Estrenos: crítica de «Después de la tormenta», de Kore-eda Hirokazu
Sin la rigurosidad formal de sus mejores películas de décadas pasadas, lo nuevo del realizador de «After Life» y «Nadie sabe» continúa la exploración en las vidas de complicadas familias japonesas, aquí con un padre irresponsable que busca una segunda oportunidad como protagonista.
Tras una serie de documentales, Kore-eda Hirokazu hizo su aparición en el panorama internacional ya hace casi veinte años con la premiadísima AFTER LIFE, en la que ya se encontraban esparcidos en sus distintos protagonistas muchos de los temas que seguirían en su obra desde entonces. Pero si bien las temáticas se han mantenido, estilísticamente el director ha ido cada vez más adocenando su lenguaje cinematográfico hacia un registro más convencional, envolviendo a sus humanistas historias sobre problemáticos personajes que intentan encontrar un camino «justo» en la vida en ropajes cada vez más estandarizados, uno podría decir hasta «comerciales» dentro del panorama del cine japonés.
Muy buenas películas posteriores como NADIE SABE (2004) o UN DIA EN FAMILIA (2008) fueron dando paso a otras como DE TAL PADRE, TAL HIJO (2013) o OUR LITTLE SISTER (2015) en el que similares temáticas encontraban desarrollos más estructurados, previsibles y hasta convencionales, aún cuando no perdían jamás el interés debido a la preocupación –casi obsesión– del director por el tema de las relaciones familiares. Se puede decir que DESPUES DE LA TORMENTA (2016) continúa en esta línea, aunque tiene algunos elementos de interés que la acercan a sus mejores películas de la década pasada.
El filme, al que uno podría imaginar pronto para una remake hollywoodense, se centra en Ryota, un hombre que promedia los 40 y que ha tenido una breve carrera como escritor de éxito pero hoy está bastante perdido en su vida. Divorciado de su mujer, con la que tiene un hijo al que ve una vez por mes, trabaja como investigador privado y suele gastarse todo el dinero que gana en apuestas y alcohol. Cuando muere su padre –con el que no tenía buena relación– llega a la casa de su madre dispuesto a vender o empeñar cosas suyas, pero no encuentra nada de valor, por lo que sigue con deudas, en especial con su ex mujer, a la que no le pasa dinero. Y si bien trata de hacer las cosas correctamente (y su madre, pese a saber sus limitaciones y egoísmo, intenta ayudarlo), siempre se mete en algún inconveniente, cegado por su egoísmo, su pasión por el juego o sus traumas familiares.
El filme se centra en su vida y en sus siempre confusos intentos por recuperar la relación con su hijo, al que se acerca de maneras poco convencionales, usando su trabajo como investigador para espiarlo en sus actividades diarias. A la vez, aprovecha su profesión para otras actividades no del todo lícitas. De todos modos, cada uno de sus intentos por ganar dinero terminan en alguna apuesta fallida: lotería, carreras, etc. Hasta que la tormenta a la que hace alusión el título le presente una inesperada oportunidad de recomponer de manera un poco más sana los lazos fracturados de su familia, que incluye a su igualmente egoísta pero más socialmente adaptada hermana.
Una de los ángulos más interesantes que la película tiene para ofrecer es su retrato de una familia japonesa de bajos recursos, la manera en la que viven, piensan y administran sus ingresos, y cómo el dinero juega un rol importante a la hora de todos los intercambios personales. El otro, el central, el del promisorio y perdido escritor que busca una segunda oportunidad en su vida es un tanto más gastado y previsible, si bien Kore-eda lo maneja con una delicadeza y economía de recursos poco usuales en el cine occidental. Son esos pequeños apuntes personales –los momentos entre Ryota y su madre, los recuerdos que tiene de su padre– los que le agregan un plus a una película cuyo recorrido dramático se adivina desde los primeros quince minutos.
Eso, y la manera de acercarse a esa temática tan cara a la tradición del cine japonés como es el shomin-geki, filmes centrados en las vidas de las clases trabajadoras, hace que DESPUES DE LA TORMENTA emocione aún dentro de su previsibilidad formal y narrativa, algo que se logra especialmente en su última parte, la que sucede durante y después del tifón que da título al filme. Allí es el personaje de su madre el que se vuelve clave y fundamental.
Como sucedía en el cine de sus maestros Mikio Naruse y Yasujiro Ozu (el propio Kore-eda se reconoce más en la comparación con el primero que con el segundo, en especial por la clase social de sus personajes, si bien su cine actual no posee la rigurosidad formal ni el virtuosismo de ellos), esos pequeños momentos elegíacos y humanos a la vez son los que lo convierten en un cineasta-faro en su país, por más que sus películas vayan cada vez alejándose más del realismo que pretenden retratar y asemejándose a amables y esperanzadoras fábulas.