Series: crítica de «The Handmaid’s Tale» (Temporada 2, Episodios 1-2)

Series: crítica de «The Handmaid’s Tale» (Temporada 2, Episodios 1-2)

Comenzó la segunda temporada de la serie que se basa e inspira en la novela homónima de Margaret Atwood. Con Elisabeth Moss, Joseph Fiennes, Alexis Bledel y Ann Dowd entre sus protagonistas, la serie creada por Bruce Miller apuesta a pintar de manera aún más violenta y traumática el destino de las mujeres en un futuro distópico.

Basada en una novela y una autora reverenciadas desde distintos campos (el literario, el político, el feminista), la serie THE HANDMAID’S TALE fue un éxito, el año pasado, en su primera y en apariencia única temporada. Es que la novela no puede extenderse eternamente y esa temporada hacía uso de casi toda su historia. Pero la serie fue un éxito y, como si eso no fuera suficiente, unos meses después movimientos como #MeToo y #TimesUp crecieron a la par de las constantes denuncias por abusos sexuales, volviendo a la serie en un hecho aún más relevante y actual. Dentro de ese marco –y el de la presidencia de Donald Trump– hay que contextualizar el futuro cercano que narra su segunda temporada.

No porque eso exista en la ficción (al menos en sus dos primeros episodios nadie menciona a Trump y no creo que lo vayan a hacer salvo como algún tipo de broma macabra) sino porque es el contexto que la envuelve, desde su primer minuto, su primera escena. La segunda temporada debe lidiar con una trama en muchos casos original que no se apoya necesariamente en hechos de la novela, por lo que es dable pensar que fue escrita al calor de estos recientes eventos. Y si no lo fue, parece haberlo sido.

Los que no vieron la primera temporada deberían parar acá ya que hay algunos SPOILERS. Los que están al día pueden seguir sin problemas ya que no adelantaré demasiado. El final nos había dejado a Offred (Elisabeth Moss) huyendo, embarazada de Nick (Max Minghella), de la casa en la que había estado como «criada» al servicio del tal Fred (Joseph Fiennes) y su esposa Serena (Yvonne Strahovski). Si bien Nick le había dicho que se quedara tranquila ya que iba a un lugar seguro, se encuentra con algo muy distinto a eso: más torturas, más persecución, más obligaciones, más Tía Lydia (Ann Dowd). Y si bien las noticias de su embarazo logran que las cosas se calmen para ella –cuyo nombre, ya se sabe, es June Osborne– la situación sigue siendo repugnante.

Entre flashbacks a su vida familiar «pre-revolucionaria», June/Offred consigue escapar de ahí y empezar una fuga/escondite que por el momento sigue siendo eso. En su segundo episodio la serie duplica la apuesta y narra otra historia en paralelo: la de Ofglen/Emily (Alison Bledel), quien sigue prisionera y ahora trabajando en un zona campestre –la referencias visuales la pintan como una mezcla de plantacion de esclavos con campo de concentración– lejos de todo y rodeada de enfermedades. De ella también conoceremos su historia previa, que debería permitirnos entender algunas de sus acciones, entre ellas las que ocurren cuando una mujer –interpretada por Marisa Tomei– arriba al lugar, también como prisionera.

La historia está empezando (este año son doce episodios) pero lo que queda en claro son dos o tres ejes que sin duda serán claves. Por un lado, que la serie ahora es aún más consciente que antes de su actualidad y relevancia temática. En cada plano, cada canción elegida, cada punta dramática que surge no hay dudas que los creadores tienen muy claro qué mensaje quieren dar y no son demasiado sutiles al hacerlo. Es así que cada situación incluirá abusos sexuales, ataques a la libertad de prensa, ataques a cualquier preferencia sexual que no sea hetero y todo tipo de violencia de género. Y la voz en off, la música y la puesta en escena llevarán aún más al frente ese subtexto.

A tal punto está ahí la prioridad que uno ya no puede decir que eso sea el subtexto de THE HANDMAID’S TALE. Se trata sobre eso, es su texto, su trama y su historia. El problema de esa autoconciencia, o de esa inversión estructural de la narración clásica, es que al estar todo sobre la superficie la trama en un punto se vuelve un poco irrelevante, como si el drama estuviera enmarcado de manera tal que nada parece poder escaparse de su eje, lo cual lo vuelve en extremo subrayado y por momentos hasta obvio y previsible.

El otro es, al menos hasta el momento, que a falta de una historia tan contundente y clara como la de la primera temporada, los creadores han decidido apoyarse más en el relato visual, apostando al suspenso y hasta a cierta melancólica contemplación de lo que es ese apocalípsis fascista en el que se ha convertido Estados Unidos (Gilead, en la ficción). Si a eso uno le suma la potencia del rostro y la capacidad actoral de Moss uno puede encontrar a esta temporada más interesante que la anterior, ya que en un punto es más cinematográfica, con más climas y suspenso puramente visual. Ahora, si lo que uno espera es un desarrollo más «televisivo» de trama, trama y trama puede pensar que los autores están estirándolo todo para llegar con algo para contar a los doce episodios.

En sus dos primeras horas lo que queda claro es que veremos una serie estéticamente bastante diferente a la primera (las locaciones, al menos por ahora, son totalmente distintas) pero que será difícil que sorprenda como lo hizo aquella. No por sus posibilidades dramáticas –como GAME OF THRONES, al no basarse ya en un libro los showrunners pueden llevarla para donde quieran– sino por esa falta de ambigüedad temática que hasta ahora parece tener. La serie sabe qué quiere decir y hacia donde quiere ir, lo cual no necesariamente es algo positivo a la hora de pensar en sorpresas o revelaciones. Será probablemente relevante como reflejo de su tiempo, lo cual no necesariamente quiere decir que sea una gran serie. Pero para saber eso con mayor seguridad habrá que esperar diez semanas más.

Nota: no haré crítica de cada episodio sino solamente de esta doble introducción y otro al final de la temporada.