Cannes 2019: crítica de «O que arde», de Oliver Laxe (Un Certain Regard)
El director gallego de «Mimosas» filma en su tierra natal una historia acerca de un pirómano que regresa a su pueblo tras pasar dos años en la cárcel. Una película sutil, poética y con una enorme potencia audiovisual sobre la relación entre el hombre y los elementos.
Acaso no se vean en mucho tiempo cinco minutos más bellos que los primeros de O QUE ARDE, en los que vemos moverse unos flacos y altos árboles en medio de la oscura noche mientras se escucha un fuerte ruido industrial en la banda sonora. De la nada, o así parece, esos árboles empiezan a caer como fulminados en cadena. Pronto se verá el origen de esas violentas caídas, pero en esos primeros minutos uno siente que el fin del mundo podría parecerse bastante a eso.
Luego empieza la «historia» propiamente dicha, la de un hombre que fue condenado a prisión por pirómano (aparentemente prendió un fuego que quemó bosques enteros, incendios que suceden bastante seguido en Galicia) y que es liberado tras solo dos años. El hombre, callado y taciturno, vuelve a vivir con su madre y a ayudarla en las tareas agrícolas, con los animales y la casa. La gente del pueblo lo mira mal y, en un entierro al que ambos concurren, muchos lo agreden verbalmente o se burlan de él.
En un film de fuerte potencia visual, cuya narración fluye de una manera natural y no tan estructurada, veremos la cotidianidad del hombre y su madre, la aparición en la vida de ambos de una mujer que se dedica al cuidado de los animales enfermos y la relación entre ellos y el pueblo. Algunas escenas ligadas a situaciones vividas con los animales están entre las más potentes de la película, incluyendo una musicalizada por un clásico de Leonard Cohen. Hasta que regresa el fuego y todo se vuelve a complicar en lo dramático y a volver hasta trascendente en lo visual gracias también a la potente fotografía de Mauro Herce.
O QUE ARDE mantiene la belleza visual y la fluida relación entre ficción y documental (o ficción con actores naturales) de las películas anteriores de Laxe. A eso le suma el paisaje montañoso de Galicia, siempre entre brumas, con la noche, el fuego y los árboles como presencias espectrales que, por momentos, parecen tan animadas como en una película de Hayao Miyazaki. Un film potente, bello y oscuro. Una mirada penetrante y cinematográfica a la relación entre la naturaleza y el hombre. O viceversa.
SIMPLEMENTE HERMOSO. UN AUTOR PARA SEGUIMIENTO.