista interesando en el quehacer cinematográfico. La experiencia del veterano realizador de INVASION, radicado en Francia, volviendo a la Argentina a hacer una película con un grupo de jóvenes productores (integrantes de La Unión de los Ríos y El Pampero, que incluye entre otros a Mariano Llinás, Laura Citarella, Alejo Moguillansky, Agustina Llambí Campbell y Martín Mauregui, entre otros) es un ejemplo de los encuentros y desencuentros, del choque entre dos sistemas de trabajo y culturas de producción que se hermanan a partir del amor por el cine.
La película está dividida en tres partes. La primera se centra en el intercambio epistolar entre Santiago y Llinás en la etapa de guión y preproducción, en la que queda claro que la manera de trabajar (y de escribir emails) de ambos son muy distintas. Pero el asunto se volverá más espeso en la segunda parte, la de la producción, en la que chocarán metodologías contrapuestas: la puntillosa dedicación de Santiago a la construcción de cada plano (el “encuadre” por escrito) con el estilo más libre de los realizadores de HISTORIAS EXTRAORDINARIAS, OSTENDE o EL ESCARABAJO DE ORO en cuanto a la organización del tiempo, el espacio, las locaciones, el presupuesto, la puesta en escena, el respeto al máximo por el guión, etc. Una tercera parte se dedicará al montaje (hecho en París entre Santiago y Moguillansky) en el que similares diferencias saldrán a la luz y en la que el “teorema” en cuestión hará su fulgurante aparición en escena.
La película funciona como una clase cinematográfica, desde la observación de la construcción de cada plano, las discusiones que se tienen antes, durante y después del rodaje, con entrevistas que no interrumpen el flujo del relato sino que aportan a expandir y profundizar sus ideas y conflictos, ese choque de talentos (y de egos) que es hacer una película. Como dice Llinás en un momento del filme, el equipo se entregó a la forma de hacer cine de Santiago aún cuando no entendían (y acaso no compartían) sus decisiones acaso ancladas a otra época, pero a sabiendas que todo eso que el realizador intentaba hacer existía en su imaginación y él necesitaba plasmarlo de esa manera y no de otra: detalle por detalle, encuadre por encuadre, teorema por teorema. Una película imperdible del festival y una lección de cómo hacer una película sobre el trabajo cinematográfico.