Estrenos: crítica de «Doubles vies», de Olivier Assayas

Estrenos: crítica de «Doubles vies», de Olivier Assayas

Lo que parece una película más sobre los problemas de la intelectualidad burguesa parisina se revela como un estudio un tanto más complejo y hasta paródico de ese insular mundillo. Con Juliette Binoche y Guillaume Canet.

Todo lo que cualquier mortal podría encapsular como «lo francés» parece estar expuesto, de entrada, en DOUBLES VIES, la nueva película de Assayas. Los intelectuales parisinos discutiendo autores y formatos literarios, las conversaciones de bar, los amantes y enredos amorosos, la gente de la cultura tirándose sobre la mesa citas y referencias. Y así. Uno podría pensar que, desde un lugar raro, el director de IRMA VEP, que no parecía adecuarse demasiado bien a esta idea burguesa del cine francés como franquicia internacional, terminó cooptado y pasó a ser miembro clave de ese grupo que hace creer que el «afrancesamiento» es más que un cliché.

Lo curioso de DOUBLES VIES –y de Assayas, demostrado a lo largo de una carrera muy «internacional»– es que el director es eso y no lo es. No se termina de acomodar nunca dentro de ese previsible sistema y juega entre pertenecer del todo y amablemente bombardearlo desde adentro. El problema, aquí, es que no hace ninguna de las dos cosas del todo, y es por eso que uno sale de ver la película sin tener muy en claro a qué juego juega el realizador. Quizás él tampoco lo sepa del todo bien y la película sea el resultado de esa duda, de esa incomodidad. ¿Soy parte integral de este círculo o prefiero ubicarme afuera y mirarlo de manera crítica, casi paródica?

Alain, un editor literario (Guillaume Canet); su esposa Selena, actriz (Juliette Binoche); Leonard, un escritor rebelde con el que ambos tienen muy distintas relaciones (Vincent Macaigne), la mujer de él y una joven que trabaja como jefa de la parte online, «electrónica», de la editorial, son los cinco integrantes de este grupo. Entre ellos se tejen romances –no adelantaré los cruces, ya los verán– y problemas profesionales, pero acaso el eje de DOUBLES VIES pase por la relación que esas vidas tienen con el arte que practican y, fundamentalmente, si ese arte sigue siendo relevante. Y aceptable.

Uno de los problemas que persiguen a los personajes es la pérdida (¡hasta en Francia, ohlalá!) de la cultura literaria y un paso al libro electrónico que no despega por culpa de las redes sociales o el tiempo que la gente pasa en internet. Assayas no tiene una posición del todo definida al respecto y eso es interesante. De hecho, cada personaje presenta de manera un tanto esquemática las distintas maneras de pararse ante estos cambios culturales: Alain es un nostálgico del papel que quiere aprovechar las nuevas modas pero no se desespera por ello, mientras que Leonard directamente no usaría celular si pudiese. Y Selena trabaja en una serie de televisión pero no parece desvivirse por el tema ya que extraña el teatro. Las otras dos mujeres, en cambio, están más al día o pendientes del mundo virtual: Valerie, la mujer de Leonard, asiste a un político en su imagen pública y Laure, la editora online, obviamente dispara contra los carcamanes con todos sus dardos.

Si bien las discusiones son por momentos previsibles y casi autoparódicas en su exceso de virtuosismo verbal, Assayas no hace héroes de los nostálgicos y villanos de los jóvenes tecnológicos. Deja el debate abierto para que siga, si el espectador quiere, en la calle y en el bar. Pero no es el único «debate» que abre la película. Otro es aún más central y el título hace referencia a él: ¿hasta qué punto un escritor puede utilizar su vida personal para la ficción, especialmente en lo que respecta a hacer públicas las vidas de las personas que se relacionan con él? Nadie duda que la autobiografía es material casi natural para la ¿ficción? literaria, pero el problema está en las vidas de los otros, los que no necesariamente pidieron ni aceptaron qu sus vidas sean exhibidas de esa manera. Ahora le dicen «auto-ficción», se ríe Leonard. El siempre lo consideró Literatura.

Esa «auto-ficción» se mezclará, obviamente, con las vidas de los personajes que vemos en la pantalla y así es que los cruces laborales y personales entre Alain, Selena, Leonard, Valerie y Laure, que van de la cena a la cama, son parte de esa otra ficción, la que estamos viendo. Allí sí Assayas parece tener más claro su punto de vista: el cine y la literatura necesitan de las experiencias personales para subsistir. Se pueden alterar nombres (algo que sucede en la novela de Leonard y confunde a los lectores), modificar situaciones (un gag muy gracioso está ligado al cambio de una película vista en la realidad y contada en ese libro) y disfrazar la realidad, pero sin la experiencia personal el arte perdería mucho de su gracia y potencia. Y en ese nudo esta también DOUBLES VIES para Assayas: entre ser una película personal específica o un francesa genérica.