
Estrenos: crítica de «El viajante», de Asghar Farhadi
La película del director de «La separación», que compitió en el Festival de Cannes y acaba de ganar el Oscar a la mejor película extranjera, es un drama sobre una pareja que entra en crisis tras una confusa situación en la cual la mujer es abusada sexualmente y el marido reacciona de la peor manera posible.
Tal vez la más efectiva y ajustada de las películas que, dentro de la competencia del Festival de Cannes, pueden integrar el grupo del llamado “realismo socio-cultural” (las otras serían las de Mungiu, Loach y los Dardenne), el nuevo filme del iraní Ashgar Farhadi retoma un tema relativamente similar al de LA SEPARACION, en el cual un hecho confuso e incómodo desarma la vida de varias familias.
La película comienza con un edificio cuyos cimientos empiezan a temblar, lo que obliga a una pareja (Emad y Rana) a escapar del lugar y mudarse. Ambos son actores y están trabajando en una puesta de LA MUERTE DE UN VIAJANTE y no les queda otra que mudarse a otro departamento, uno que pertenece a una mujer que, se deja entrever, se prostituye. Esto terminará conduciendo a una confusión en la cual un hombre entra a la casa a buscar a esta mujer y se encuentra con otra, la nueva habitante…
Cuando Emad llega a su casa encuentra rastros de sangre y a su mujer golpeada, lo que conduce a una serie de enfrentamientos y problemas. Emad, por un lado, tratando de entender qué pasó y de desenmascarar al culpable. Ella, Rana, prefiriendo el silencio, con miedo, tras la situación que suponemos traumática. Y si bien ella parece querer olvidar el asunto, él está decidido en encontar a la persona que la golpeó o, acaso, la violó. Eso lo llevará a más de una sorpresa, no solo en relación a quién resulta ser el acusado en cuestión sino a qué actitud tomar una vez que se sabe quién es el culpable. Y eso los dividirá acaso de una manera más profunda que el hecho en sí.
Drama realista con elementos de suspenso a la manera de sus anteriores películas, con extensos diálogos, confusas situaciones de violencia y diferencias de criterio sobre qué actitudes tomar al respecto (tanto LA SEPARACION como su anterior ABOUT ELLY tenían temas similares), EL VIAJANTE ahonda en cuestiones específicas de la sociedad iraní al respecto de situaciones de este calibre, que seguramente serían tratadas de otra manera en una sociedad con menos influencia religiosa.
Las idas y vueltas de la relación de la pareja, especialmente a partir del incidente, se develarán no solo en una secuencia larga e intensa de investigación del orden policial, sino las profundas diferencias que se pueden manejar en una pareja respecto a temas centrales como son la familia, la culpa, el miedo, el perdón y el sometimiento. Y, especialmente, esa cosa posesiva –y potencialmente tan agresiva como la violencia física– que muchas veces se confunde con aquello que llaman amor.
(Esta crítica fue publicada durante el Festival de Cannes 2016. El filme acaba de ganar el Oscar a la mejor película extranjera… si es que no se confundieron de sobre)
…Si es que casi siempre se han confundido de sobre…¡En más de 80 años!
Creo que más allá de si la película merecía o no el óscar, y de si esto obedeció a cuestiones extracinematográficas (harto cansino debate si consideramos la ristra de omisiones y coronamientos injustos de tan mediáticos premios por razones ajenas al cine a lo largo de su historia), lo interesante aquí es la impronta de la corrección política. Y máxime cuando un presidente elegido constitucionalmente pretende subvertir derechos civiles básicos.
Evidentemente «Tony Erdmann» estaba mejor «posicionada» a pulso su buen hacer. Pero que solo un estúpido decreto movilizase el favor hacia la representante de un país estigmatizado,en medio de un clima político estadounidense caldeado, es solo la punta del «iceberg». Y es que entran en juego acá un proceder siempre a tono de todo, menos de la objetividad. De la misma manera que la alemana se queda sin su merecido premio, y galardonan a otra que pudo favorecerse del apoyo popular con un autoveto tanto calculado como sincero ( con todo y la suspensión final de la prohibición por un juez,¿previó el realizador lo ocurrido al fotógrafo sirio, que no iraní?),casi nadie voltea la vista atrás y recuerda cómo cintas que van de «Vietnam pide paz» a «Paradise now» se quedaron sin premio, merced a cavilaciones henchidas de mucha inquina política y poca sesuda valoración cinéfila.
Gana Farhadi con un producto correcto,pero quizá menor a las que fueron su punta de lanza en el padre patrón Occidente («A propósito de Elly» y «La separación»), por no hablar ya de la que es sin duda su mejor y más auténtica obra: «Los fuegos artificiales del miércoles». Si echamos la vista atrás y recordamos qué otras inmerecidas obtuvieron este mismo premio, la verdad, pudo haber sido peor…
En fin, que la biempensante Academia, que un año quiere congraciarse con unos y otros, según los vientos políticos que corran, ha querido demostrar, tanto en este rubro como en el que está en el pináculo, su bonhomía y entrega a la extrarradio frente a los desmanes dimanados del solio presidencial. Empero, tanto orlan en un año una cinta que demostraba que el núcleo familiar teheraní y sus avatares eran universalmente reconocibles, como al año siguiente su mejor película, anunciada o prohijada desde la mismísima Casa Blanca, era aquella que por poco pintaba al «enemigo persa» en la peor estela del rancio orientalismo…
¿Se necesitan mayores confusiones?