TV: crítica de “Robin Williams: Come Inside My Mind”, de Marina Zenovich
A cuatro años de su muerte este documental recupera la figura carismática, genial y perturbada del comediante que se hizo célebre en televisión (como el extraterrestre Mork en “Mork & Mindy”) y en películas como “Buenos días, Vietnam”, “La sociedad de los poetas muertos” y “Papá por siempre”, entre muchas otras. Un homenaje gracioso y emotivo de un personaje inimitable.
La mente es un lugar extraño, inasible, misterioso. Y cuando uno se topa en la vida con personas como Robin Williams eso queda tan en evidencia que es imposible negarlo. Invadido por una multitud de voces, talentoso hasta el extremo de hacer maravillas humorísticas con ese caos creativo, el actor habrá tenido serios desórdenes psíquicos (bipolar, quizás, aunque en el filme nunca se menciona ese término) pero la mayoría de las veces encontró la forma de canalizarlos y convertirlos en una disciplina artística personal. Williams no era un comediante de stand up, tampoco un actor en el sentido más convencional: era algo así como una radio encendida sobre el escenario, atravesado por cientos de voces e ideas, un apabullante display de referencias e ironías, siempre atento al mundo que lo rodeaba y a su propia manera de enfrentarse a él.
El personaje artístico de Williams parecía vivir dentro de una televisión haciendo zapping las 24 horas, algo que queda claro viendo su personificación vocal de ALADDIN o BUENOS DÍAS, VIETNAM. Esa voz poseída por personajes casi nunca dejaban que saliera a la luz el propio Robin, pero lo que en otras personas podía ser una patología de internación hospitalaria (el propio Williams dijo sentirse identificado con los homeless que hablan solos por la calle luego de interpretar a uno de ellos en PESCADOR DE ILUSIONES) en él se transformaba en humor. Ácido y voraz, por momentos, pero finalmente llenos de empatía con el espectador. Podía decir las cosas más crudas y agresivas pero jamás parecía enfadar a nadie.
El documental COME INSIDE MY MIND (título cuyo doble sentido es adecuado, aunque un tanto grueso) servirá especialmente a aquellos que no conocieron al Williams más maníaco y voraz, ese que surgió en los clubes de comedia a fines de los ‘70 y que se hizo famoso en televisión gracias al clásico MORK & MINDY, el de los shows de stand up y el de sus primeros éxitos cinematográficos, digamos, hasta el principio de los ‘90. Profesionalmente, y salvo excepciones, su carrera posterior fue bastante menos interesante, ligada a demasiadas películas de auto-ayuda en la que proyectaba esa idea de payaso amable que lo cura todo. Pero más allá de analizar su carrera profesional, el documental de HBO —muy oficial en su punto de vista y lleno de geniales materiales de archivo y entrevistas a sus colegas, familiares y amigos— intenta, como su título lo dice, explorar ese terremoto creativo que era el comediante que murió en 2014.
En ese sentido, se trata de dos horas imperdibles, llenas de materiales inéditos (escenas no usadas de películas, improvisaciones en tomas y así) que solo aumentan el mito de su permanente creatividad, su hiperactivo profesionalismo y, a la vez, su complicada relación con el alcohol, las drogas y la depresión. Como muchos actores/comediantes, Williams necesitaba ser mirado, querido y aplaudido permanentemente y solo salía de ese modo ON para reponer energías en la más callada y tranquila soledad de su familia. Pero no lo resistía demasiado. Pronto necesitaba otro subidón adrenalinico de contacto con el público, casi una descarga de esas voces e ideas que se acumulaban en su cabeza.
El filme se organiza en torno a entrevistas grabadas con el propio Robin, pero nunca en el formato clásico sino con su voz narrando los hechos a través de esas mismas editadas conversaciones con distintos interlocutores. El filme tiene, sí, entrevistas más clásicas, y sirven mucho para conocer más al personaje, su relación con los demás y escuchar decenas de anécdotas. Por allí aparecen, además de su primera esposa y su hijo mayor, colegas como Steve Martín, Billy Crystal, David Letterman y su compañera en MORK & MINDY, Pam Dawber, entre otros. La estructura es bastante cronológica, en especial respecto a su infancia, juventud e inicios. Ya cuando comienza su carrera en cine la estructura se vuelve más episódica y confusa, pero para ordenarla está Wikipedia. El documental prefiere usar ejes temáticos para atravesar esa zona.
Cómico y emotivo, COME INSIDE MY MIND es un documental imperdible, también, para los interesados en la lógica y hasta la patología del humor, donde el genio y el delirante se separan por detalles acaso casuales. A título personal, entrevisté una vez a Williams allá por 1995 en ocasión del estreno de JUMANJI. Fue una de las experiencias más graciosas y extrañas de mi vida profesional. No podía parar de reirme y a la vez me resultaba asombroso ver a una celebridad pararse y saltar en un sillón haciendo decenas de voces en una entrevista para tres periodistas extranjeros desconocidos. Más que profesional (que lo era) lo que parecía necesitar era la risa del que lo veía y escuchaba, alimentarse de esa adrenalina que genera ver que el otro disfruta y se divierte con lo que estás haciendo. Ese recuerdo coincide a la perfección con la manera en la que se narra a Williams en la película. Un torbellino generoso y amable que jamás podía decepcionar a su público y que trataba de lidiar con sus demonios, muchas veces, a través del humor. Hasta que su cabeza no pudo más.
(A partir del 6 de agosto, por HBO. Ver todos los horarios, aquí)