Streaming: crítica de «The Dirt», de Jeff Tremaine (Netflix)
La biografía de la banda de glam metal Mötley Crúe funciona haciéndose cargo de la mitología excesiva y rockera del grupo de una manera que respeta y celebra ese exagerado y caótico modo de vida.
No suelo incluir anécdotas personales en mis críticas pero creo que en este caso es aplicable. Como quizás muchos sepan, en los iPads se pueden descargar y ver offline las películas de Netflix. Y viendo la pobre oferta cinematográfica de un vuelo de Level que tomé recientemente, decidí ver THE DIRT en ese largo viaje de avión. A los cinco minutos me noté incómodo por la curiosidad de los que estaban sentados al lado mío viendo la cantidad de escenas de sexo, drogas y desastres varios que aparecían en la película. Quizás a ustedes no les suceda –y en un cine no pasaría–, pero ver películas de ese modo con gente espiando tiende a volverme muy pudoroso.
En Level, en ese momento, tenían en su programación BOHEMIAN RHAPSODY, que procedí a rever (no toda, un rato) luego. Y nada de eso sucedía: ninguna incomodidad, ninguna extrañeza, era una película para toda la familia. Y realmente no creo que las vidas privadas y los backstages de una banda de rock sean Aptas para todo público. THE DIRT es una película más sucia, más creíble y aún siendo pura fantasía rockera ochentosa, se hace cargo a su manera de los excesos del rock and roll al punto de tener una buena cantidad de escenas que hoy serían políticamente incorrectas. Bueno, como cualquier backstage de una banda de rock de las dimensiones, costumbres y características de Mötley Crüe.
THE DIRT es una película un tanto sucia, berreta, exagerada y no necesariamente brillante, un poco como la banda de rock cuya experiencia recrea. En ese sentido, el exceso de los Crüe está muy bien representado en la forma que tiene la película: es «bigger than life», tan pasada de rosca como tener a un baterista dando vueltas en el aire en un escenario. No busquen realismo documental aquí: los muchachoss abrazan la leyenda y se hacen cargo de ella. Otro motivo que la diferencia de la bio de los Queen, que de tan limpia y cuidadita parece la bio de un coro de niños de iglesia. Aquí, si se quiere, se pasan para el otro lado. No hay hotel que no se destroce, droga que no se consuma, pelea que no se tenga, caos que no se muestre. Los Mötley Crüe eran una bomba a punto de estallar a cada paso.
La película no es «buena» en el sentido más convencional del término. Es cierto, algunos actores son muy malos (ver llorar al que hace de Vince Neil da un poco de risa) y está plagada de otros lugares comunes de las biopics rockeras. Pero en cierto modo Crüe personificó todos y cada uno de esos lugares comunes hasta transformarlos en bandera (hoy son recordados por eso tanto o más que por sus canciones) y que THE DIRT los ponga en escena de manera casi caricaturesca es la elección ideal. Obviamente que un mejor elenco, una más aplicada organización narrativa y otras cuestiones que la banda evitó mostrar podrían haber ayudado a que sea una mejor película. Pero THE DIRT es lo que es. Y como su título en cierto modo lo indica («Dirt» es literalmente «Suciedad»), el film se hace cargo de sus modos y no los disfraza de otra cosa.
La historia no escapa de los modelos de las bios de rock con la diferencia que aquí, con distinto peso, está narrada por los cuatro integrantes de la banda: el bajista Nikki Sixx, el baterista Tommy Lee, el guitarrista Mick Mars y el mencionado cantante Vince Neil. Y, obviamente, va yendo de los comienzos difíciles al éxito gigantesco y las crisis familiares, personales, internas (y de consumos) que eso suele conllevar. Pero los Crüe van al frente tanto con los mitos de destrozadores de hoteles, consumidores de lo que le pongan adelante y de fornicadores seriales (que la película bordee esa zona de incorrección política la convierte en un bicho raro hoy) como de varios de sus públicos y privados desastres, como la muerte del baterista de Hanoi Rocks en un auto conducido por un ebrio Neil, los engaños y traiciones mutuas con mujeres, la sobredosis que dejó oficialmente muerto por un rato a Sixx y otros detalles que no los dejan particularmente bien parados.
Obvio que hay lugar para el sentimentalismo familiar y las consabidas peleas con el sello y otras escenas que no tienen mayor importancia o trascendencia, pero THE DIRT es una película que divierte (la escena con Ozzy Osbourne es ridículamente genial), entretiene y es tan sucia, excesiva y caótica como corresponde a una banda como Mötley Crüe que atravesó la más decadente vida californiana de los ’80. Casi se puede decir que han tomado como referencia la ya vieja y gastada frase de la película de John Ford, esa de «cuando la leyeda se convierte en realidad, imprime la leyenda». Después de todo, «This is the West«. Bueno, en realidad, era el Oeste. Hoy irían todos presos…