Cannes 2019: crítica de «Hatsukoi», de Takashi Miike (Quincena de Realizadores)
La nueva película del realizador de «Audition» se inserta en el mundo de las mafias japonesas y se centra en dos jóvenes que deben escapar de su persecución. Un muy buen thriller con impactantes escenas de acción.
El director japonés –sí, “prolífico”, ya lo sabemos todos– tiene varios tipos y estilos de películas en su haber. Están las más grandes y “serias”, las caóticas y baratas que van de inventivas a ridículas, y algunas que podrían ubicarse en una zona intermedia. Se puede decir que HATSUKOI está en esa zona media, pero se acerca claramente más al sector “respetable” de la filmografía de Miike que al delirante. Y, al menos en mi opinión, mejor así. Las otras películas, por más que disfrute de escenas y momentos absurdos y/o geniales terminan agotándome a la mitad. Algo que no sucede en estas. Y nunca en HATSUKOI.
La historia es simple pero atraparla del todo es complicada ya que, como suele suceder en este tipo de películas de yakuzas, hay una enorme cantidad de personajes que rivalizan entre sí y se los presenta muy rápidamente. En síntesis, es la historia de un hombre y una mujer que deben escaparse de distintos grupos de mafiosos que los persiguen incansablemente. En realidad, la persiguen a ella (hay un asunto de drogas y deudas de por medio) y él, un boxeador al que le diagnosticaron una enfermedad terminal y pocos meses de vida, no le queda otra opción que protegerla. También, claro, los mafiosos se enfrentan entre sí y con las autoridades, pero no me pidan que les explique quienes ni porqué ya que no me quedó muy claro que digamos.
De todos modos, es lo menos importante. La primera mitad de la película se centra en las penurias del boxeador, por un lado, las de la chica, por otro, y cómo terminan juntos en medio de una situación tensa y violenta. Y, sí, con la pobre e indefensa chica en el medio. Lo fuerte del film –y les pido a los que piensen en abandonar antes de los primeros 45 minutos que me tengan fe– viene cuando llegan los enfrentamientos, especialmente una larguísima secuencia que empieza en la ruta, se detiene durante un largo rato en una suerte de gigantesco hipermercado y vuelve a salir a la calle de manera tan sorprendente como espectacular.
Mediante la acción y el humor, usando recursos visuales más que ingeniosos, armas, puños y otros implementos al alcance de la mano, Miike construye allí una muy potente y violenta coreografía cinematográfica que deja en claro que, por más absurdas y caprichosas que parezcan muchas de sus decisiones (no solo de este film, sino de su carrera), el hombre tiene una claridad meridiana a la hora de dirigir secuencias de acción. No solo eso. Al llegar al final, este film que parece más que nada un ejercicio/divertimento para probar escenas (una, que tiene lugar en una persecución que se vuelve muy “nublada” por motivos que ya verán, es extraordinaria) encuentra encima un inesperado costado emocional que hace que la propuesta crezca aún más. Por más que parezca un juego en este contexto, la vida y la muerte tienen algún valor en el mundo real. Aún en el imaginado por Takashi-san.