Series: crítica de «Succession» (Temporada 2, Episodios 1-5)

Series: crítica de «Succession» (Temporada 2, Episodios 1-5)

por - Críticas, Estrenos, Series
10 Sep, 2019 11:00 | comentarios

La mejor serie de los últimos tiempos promedia una extraordinaria segunda temporada, a la altura de la primera. Un gran guión, un extraordinario elenco y un excelente balance entre comedia y drama, entre sátira y empatía, que da un resultado por momentos cercano a la perfección dentro del formato.

Hay una línea muy muy fina sobre la que debe pisar SUCCESSION para funcionar. Retratar a una familia como los Roy de una manera brutal, irónica y patética, constantemente, puede resultar en un ejercicio cínico y «políticamente correcto» que seguramente muchos festejarían («una serie que ajusta cuentas con el 1% de multimillonarios, que humilla a los blancos privilegiados») pero que no sería nada más que una broma que gira sobre sí misma, una que se agotaría pronto. Por otro lado, retratarlos de una manera excesivamente simpática y amable podría recibir acusaciones por el otro lado («otra serie sobre gente blanca sin problemas reales») y, a la vez, ser un tanto banal, una especie de «Vidas de Ricos y Famosos» sin ninguna espina clavada por ahí.

El genio de SUCCESSION, el pase de magia impecable de su creador Jesse Armstrong, es haber escapado de esa simple dicotomía y haber creado una familia creíble, complicada y ambigua. Perversa pero reconocible, por momentos odiosa y en otros querible. No aleja al espectador de la «Roy Experience» acomodándolo para que disfrute –desde la comodidad de su sillón de clase media y gracias a su suscripción a HBO– cómo la clase alta progresista se burla de la aún más alta clase billonaria y conservadora. Si bien, claro, nos da muchos momentos graciosos y la ironía es una de sus armas principales, al espectador se lo conduce a una incómoda pero valiosa empatía. Seguramente tenemos poco que ver con su realidad (no muchos espectadores viajan de un lugar a otro en helicóptero ni tienen reuniones laborales en un castillo húngaro), pero todos tenemos familias y hemos vivido situaciones similares de humor, tensión, competencia y confusión.

La segunda, shakespeareana temporada de SUCCESSION está promediando (escribo esto tras ver el quinto de sus diez episodios) y su eje principal está ligado, desde la trama, a los intentos de Logan Roy y su corporación, Waystar Royco, de combatir una adquisición hostil, cosa que hace intentando comprar a su vez otra empresa competidora para volverse «demasiado grande» para los que intentan adquirirla y, en el camino, recuperar parte del poder perdido. Pero los detalles de compra y venta de compañías de medios, si bien son esenciales a la hora de dar un marco de discusión ideológico sobre el poder de algunas corporaciones, son secundarios a lo que realmente importa aquí: la interna familiar y la disputa por el poder dentro de la familia/empresa. Como en la primera temporada pero desde otras posiciones estratégicas luego de lo sucedido allí, los hijos del magnate Logan Roy se siguen sutilmente sacando los ojos por heredar el cargo.

Pero SUCCESSION es también una comedia y una muy divertida, en la cual somos testigos de las patéticas desventuras de los caóticos Roy –dueños de un imperio mediático de tabloides amarillos y canales de cable conservadores al estilo Fox News– por mostrar una fachada unificada para comprar esta respetable compañía periodística (una especie de ficcional New York Times). Pero si bien nos reimos de sus incontables errores de etiqueta social, terminamos sintiendo algo de pena por el sufrimiento de algunos de ellos. Quizás no del padre –acaso lo más parecido que la serie tiene a un villano todopoderoso– pero sí de sus sufridos hijos, que no saben qué hacer para ser acogidos bajo su imposible y demoledora «ala protectora».

Esta es una temporada en la que Kendall parece perdido todo el tiempo pero en la que, a su modo, logra recuperar su talento para los negocios a partir de su golpe con el más real de los sufrimientos. Puede ser brutal cuando quiere (como cuando cierra, por orden de su padre, un portal web que era parte del imperio familiar y que él mismo quería sostener) pero también humano y compasivo. Y su persistente comportamiento suicida lo torna hasta querible. Distinto en un punto es el caso de su hermana Shiv, que recibe, en privado, la noticia de que su padre la ha elegido como su sucesora, actúa en consecuencia y luego se da cuenta que quizás no sea tan así, que su padre tiene otras ideas o ni siquiera se imagina bajándose del trono. Y Roman –cuya presencia conduce al ala cómica de la serie– tiene también sus curiosos deseos y necesidades, aunque todavía no sabe bien si puede o quiere estar a la altura de lo que se espera de un Roy.

El costado cómico de la serie es de gran ayuda, especialmente porque el elenco es extraordinario y hace maravillas con un guion cuyos diálogos están llenos de acidez, comentarios brutales y respuestas filosas, todas salidas de la clásica escuela de la comedia norteamericana de la época de oro. Además de Roman, la dupla que integran Tom –el marido de Shiv– y el primo Greg («prefiero que me digan Gregory») le dan a SUCCESSION una liviandad que ayuda a que el asunto no se vuelva demasiado grave ni «profesional». Reconocer que en esa familia hay personajes y momentos capaces de generar situaciones de humor involuntario no quiere decir necesariamente colocar al espectador ante la comodidad de la sátira más básica y banal. No. Es sentirse reflejado en el ridículo en el que todos podemos caer en cualquier momento.

SUCCESSION quizás sea la mejor serie norteamericana de los últimos tiempos, algo que es mucho decir tomando en cuenta la cantidad que s producen anualmente. Heredera de MAD MEN y de todas esas series en la que complicados personajes tienen que lidiar con los conflictos laborales y familiares (que en este caso vienen en el mismo paquete), la creación de Armstrong se ubica un escalón más arriba que la mayoría gracias a la precisión de sus textos, personajes y actuaciones, obviamente, pero más que nada a partir de la mirada que posee sobre el universo que retrata, la de alguien que entiende que ninguna persona puede definirse solo por un par de características socioeconómicas sino que todos son (somos) una cosa, la otra y las dos al mismo tiempo. Lobos disfrazados de ovejas y ovejas disfrazadas de lobos.