Cannes 2019: crítica de «Le Daim», de Quentin Dupieux (Quincena de Realizadores)
Comedia negra simpática y brutal, la apertura de la Quincena se centra en un hombre fascinado por su nueva chaqueta de gamuza que se ve «obligado» a hacer cosas bastante torcidas y peligrosas por amor a ella. ¿O será por otra cosa?
No conozco demasiado el cine de Dupieux. No está dentro de los realizadores que he seguido y la verdad que no hay motivo ni excusa. No lo he hecho y punto, acaso por algún idiota prejuicio de que era un cineasta de películas «bizarras» y no mucho más que eso (bah, sí un músico). Tras ver LE DAIM acaso sea tiempo de reconsiderar esa negación y ponerme al día con sus películas, ya que se trata de una comedia negra con grandes momentos: original, curiosa, muy simpática pero también oscurísima.
Otra apertura «de género», como lo fue la de la Competencia, LE DAIM es la historia de un hombre que se fascina por una chaqueta de gamuza marrón con flecos por la que paga miles y miles de euros cuando no solo no es demasiado linda (es más bien horrible) y además le queda chica. Pero es amor a primera vista. Y será aun más que eso. Pronto sabremos que el hombre se acaba de separar –o de ser echado de su casa– y que pasa por un crisis existencial complicada, aunque no lo exprese. De hecho, una vez comprada la campera se va a vivir a un hotel en medio del campo en un pueblito pequeñito.
De regalo, con la campera en cuestión, nuestro héroe llamado Georges (Jean Dujardin, excelente aquí) recibe una camarita de video digital. Cuando se cruza con una chica bonita (Adele Haenel) que atiende en el bar de mala muerte de la ciudad, no tiene mejor idea que decirle que es cineasta y que está filmando una película allí cuando en realidad no tiene idea de nada y se la pasa el día mirando su chaqueta colgada de una silla. Ella resulta ser editora de cine lo cual lo obiga a aprender, un poco, cómo se filma para impresionarla. Acaso.
Esta situación dará pie a una comedia absurda donde el cine, la obsesión por el consumo que esconde otro tipo de problemas (económicos y sentimentales) se mezclan con ridículos y grotescos crímenes (la chaqueta empieza a «convencer» a su dueño de ciertas cosas y lo hace actuar al respecto) en un film absurdo, muy gracioso y muy breve, que jamás cree ser más importante ni trascendente que lo que es: un simpático y ácido entretenimiento que se disfruta en menos de 80 minutos y del que uno sale con una sonrisa bien ganada. Una historia de amor entre el hombre y la gamuza. Y de cómo el cine y el consumo sirve para olvidarnos, muchas veces, de las dificultades del mundo real.
Leyendo tu reseña volví a pensar en In fabric (2018), de Peter Strickland. En aquella película era un vestido rojo con personalidad propia el que obligaba a cometer crímenes a sus portadores. El argumento parece similar, aunque la narración vaya por otro lado…Gracias por compartir y buen festival.