Cannes 2019: crítica de «A Hidden Life», de Terrence Malick (Competencia)

Cannes 2019: crítica de «A Hidden Life», de Terrence Malick (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
20 May, 2019 09:55 | 1 comentario

Como en todo su cine reciente, lo nuevo del director de «El árbol de la vida» más que películas sino sermones de algún tipo de pastor evangélico ilustrados con bellas imágenes

El problema con Malick» debería ser el título de algún curso de extensión universitaria. El programa debería incluir algún estudio acerca de las transformaciones de ciertos cineastas que supieron hacer obras maestras y que ahora parecen encerrados en laberintos estéticos y dramáticos de los que no encuentran la salida. Malick acaso sea, de todos ellos, el ejemplar más notable.

El problema de su obra en esta década sigue siendo el mismo: no son películas sino sermones de algún tipo de pastor evangélico ilustrados con bellas imágenes. Nadie va a discutir a esta altura lo bonitas que pueden ser las postales del realizador pero ya han perdido todo significado. No son más que eso, postales enviadas desde algún lugar iluminado que solo él parece conocer. Un paraíso místico dónde un señor mayor se cuestiona su relación con Dios. O algo parecido.

Se decía que A HIDDEN LIFE era el regreso a un sistema narrativo más clásico y menos poético del director de BADLANDS. Pero si bien hay una historia contada con un desarrollo más o menos tradicional, la «anécdota» es mínima para las tres horas de constantes epifanías que el realizador nos lanza encima, con su ya reconocible sistema de voces en off. Es la historia de un objetor de conciencia austríaco que, en la Segunda Guerra Mundial, pagó el precio por atreverse a no pelear para los nazis.

La película va y viene de Radegund (ese era de hecho el título original del proyecto), el idealizado pueblito de la campiña en la que el buen austríaco vivía feliz con su mujer y sus hijas hasta que llegaron los esbirros de Hitler a arruinarlo todo. La primera parte transcurre exclusivamente allí y puede definirse como una versión hipster de LA NOVICIA REBELDE mientras que, luego, el film se divide entre los problemas de él tanto en el Ejército cómo en las cárceles, y el precio que pagó su familia cuando los habitantes del bonito lugar se les volvieron en contra.

La historia podía dar para una película más tradicional pero es cierto que tampoco sería demasiado novedosa o reveladora: la típica película de época con actores hablando en inglés acentuado al alemán. Pero aquí es aún más absurdo, en cierto punto, porque esas voces siguen estando aunque el elenco es germano-parlante y la película bien podría haber funcionado mejor hablada (o leída) en alemán. Lo cierto es que Malick no abandona el sistema poético de las últimas películas. Y sin modificar eso no importa mucho que historia cuente ni en que idioma. Es siempre la misma.

Cuando me refiero al sistema poético debería hacer una aclaración. No hay nada inherentemente malo con las estilización formal de las imágenes acompañadas por voz en off, el problema es que tanto unas como otras en Malick se han vuelto banales y repetitivas, entre la publicidad y el tele-evangelismo. Los textos que los actores dicen dan por momentos vergüenza ajena por el nivel de banalidad de servicio religioso básico que manejan. Si la estructura, a la que hay que agregar la siempre Sublime (con mayúsculas intencionales) música, presentara nuevas aristas visuales o los textos fuesen más interesantes y complejos, las películas podrían sostenerse mejor o ser más ricas para analizar. Pero tanto los textos como las imágenes se reiteran una y otra vez. Todo se dice en los primeros cinco minutos y quedan 170 más en los que, de una manera u otra, se repite lo mismo. Hasta el infinito y más allá, o donde sea que vive el realizador.