
Estrenos: crítica de «El vicepresidente: más allá del poder», de Adam McKay
La nueva película del director de «La gran apuesta» utiliza un sistema similar al de aquel film para contar la historia de Dick Cheney, el hombre que manejó la política norteamericana –y en cierta medida del mundo– durante casi toda la década pasada. Crítica publicada originalmente en La Agenda.
Acaso los personajes más peligrosos sean los que no se notan. Los que se ocultan detrás de un rostro sin gesto y una apariencia olvidable. La historia (política y la del cine también) suele recordar a las grandes figuras o a aquellas que, por distintos motivos, se convirtieron en personajes por “mérito” propio. Ni haca falta que los nombre, todos sabemos quienes son o fueron. Pero “El vicepresidente: más allá del poder” –que acaba de conseguir ocho nominaciones a los premios Oscar, incluyendo mejor película y director– no trata de ese tipo de personas sino de aquellos que manejan los hilos del poder por detrás de los que ponen la cara frente al público. El caso de Dick Cheney es uno de ellos, acaso el más importante de la historia reciente, un personaje a simple vista anodino y oscuro, que manipuló –en general para su conveniencia e interés personal– buena parte de las decisiones políticas de los Estados Unidos en las últimas décadas.
Si bien “El vicepresidente” intenta hacer un recorrido histórico/biográfico por la figura de Cheney, su principal interés –como lo adelanta el título– está en los años en los que fue vicepresidente de George W. Bush, que incluyeron el atentado a las Torres Gemelas y las posterioress guerras en Afganistán e Irak. A diferencia de otros vices, trabajo que tiende a ser más decorativo que ejecutivo, Cheney fue el cerebro e ideólogo que llevó a los Estados Unidos y a otras potencias a invadir Irak en busco de armas de destrucción masiva que no existían a partir de intereses que, claramente, poco y nada tenían que ver con “la defensa de la libertad” y mucho más con beneficios económicos/empresariales.

Pero la etapa “vice” de Cheney es prácticamente un segundo episodio en la vida del hombre. En la película más ingeniosa que inteligente, más pícara que verdaderamente inquietante, hecha por Adam McKay, queda claro que la vida política de este sujeto gris podía haber terminado “happily ever after” cuando era un ejecutivo de una importante compañía petrolera habiendo causado, si se quiere, un daño relativamente menor. Pero el llamado del pequeño, díscolo y un tanto ridículo Bush (Sam Rockwell) le permitió avizorar que podía realmente tomar las grandes decisiones de ese gobierno, bien a sus espaldas, bien convenciéndolo de cualquier cosa.
El problema para McKay, similar en un punto a las complicaciones de los manejos económicos de “La gran apuesta”, estaba en cómo hacer atractivo un personaje básicamente aburrido y construir una película alrededor de él sin transformarlo en otra cosa. La tesis central de “El vicepresidente” se destruiría si Cheney fuese, en la ficción, un ser carismático. Y Christian Bale entiende a la perfección que tiene que encarnarlo de esa manera: abúlica, apagada, huraña. La transformación es perfecta, aunque no excede la imitación pura. Cheney es, en la piel del actor, el más gris de los empleados públicos. Y la escena en la que mejor muestra esa “banalidad del mal” es una en la que da un discurso púbico de campaña cuando se candidatea como senador. Es tan poco locuaz, tan gris en actitud y presencia, que nadie le presta atención. Es su mujer (Amy Adams) la que lo salva –de esa y de otras situaciones– dejando en claro que es algo así como la Lady Macbeth de la historia.
Es a partir de ella, del humor y de desvíos narrativos similares a los de la película anterior (en una escena, un mozo encarnado por Alfred Molina ofrece como platos de un restaurante una serie de medidas políticas a aplicar, en otra Cheney y su mujer traman algo hablando en un falso verso “shakespereano”) que McKay trata de aligerar el asunto y hacerlo atractivo a un público que no se pasa horas leyendo las páginas de política del Washington Post. Hay datos pocos conocidos sobre su historia y algunos recorridos por la “letra pequeña” de la Constitución estadounidense que permiten entender no solo cómo manejaron Cheney y su grupo dentro del Partido Republicano la política entonces sino lo que eso asusta respecto al futuro, tomando en cuenta las claras limitaciones intelectuales del presidente en ejercicio.

El problema de “El vicepresidente” es que buena parte de ese humor es de trazo grueso, simplista, obvio, de sketch televisivo que no supera lo ingenioso. La película, y McKay, van directamente a atacar el personaje y más allá de que respetan su inteligencia política –o, al menos, su ingenio para saber caer bien parado siempre–, no hay casi nada en la película que permita generar una mínima empatía con el personaje, o poder entrarle de algún modo que no sea burlón. Y la única que podría haber, finalmente, también se desvanece. Ya la verán…
Por momentos las dos últimas películas de McKay –un hombre que viene de la comedia pura y que ha hecho joyas en el género, como las dos películas de “El reportero”, “Ricky Bobby” o “Hermanastros”, todas protagonizadas por Will Ferrell– tienen algo de presentación PowerPoint de un profesor cool que quiere enseñarte historia “con onda” y mete chistes, juegos de palabras y otro tipo de salidas juguetonas a un material que de otra manera sería arduo de asimilar. No hay nada necesariamente malo en esa actitud ante el material, pero el problema es que la mayoría de esas salidas de libreto en este caso no son demasiado creativas. Y el hombre ya tiene tan claro hacia dónde va que no hay lugar para interferencias. Como si ese mismo profesor no permitiera que sus alumnos le cuestionaran algunos asuntos de su clase magistral. Y a los que lo hacen los manda a ver la nueva de “Rápido y furioso”…
Reproduzco parcialmente el comentario que realicé en el portal «otros cines»
Los primeros 10 minutos de VICE son de lo más provocador que se ha visto en tiempo.
A mediados de la década de 1960 un hombre maneja embriagado en la ruta siendo atrapado por la policía. Luego la acción salta al 11/9/2001 y ese hombre es Dick Chenney el Vicepresidente de George Bush Jr. en los EE. UU, tomando decisiones bélicas. Vuelta en el tiempo a la discusión con su esposa en la década de 1960 donde, después del incidente automovilístico,Dick se compromete a portarse bien y, como si esto fuera poco, en la pantalla aparece la cita a un anónimo que dice: “Cuídense del hombre callado porque mientras otros hablan él escucha, mientras otros actúan, él planea y cuando otros finalmente descansan, él ataca”
A partir de allí hay dos horas que pueden dividirse en dos mitades: una primera donde cuenta la historia de Chenney hasta el 2000 y luego a partir de convertirse en el Vice del título.
La primera mitad se atraviesa en forma ligera y superficial, en tono de comedia negra, incluyendo un falso final a los 50 minutos con el casting de la película, recurso utilizado por Milos Forman en THE MAN OF THE MOON. Luego hay un reinicio donde comienza tocarse el tema de los atentados del 11/9/2001 y sus consecuencias para Afganistán e Irak, mostrando el nefasto rol que jugó Chenney.
Es en la segunda mitad donde VICE se convierte en una muy buena película
Hay que destacar, además de los rubros técnicos, las actuaciones con un insuperable protagonista como Christian Bale, una muy buena actriz como Amy Adams (la esposa Lynne),.el siempre eficiente Steve Carell ( Donald Rumsfeld) y el cada vez mejor actor Sam Rockwell (Bush Jr.)
En mi modesta opinión lo más importante de VICE es la demostración de lo poco que sabemos los ciudadanos comunes acerca de lo que es el poder real que gobierna el mundo
Como bien señala Diego los personajes más peligrosos son los que no se notan y esto vale tanto para Chenney como para su esposa que está detrás del hombre que está detrás de Bush Jr (8/10). .
Que alguien le explique a McKay que el montaje de atracciones quedó obsoleto luego del cine mudo. Y que Oliver Stone ya hizo JFK, con lo cual este tipo de peliculas deberían retirarse porque lo del didacticismo ya cansa. Otra cosa, jamás entenderemos como este personaje llega a ser CEO de Halliburton. No porque McKay no lo cuente. Sino porque no se entiende, dado que lo que venía mostrando hasta ese momento apenas si daba para ayudante en AA.
Mis impresiones de esta peli olvidable, acá: https://letterboxd.com/moviegoergeek/film/vice-2018/
Es espantoso que una película de una rigurosidad notable y de extrema actualidad que esquiva todos los clisés como la bressoniana/bergmaniana FIRST REFORMED haya sido ningunada, y por lo tanto no sepamos de su estreno. Es horroroso como una película que tal vez tenga el mejor guión de todas las nominadas como CAN YOU EVER FORGIVE ME? (lucha a muerte con la de Schrader, aunque es más cine la de él, es más «guión» la de Heller) no esté entre el puñado de películas que quedó como mejor película y por lo tanto no sepamos de su estreno. Por último, es catastrófico que una de las mejores direcciones del cine amricano del año como la que hay en LEAVE NO TRACE ni siquiera esté mencionada, y dudo que se estrene.
Al cine americano no es que le falten buenas películas. Le sobran boludeces agrandadísimas como la de McKay. Pero cuando van a buscar afuera, agrarran lo más impersonal de Cuarón (o lo más tecnocrático, elijan ustedes) y al esperpento festivalero de contrapicados y mala leche de Lanthimos.
Amazing.