Berlinale: críticas de «System Crasher», de Nora Fingscheidt y «By the Grace of God», de François Ozon
Otras dos películas pasaron, sin destacarse demasiado, por la competencia oficial. Un drama sobre una niña problemática y un relato sobre el caso real de un juicio a un religioso francés por abusos sexuales.
SYSTEM CRASHER, de Nora Fingscheidt (Competencia) La segunda película de competencia tiene una premisa intrigante y un arranque feroz, prometiendo más de lo que termina entregando. Es la historia de Benni, una chica de nueve años con una infancia difícil, que ha sido dejada en centros de ayuda ya que su madre no puede lidiar con ella y posee una personalidad temible. Benni es impulsiva, violenta, incontrolable, cualquier cosa la saca de quicio y grita, golpea, rompe cosas y pone su vida en riesgo y la de los demás. Imaginen a una niña rubia de 9 años con rostro angelical –cuando quiere– descontrolada a niveles pocas veces visto e imaginarán de que va el asunto.
La película se centra en los infructuosos intentos de encontrar un lugar o una situación que la calme o al menos tranquilice un poco. Ni terapias alternativas, ni familias sustitutas, ni una medicación que elude tomar parecen poder bajarle el enojo y la tensión que lleva consigo y que explota ante cualquier circunstancia. Benni quiere estar siempre con su madre, pero ella no es que la ignora sino que no la puede controlar, ni tampoco sus novios y hasta sus hermanitos corren peligro ante su presencia. A la película no le interesa tanto dilucidar porque la niña se comporta así sino tratar de ver qué se puede hacer con esos casos.
La directora debutante, con su estilo hiperactivo y furioso, coloca al espectador en una situación incomoda ante el personaje porque nos hace entender, hasta un punto, porqué actúa como actúa, pero a la vez está al borde de convertirse en una villana a la que uno quiere ver lejos, especialmente cuando pone en peligro la vida y salud de otros niños.
Esa incomodidad se va haciendo más fuerte y un tanto más obvia sobre el final cuando es evidente que no parece haber forma de que esto termine más o menos bien por más buenas intenciones que los adultos pongan. Y es esa última parte del film la que, de una manera un tanto adolescente y bordeando lo morboso, le baja un par de puntos a esta película que, al menos en sus primeros dos actos, manejaba una zona más compleja de grises y sutilezas entre los personajes.
BY THE GRACE OF GOD, de Francois Ozon (Competencia) El caso real de un cura de Lyon que, durante muchos años, abusó de muchísimos niños en la ciudad es tratado por el realizador francés de una manera un tanto curiosa para él, manteniéndose fiel a los hechos reales y tratando de mostrar la intimidad del trabajo de un grupo de hombres que toman la decisión de hacer público que fueron abusados y tratan de llevar al padre y a sus superiores a juicio.
Ozon va yendo y viniendo por los distintos personajes relacionados con el caso, eligiendo una estructura de cuatro partes, lideradas cada uno por un personaje diferente. El primer denunciante es Alexander (Melvil Poupaud), que saca el tema a la luz pese a pertenecer a una familia muy católica y practicante. Luego lo hará François (Denis Ménochet), que es el que se dedica de manera más agresiva a organizar una campaña para denunciar al religioso, seguido por otro abusado, el mediador y organizado Gilles (Éric Caravaca). Y, por ultimo, lo hará Emmanuel (Swann Arlaud), que acaso es el que quedó más visiblemente golpeado por los abusos y que se suma el grupo una vez que ellos ya hacen públicas sus denuncias.
La pelicula es larga, 137 minutos, y un tanto repetitiva en su construcción, con escenas que se parecen demasiado entre sí y en las que salen a la luz no solo los abusos del religioso sino las estrategias posibles para acusarlo. En ese sentido el filme no es muy creativo y no se parece demasiado a otras películas de Ozon, ya que bordea cierto registro naturalista y casi televisivo en la construcción de la trama que hoy sigue en pleno proceso. Lo que sí vale la pena de la pelicula –acaso el único punto que valida su aparición en el festival—es la descripcion de la intimidad de los denunciantes, ya que en los tres casos citados queda claro que el “heroismo” que conlleva hacer público este tipo de acosos se ven complicados por reacciones no siempre positivas de los propios familiares y parejas de los abusados/denunciantes.
Ese costado, menos conocido, le da a este film –que en otro sentido es hasta mecanico y moroso– una complejidad que de otra manera no tendría. Es que los hombres que salieron a enfrentar un enorme dolor que los atraviesa de por vida se encontraron con apoyo, sí, pero también con mucha resistencia. No sólo pública, de vecinos, escuelas, autoridades o, previsiblemente, de la propia iglesia. Sino de algunas personas que, al menos todos suponemos, deberian solidarizarse y ayudarlos. Pero cada familia es un misterio…