Estrenos: crítica de «La forma del agua», de Guillermo del Toro
La nueva película del realizador de “El laberinto del fauno”, gran favorita para ganar varios Oscars, es una historia de amor y solidaridad entre marginados (monstruos o no) en los Estados Unidos de la década del ’60. El filme que protagonizan Sally Hawkins, Richard Jenkins, Michael Shannon y Olivia Spencer es una fábula romántica y política, pero también una carta de amor al cine.
Pero el caso más claro de “otredad” es, digamos, La Criatura (Doug Jones, via motion capture), a quien el gobierno norteamericano ha traído desde el Amazonas sin saber bien para qué. En realidad, esta suerte de “Dios Lagarto”, combo de hombre y criatura con algún tipo de poder extraordinario, está encerrado en el enorme laboratorio en el que Elisa y Zelda trabajan (hacen la limpieza) solo para que no se lo lleven los soviéticos y saquen ventajas con él. En plena Guerra Fría, para los militares (representados por el agresivo y torturado Strickland, interpretado por Michael Shannon en su ya patentado estilo virulento) es más importante sacarle cosas a los rusos que pensar si se puede hacer algo o no con ellas.
Si bien la temática ligada a la política internacional está tratada algo superficialmente, funciona como un clásico McGuffin narrativo que moviliza la acción. Elisa conoce a la Criatura que Strickland trae y a la que trata como un prisionero político, agrediéndola físicamente a niveles insoportables. Y generando similar agresividad de parte de la víctima. La chica primero se apiada de él y luego empieza a comunicarse. Con gestos, lenguajes de señas, comida (al “monstruo” le apasionan los huevos, parece) y música, Elisa y esta lagartija gigante establecen una conexión que deben mantener secreta ante los demás. Hasta que la situación obligue, por decirlo de alguna manera, a tomar el bicho por las patas.
LA FORMA DEL AGUA se vuelve a partir de allí una historia de amor y de solidaridad. Si bien en los papeles el grupo que trata de ayudar a la criatura a sobrevivir y, quizás, a lo E.T., volver a su hogar, puede sonar a cliché de descastados, Del Toro logra que cada uno de esos personajes se transforme en un ser querible y creíble. La conexión de Elisa y Giles (que aman el cine clásico, la TV y la música de las big bands de los ’50) es tan palpable y humana como la de Elisa y Zelda, hermanadas también por similares motivos. Con la excepción de una escena (en la que Elisa hace un discurso en lenguaje de señas que subraya en exceso los temas del filme), Del Toro prefiere apostar a la magia, a los detalles de la puesta en escena, al juego con la música y el color, a la fantasía (en un curioso momento la película se vuelve un musical como los del ’30) y a la mitología de los monstruos tan cara al cine de esas épocas para poner en juego sus ideas.
A esta altura de su carrera, y seguramente con decenas de ofertas para dirigir grandes franquicias comerciales, el director de CRONOS prefiere apostar a relatos oscuros, románticos y cinéfilos en los que puede dar rienda suelta a su desaforado amor por el cine clásico. Lo hizo en la excelente y un tanto incomprendida LA CUMBRE ESCARLATA y vuelve a repetirlo aquí, en un proyecto cuyo universo comercial seguramente será más reducido que el de una secuela de TITANES DEL PACIFICO pero en el que parece haber puesto todas (o casi todas) sus obsesiones sobre la mesa. Quizás algunas nominaciones al Oscar puedan ayudar a que esta extraordinaria película encuentre el público amplio que merece.
Pero más alla de sus perspectivas comerciales (que, en estos casos, son secundarias) queda claro que estamos ante un relato mágico, emotivo, cadencioso –se toma su tiempo para “arrancar”, deja que cada personaje tenga su mundo– y muy personal. Un cuento de hadas que es, a la vez, oscuro y luminoso, denso y amable, que produce espanto pero que también es capaz de estrujar el corazón como solo pocos cineastas contemporáneos (los citados Spielberg, Haynes y Burton, y no muchos más) se atreven a hacerlo. Sin temor, sin verguenza. Confiando que el amor y el cariño que sienten por sus incomprendidas criaturas se trasladará a los espectadores y que serán ellos los que, acaso entre lágrimas, terminen de darle forma y emoción a sus maravillosos y humanistas relatos.
Estimado Diego, ahora estarás en Berlín, seguramente ajeno a la locura de esta ciudad.
Cuando leas esto, la peli se habrá estrenado y sólo quiero decirte gracias.
Gracias porque yo no soy fan de del Toro como vos, y tu crítica, apasionada a full fue lo que me empujó a verla. Realmente se nota cuando algo te gusta mucho. La claridad de los conceptos es apabullante. Como cuando estamos seguros de algo, no?
Y gracias a del Toro, porque superé mi ínfimo entusiamo por El laberinto del fauno (su supuesta obra maestra) a la que hallé redonda en su fantasía y sumamente cuadrada en su realidad. Como un niño contando una historia de adultos. Algo fallaba. Y era la realidad; la GuerraCivil española. Cierta torpeza para narrar esa parte. Personajes de Disney haciendo crueldades de personas de carne y hueso. Me chocaba esa contradicción. La veía muy naif e infantil. O cínica;dependiendo de qué lado de la mansiòn encantada se encontrase.
Pero esto es otra cosa. Por primera vez, siento que la política alimenta la fábula y viceversa. No son dos películas distintas. Están integradas. El villano (Michael Shannon) sigue siendo un villano de los «del Toro»; pero también es un villano de Disney. Y eso está muy bien. Es consecuente con la fábula. Con la puesta. Con el dispositivo narrativo. Es coherente. Y del Toro le aplica su «gore» (esos dedos!, el gato!) sin que sea un desatino de tono. Yde Sally Hawkins, que decir? La amo desde Happy Go Lucky. Nadie la quiso en la de Leigh. Ahora ven que estaban todos equivocados?
Y me parece a mi o del Toro alcanza aquí los niveles del narrador que es Spielberg. Encuentro muy «spielbeguiana» a La forma del agua.
Sólo dos cosas, que quiero agregar y una tercera que fue mi primer impresión:
1) Quén es el hijo de puta que compara esto con Amelie? Respuesta: aparte de algunos críticos medio salames, el propio Jeunet, o sea, un gran HIJO DE PUTA. Un zorro falso y apóstata. ¿Qué tiene que ver su histérica y artificiosa película (artificiosa en el peor de los sentidos: el de la FALSEDAD IMPOSTADA) con La forma del agua? Que es romántica? Por dioss. El francés debería estar preso por haber engatusado a un montón de gente. Y la gente engatusada, al rincón. Si, ODIO Amelie. Que quede claro que esto no lo es.
2) No es mi peli favorita de las que se están estrenando (dudo que algo supere a Call Me By Your name) pero tiene mi ESCENA GUAU del año y gran candidata para lo que resta. De las «que se te cae la mandíbula». Y ocurre bajo la lluvia, con Sally Hawkins con paraguas. No voy a decir nada más. Ok, que no me importa que el cielo está retocado digitalmente; que eso es parte del artificio (del bueno: el de la FALSEDAD NO IMPOSTADA que no es condenscendiente con el público;que se nota que viene de las entrañas del director y que no es un videoclip de dos horas hecho para atontarte los sentidos, se entiende?) Que hace algo con la lluvia que creo no haber visto nunca, y que es una be-lle-za!!
3) Carol se casa con El monstruo de la laguna negra en el set de Puente de espías.
Gracias de nuevo y buen viaje de regreso!
Ojalá hayas visto algo tan bueno como CMBYN y El otro lado de la esperanza en esta edición!