Estrenos: crítica de «La villana», de Jung Byung-gil

Estrenos: crítica de «La villana», de Jung Byung-gil

por - cine, Críticas, Estrenos
22 Nov, 2017 10:54 | Sin comentarios

Esta producción coreana se centra en una violenta y entrenada asesina profesional que tiene una peligrosa misión. Las espectaculares escenas de acción y persecución son lo más atractivo de esta impactante película asiática.

La película de Jung (CONFESSION OF MURDER) es un salvaje viaje a lo profundo de la violencia con escenas de acción y una trama delirante como sólo los asiáticos pueden animarse a hacer. En este caso, el filme coreano (cinematografía que heredó y profesionalizó esos formato de la hoy alicaída industria de Hong Kong) bebe tanto de esas influencias como del local Park Chan-wook (ecos de OLDBOY resuenan en lo temático y también en lo formal) para narrar una historia que puede compararse con la de NIKITA, KILL BILL y tantas otras películas sobre asesinas profesionales.

La película, cual videogame, atrapa desde el inicio con un largo plano secuencia (falso, pero muy bien realizado) en el que una persona que no vemos liquida a decenas de rivales en los pasillos y escaleras de un edificio. Promediando el plano veremos que es una mujer. Atrapada luego por las autoridades es encerrada en un lugar en el que entrenan a agentes especiales para misiones secretas. Allí ella tendrá una hija, saldrá y la involucrarán en una misión particularmente difícil que tiene que ver con su pasado y en la que no sabe en quién confiar. Pero entre flashbacks, complicaciones narrativas y un romance con un vecino, LA VILLANA se va enredando demasiado en su trama y deja al espectador esperando otra delirante y salvaje escena de acción.

Y las tendrá. Varias persecuciones (una muy bizarra, con motociclistas y espadas) y combates sangrientos de todo tipo ocuparán la primera y la última media hora de un filme de 128 minutos que en el medio se pierde en el tedio autogenerado de su complicados giros narrativos. Pero cuando Jung vuelve a lo que mejor sabe hacer, la película crece. Más allá de cierto sadismo (muchas de las escenas más cruentas tienen niños como testigos y hasta participantes), las coreografías de acción armadas con pequeñas cámaras y Go-Pros le dan un toque muy realista que disimula los efectos digitales. Y vuelve al espectador un partícipe del delirio de sangre y muertes. Una película que funcionará muy bien con el público «de medianoche» y un director al que seguramente Hollywood ya le encargará la secuela de algunos de sus tanques.