Series: crítica de «True Detective» (Temporada 3)

Series: crítica de «True Detective» (Temporada 3)

por - Críticas, Estrenos, Series
27 Feb, 2019 09:27 | comentarios

La tercera temporada de la serie de HBO creada por Nic Pizzolatto se destacó más por sus personajes que por su enigma central. Mahershala Ali se destacó en una serie que esta vez prefirió la introspección a la espectacularidad.

Tras una desastrosa segunda temporada que parecía confirmar algunos de los vicios que tuvo la más efectiva primera, muchos le habían perdido la fe a TRUE DETECTIVE. Y me cuento entre ellos. Era pensable que el éxito de la temporada inicial se había debido solo a unos momentos y personajes curiosos –y dos grandes actuaciones– pero que el universo de Nic Pizzolatto, el creador de la serie, no parecía poder salir de ese círculo de neo noir fatalista repitiendo modos y motivos aún en otras locaciones. Y al empezar la tercera daba la impresión que había decidido, simplemente, volver a lo seguro: la pareja de policías, los descampados peligrosos del sur de los Estados Unidos, los interrogatorios, las idas y vueltas en el tiempo y el crimen que persigue de por vida a quienes no supieron o pudieron resolverlo en su momento.

Y sí, la tercera temporada de la serie va por ese lado, pero a la vez encuentra un tono que es nuevo y bienvenido: la decisión de “bajar un cambio” en la carrera loca de las series televisivas por ver quien tiene algo más sorpresivo, virulento o supuestamente novedoso para ofrecer. Pizzolatto entrega acá una historia de personajes en crisis. Sí, hay un crimen extraño que abre y cierra los ocho episodios. Sí, hay juegos temporales que pretenden ser más relevantes de lo que son. Pero lo que no hay es ese morbo desatado que hace poner al espectador en plan buitre que rodea cadáveres todo el tiempo. Hay personas reconocibles pasándola bastante mal, muchas veces por sus propios errores. Y lo demás es secundario.

La temporada cuenta la historia de la desaparición de dos hermanos –al niño se lo encuentra muerto al principio de la serie pero a la niña, no— y los distintos esfuerzos de dos policías por saber qué pasó con la chica y quienes y porqué la secuestraron. Digo secuestraron porque una de las cosas que también se sabe de entrada es que la niña desaparecida en 1980 continúa viva en 1990, lo que motiva la reapertura de la investigación. Es así que la temporada va y viene entre esos dos tiempos e investigaciones con un trabajo de guion de orfebrería que permite ir atando y desatando nudos en paralelo en ambas etapas, distribuyendo la información en cuentagotas pero casi nunca de manera confusa. Si a eso le agregan un tercer registro temporal en el presente, es asombroso que la serie termine siendo tan clara como es.

Pero más que la historia (SPOILERS para los que no vieron los últimos episodios) de dos investigaciones fracasadas o cerradas por conveniencia o falta de rigurosidad policial, TRUE DETECTIVE es la historia de Wayne Hays (Mahershala Ali), un hombre al que se muestra a lo largo de casi toda su vida, desde su juventud en la guerra de Vietnam hasta su vejez, haciendo dos “stops” clave en 1980 y 1990. Pero no sólo por el caso en cuestión sino porque fueron años importantes también en su vida, en los que conoció a su mujer y en los que estuvo a punto de separarse (en ambas ocasiones). Cuando la resolución del caso se precipite de una manera excesivamente expositiva faltando media hora para que termine el último episodio sabremos dos cosas: que el verdadero cierre de la serie es otro y que es personal y tiene que ver con algo parecido al reencuentro con uno mismo.

La trama de las desapariciones y reapariciones de la entonces niña y luego mujer conducen el relato y fuerzan muchas veces a que Wayne y su mujer Amelia (Carmen Ejogo) tomen caminos separados. Lo mismo pasa con la relación que él mantiene con Roland West (Stephen Dorff), su partner en las tres etapas de investigación que cuenta la serie. Wayne no puede admitir haber perdido dos veces la batalla y, ya viejo y viudo, con una memoria que le juega trampas todo el tiempo, logra de algún modo no solo cerrar esa investigación sino, en un punto, justificar su propia existencia. Y si bien la resolución policial aparece como un poco torpe (un libro que se abre en la hoja indicada, un “fantasma” que da pistas), el propio Pizzolatto la envuelve dentro de doble ficción. Es, como dice Amelia, simplemente un cuento. Lo importante pasa por otro lado.

Las series tienen ese beneficio y no siempre se lo aprovecha del todo. La cantidad de horas (ocho en este caso) permiten que conozcamos a los personajes con una profundidad mucho más grande que en los 90/100 minutos habituales de un relato cinematográfico. Pero pocas veces se usa el tiempo en ese sentido. Por lo general, los guionistas prefieren lanzar pistas falsas, embarrar la cancha, demorar y complicar innecesariamente las tramas y no mucho más. Acá, claro, eso también está. Tras ver las dos partes de la resolución sentimos que todo el costado policial de la serie fue una suerte de pase de magia de un narrador que nos hizo mirar a un lado cuando todo estuvo siempre adelante de nuestras narices. Pero eso es el arte del storytelling y Pizzolatto lo deja en claro todo el tiempo, en especial en un final en el que, milagrosamente, no opta por la persecución o el enfrentamiento sino por la revelación, el silencio, las miradas y la idea de que, finalmente, son personas las que vibran por debajo de los plot points y los trucos narrativos.

ACA VAN SPOILERS SOBRE EL FINAL-FINAL

La revelación, primero, de qué es lo que pasó con Julie Purcell a lo largo de todos esos años tiene poco de espectacular (por suerte) y está resuelta de un modo bastante brusco, como si, en el fondo, importara poco y nada. Un “sospechoso” se sienta y nos la cuenta. Punto. Pero la segunda vuelta de tuerca de ese relato, por más que empiece de manera un tanto absurda, es el que logra darle un cierre ya no a la historia de la chica sino a la de Wayne, su familia y su amigo/compañero de toda la vida. Una suerte de final luminoso y esperanzador que, a su manera, permite pensar que no todas las tramas policiales consisten en husmear en las más oscuras conspiraciones sino que muchas veces es el dolor y hasta el amor el causante de nuestros peores pesares. Lo que le sucedió a Julie y lo que es su actualidad, en cierto modo, se vuelve un espejo de lo que le pasa y pasó a Wayne. Su vida pudo ser un viaje complicado y rodeado de circunstancias adversas, pero existe la posibilidad de vislumbrar alguna luz en medio de la oscuridad.

Si a eso se le suma una dirección fluida que apostó más por el misterio que por la acción, que le dio tiempo al drama personal y que no abusó del fetichismo a la moda, se puede decir que Pizzolatto logró devolverle el brillo a su creación televisiva. Y lo hizo, acaso, de una manera que aún mejora los logros de la primera temporada, prefiriendo ser inquietante más que explosivo, misterioso más que morboso y sin necesidad de recaer demasiado en banalidades filosóficas de libro de auto-ayuda. Claro, el personaje seco y circunspecto que muy bien interpretó Mahershala Alí no tiene el encanto trash del de Matthew McConaughey que tanto fascinó a los espectadores. Pero sus verdades parecen más profundas, más sentidas, más humanas. Es un hombre que perdió el rumbo y que, antes del final de todos los finales, lo volvió a encontrar.