Streaming: crítica de «Love and Goodbye and Hawaii», de Shingo Matsumura (Mubi)
Esta tierna y emotiva historia de amor japonesa se centra en los conflictos de una ex pareja que sigue viviendo junta una vez que ya se han separado. Disponible en Mubi hasta el 10 de agosto.
El cine asiático en general –y el japonés en particular– tiene una especial afinidad por las películas románticas. Se podría decir que toda cinematografía tiene sus representantes en el género, pero los japoneses (y, acaso, los coreanos) tienen un altísimo promedio de efectividad en cuanto a sus logros. Es cierto que en cinematografías de tanta producción seguramente no estamos viendo las decenas de malas comedias románticas que circulan por allí pero hay un conocimiento del género específico que trasciende al de las hechas en otras latitudes.
Mi hipótesis –una de las tantas– es la siguiente: la cultura japonesa en particular así como la del Este del Pacífico en general se apoya mucho en la reserva, el pudor y la contención de las emociones en lo que respecta a los intercambios sociales y hasta románticos. Y esa discreción –como pasaba en las comedias románticas de la Epoca de Oro de Hollywood, limitadas por el Código Hays— suele jugarle a favor al género ya que lleva a confusiones, se presta a equívocos y «limita» las posibilidades de descarga emocional. El pudor y la timidez para enfrentar directamente ciertos hechos pueden generar, además, enormes niveles de empatía con los personajes.
En las películas románticas «independientes» como ésta, que prefieren no apostar por la exageración o los estilos cómicos más ampulosos que caracterizan a las representantes más comerciales del género, lo que termina prevaleciendo es una suerte de melancolía, casi de tristeza, a partir de la relación que uno va estableciendo con sus atribulados personajes. LOVE AND GOODBYE AND HAWAII (2017) tiene un planteo narrativo que permite imaginar las escenas más alocadas posibles, pero en la segunda película de Matsumura lo que prima es un humor asordinado, tierno y sensible, al punto que por momentos uno no se atrevería a llamarla necesariamente «comedia». Es una película romántica, con momentos cómicos pero atravesada por un aire más bien tristón.
Rinko e Isamu parecen una pareja establecida y normal, con sus rutinas cotidianas casi memorizadas, pero apenas cada uno está en su ámbito (ella en su trabajo de oficina, él en la universidad) nos enteramos que en realidad están separados desde hace unos meses (una «separación amigable», digamos) y que ella sigue viviendo ahí –la casa es de él– mientras busca un lugar que pueda pagar. Cada uno transita caminos separados pero la conexión entre ellos no parece haber desaparecido del todo.
Rinko planea con sus amigas un viaje a Hawaii, a la boda de otra amiga, y se junta con ellas a tomar clases de «hula», la danza típica de allí, para desplegar sus talentos en la fiesta. Una excelente escena las muestra manteniendo un diálogo en plano secuencia mientras hacen los ensayados y clásicos pasos del hula. Las amigas, de hecho, recién ahora se enteran de la situación sentimental de Rinko, que ya lleva seis meses, y no la entienden. «Es como ir manejando un auto: no podés poner los frenos de golpe tenés que ir frenando de a poco», dice la chica, afecta a las analogías, para explicar la extraña lógica de su separación. «De hecho, ahora nos llevamos mejor que antes», agrega Rinko, que claramente con lo que no se lleva bien es con la idea de separarse del todo.
Isamu, en tanto, empieza a circular alrededor de otra compañera de la facultad, que desconoce la particular situación de convivencia que él tiene. «Le dije que vivo con mi hermana», le dice a Rinko cuando ella descubre casualmente que él está interesado en esta otra chica. Rinko pretende manejar el asunto de manera adulta, pero es claro que no logra hacerlo. Y allí comienzan, si se quiere, las desventuras de la chica y de las curiosas decisiones que toma a partir de la aparente evidencia de que no hay marcha atrás (o vuelta a arrancar, para seguir con su propia analogía) en la relación amorosa.
LOVE AND GOODBYE AND HAWAII se maneja todo el tiempo en un tono amable, discreto, si se quiere hasta «chiquito». Hay situaciones de enredos claros (las «mudanzas» de ella la llevan a conocer curiosos personajes, encuentros por demás incómodos y así), pero no están manipulados hacia el humor hecho y derecho sino hacia cierta irónica melancolía, como si Rinko no pudiera evitar que las cosas le salgan mal y la «obliguen» a volver hacia Isamu. Otra posterior analogía de la chica (ligada a la música, los CDs y el iPod) deja en claro que todavía está lejos de aceptar lo que sucede.
Matsumura toma claramente su punto de vista y es a través de Rinko que experimentamos las emociones de la complicada separación y de la idea de que, quizás, sea posible retomar la relación. El realizador también encuentra los formatos y recursos visuales (una carrera por la ciudad, evento que se repite dos veces en la película, genera un efecto muy emotivo sobre el final) para que la historia no se reduzca a una serie de diálogos y silencios incómodos.
Si bien un espectador casual puede sentir, al principio, que está frente a otra película romántica como tantas, sobre su segunda mitad LOVE AND GOODBYE… alcanza una potencia emocional sorprendente. Es que más allá de los detalles cómicos y las confusiones, la reticencia de los personajes a afrontar lo que puede ser el fin de una historia de amor convierte a la historia en algo universal y reconocible. Con más o menos palabras dichas, con más o menos sentimientos desplegados en voz alta, las relaciones sentimentales corren por carriles parecidos en cualquier lugar del mundo.