Online: crítica de «The Beach Bum», de Harmony Korine
La nueva película del director de «Spring Breakers» sigue a un hedonista hippie/stoner del sur de la Florida (encarnado, salvajemente, por Matthew McConaughey) que vive absurdas aventuras mientras intenta escribir un libro de poesía. Una película tan caótica como simpática y hasta tierna.
Moondog –personaje que utiliza, no casualmente, el mismo nombre/apodo de un mítico músico de culto que vivió muchos años en la calle– es un «vago de playa», un beach bum, un hombre que responde a un modelo muy curioso (y bien representado en las canciones de Jimmy Buffett) de personaje de la cultura estadounidense: una especie de hedonista/hippie de Miami, que vive en bares, tomando cervezas y margaritas, consumiendo drogas y teniendo sexo cada vez que puede. El de Moondog –que encarna Matthew McConaughey como si hiciera una versión en camisa floreada de su igualmente fumado personaje texano de tantos films– es un caso extremo en varios sentidos. Y THE BEACH BUM, el nuevo film de Harmony Korine, lo sigue a lo largo de sus disparatadas y poéticas aventuras.
Moondog es un escritor que ha dejado de publicar (y casi de escribir) y se ha entregado a vivir solo pensando en el placer: simpático, generoso, amable, de muy buena onda aunque por momentos un tanto irritante en su descontrol, no hace más que beber, fumar y coger. Es un modo de vida que consigue sostener por un detalle importante: está casado con una mujer multimillonaria de Miami, una chica muy cool (encarnada por Isla Fisher) que lo deja hacer lo que quiere sin preguntar demasiado. Ella vive en su caserón y tiene un amante (Snoop Dogg) y él está en los Cabos de Florida «living the life, man». Parece un acuerdo funcional para ambos pero todo se complicará cuando él vaya a Miami al casamiento de la hija que tienen: a partir de una serie de situaciones que no conviene adelantar, el será desplazado de esa fortuna y, si quiere volver a ver algún dinero que le permita vivir como antes, deberá ponerse las pilas y escribir. Lo cual, en principio, incluye dejar las drogas y el alcohol entrando a una clínica de rehabilitación.
Pero Moondog no quiere ni puede ser «rehabilitado». A la manera de un Hunter S. Thompson de Florida (las camisas floreadas los unen, aunque Moondog lleva su vestuario más al extremo) trata de escribir en medio del caos, vivir la vida y ponerla en verso al mismo tiempo que la atraviesa. Y para eso necesita estar «conectado»: conociendo personajes extraños, metiéndose en problemas, siendo caótico e irresponsable, y entregándose de cuerpo y alma a la aventura y al caos. Como se pueden imaginar viniendo del director de SPRING BREAKERS y TRASH HUMPERS, THE BEACH BUM no se convertirá en otra película convencional de redención y aprendizaje, sino una en la que Moondog tratará de ganar o perecer «haciendo la suya».
Usando una banda sonora generosa en éxitos pop y en canciones tópicas del subgénero «caribbean rock» característico de este submundo (Moondog es «El Dude» de EL GRAN LEBOWSKI, pero en la otra costa), Korine prefiere transmitir la sensación de vivir una vida como la de Moondog más que crear una narrativa precisa y académica. Si bien la evolución narrativa de THE BEACH BUM es bastante clásica, formalmente la película se construye a partir de montajes alternados, dejando tiempo para que la fotografía de Benoit Debie (fotógrafo de Gaspar Noé, especialmente) se luzca en su captura de las puestas de sol y escenarios del sur de la Florida, y para que McConaughey se explaye en una de sus actuaciones más salvajes, exagerando al extremo esa forma ya prototípica de poeta stoner que le conocemos.
A diferencia de su amigo Noé (Korine es también compinche del argentino Luis Ortega, y un personaje como Moondog bien podría pertenecer a la troupe de lúmpenes del cine del director de CAJA NEGRA), el realizador de MISTER LONELY no busca meter a su protagonista en densos y violentos problemas. Si bien la película recorre zonas potencialmente oscuras, todos los episodios están mirados con la luminosidad y el optimismo de su protagonista. Es una versión casi Disney (por su luminosidad y optimismo, pero no es para que la vean con niños) de la vida de un hombre que vive en el caos permanente. Y Korine adopta ese espíritu de «todo va a estar bien» como propio. Es un cuento de hadas para adultos sobre un tipo que, en la vida real, seguramente nos fastidiaría después de un par de encuentros.
Aquí a algunos puede pasarle lo mismo (el personaje y la actuación de McConaughey están pensadas para ser amados u odiados), pero Korine siempre se pone del lado Moondog de la vida. Sea metiéndose en un barco rodeado por «delfines», subiendo a una avioneta con un piloto fumado y casi ciego o destrozando una casa con un montón de homeless reales, Moondog funciona como una especie de ininputable de la vida, de esos que destrozan lo que tienen adelante y luego abrazan al dueño de eso que rompieron y le regalan un fajo de billetes o una bolsa de marihuana jamaiquina en plan «está todo bien». Cuando se junte con otro pasado de rosca un tanto más intenso y violento que encarna Zac Efron quedarán en claras las diferencias: no hay un gramo de trauma ni de maldad en el cuerpo de Moondog. Es un hedonista que un día se quedó sin plata y tuvo que aprender a sobrevivir de la generosidad ajena. Y el resultado por momentos se acerca a la poesía. Si no literaria –los versos de Moondog no son precisamente los de e.e. cummings–, al menos cinematográfica.