Festival de Mar del Plata 2019: crítica de «State Funeral», de Sergei Loznitsa
En su nuevo documental, el realizador ucraniano toma los gigantescos y masivos eventos realizados tras la muerte de Josef Stalin para observar de manera sutilmente crítica la situación política de la Unión Soviética en ese momento.
Los documentales del ucraniano Loznitsa –al menos la mayoría de ellos– tienen una particularidad que los hace especialmente fascinantes. Se construyen y arman a partir, muchas veces, de material de archivo o de un registro de observación puro. Y el director jamás lleva al espectador a tomar directa posición respecto a lo que ve. En AUSTERLITZ, documental en el que mostraba turistas yendo a visitar y recorrer un campo de concentración, el espectador podía asumir que lo que estaba viendo era una crítica a la «banalidad del bien», digamos, mostrando cómo esos trágicos lugares históricos se han vuelto paseos familiares para registrar en instagram. Pero también podía verlo sin ese condimento, como una muestra del lugar y de la gente que lo recorre.
Hasta el final de STATE FUNERAL –en el que aparecen una serie de carteles que dan a entender un tanto más claramente la posición de la película respecto a lo mostrado– uno puede sentir algo parecido. El documental se construye a partir de los archivos de los funerales de Josef Stalin, un impresionante material encontrado y restaurado, tanto en blanco y negro como en color, de manera tan lustrosa que uno siente que podría estar viendo una muy realista ficción rodada el mes pasado. Los materiales no son propios, claro, pero recorren, a lo largo de los un tanto excesivos 135 minutos que dura el film, los distintos eventos masivos y reacciones que tuvieron lugar tras el anuncio de la muerte del entonces líder supremo de la Unión Soviética.
La espectacularidad del funeral –el velorio, masivo, plagado de dignatarios de buena parte del mundo pero especialmente de locales, tanto burócratas como militares y muchísima gente común– está captada a la perfección por las cámaras que trabajaban para el Kremlin. Lo mismo las reacciones en la calle, los discursos escuchados en altoparlantes, las manifestaciones en las fábricas, los planos claramente publicitarios en los que se muestra a un país que sufre pero que igual seguirá avanzando, para terminar con el impresionante entierro que tomó toda la ciudad (y todas las ciudades) haciendo epicentro en la Plaza Roja, el lugar donde se dieron los discursos de turno de quienes, en ese momento, eran considerados sus continuadores, como Malenkov, Beria y Molotov. Después de ver la película averigüen, si es que no lo saben, cómo continuó la historia de la sucesión.
STATE FUNERAL es un material de archivo impecable y Loznitsa lo trata con absoluto respeto. No hay marcas, aquí, de una postura respecto a lo que se muestra, más allá que uno sienta que la propia e hiperbólica demostración es, de por sí, un acto con claras connotaciones dictatoriales. Pero también uno puede imaginar que algún nostálgico de la URSS de ese entonces puede ver el material y emocionarse genuinamente, sintiendo el dolor de un pueblo que parece severamente compungido por lo sucedido. Los carteles del final en los que se cuentan, de manera breve pero contundente, algunos de los hechos que tuvieron lugar durante el stalinismo y también lo que sucedió después, son toda la editorialización que Loznitsa necesita para confirmar lo que muchos sentimos estar viendo.
Esa rutina de endiosamiento y la grandilocuencia de los discursos («el genio más grande de la historia de la humanidad», dice Molotov) solo pueden surgir en momentos políticos de clara raigambre dictatorial. Pero también presidentes democráticos en ejercicio alrededor del mundo han sido despedidos con similar batallón de pompa y circunstancia (John F. Kennedy, sin ir más lejos) por lo cual no se puede decir que sea un sistema solo usado por este tipo de controvertidas figuras.
Loznitsa organiza las imágenes de forma que suponemos cronológica, yendo de la difusión de la noticia por altoparlantes callejeros y en los diarios (todos usan las mismas dos y muy retocadas fotos que conocemos de Stalin) para luego mostrar la llegada de mandatarios de otros países, la instalación del cuerpo para ser despedido (y pintado y esculpido) por millones y millones de personas a lo largo de varios días. El funeral y varias piezas propagandísticas cierran un film cuyo material proviene, en su mayoría, de VELYKOYE PROSCHENYE (La gran despedida), documental filmado para conmemorar el hecho.
Lo que sí es claramente obra de Loznitsa es el trabajo sonoro, que por momentos de una manera un tanto obvia intenta imitar lagrimeos, pasos, estornudos y conversaciones en voz baja que obviamente no provienen del material original. Y lo mismo pasa con la música que baña buena parte de las escenas, composiciones de Schubert, Tchaikovsky y otros que le dan al evento una melancólica grandilocuencia. Es interesante ver, luego de esta película, la comedia negra THE DEATH OF STALIN, de Armando Ianucci, que muestra los contubernios internos y el lado oscuro del fallecimiento del líder político de una forma totalmente opuesta: ácida, irónica y brutal.
El secreto de STATE FUNERAL, un poco como sucedía en el extraordinario documental del rumano Andrei Ujica, LA AUTOBIOGRAFIA DE NICOLAE CEACESCU, es dejar que el material hable solo sin editorializar jamás, o apenas de maneras muy sutiles. Uno tiene la sensación que la crítica se cae por el propio peso de lo que vemos, pero acaso no sea para todos así. Y esa, para mí, es la mejor manera de acercarse a ciertos hechos históricos: mostrarlos tal como fueron filmados y dejar que la evidencia del material permita al espectador sacar sus propias conclusiones. Imaginen esto con la historia argentina y ya tienen media docena de películas esperando por existir…