Online: crítica de «Color Out of Space», de Richard Stanley
Esta adaptación del clásico cuento de tde H.P. Lovecraft sobre las extrañas consecuencias de la caída de un meteorito es una efectiva película de horror que tiene a un desatado Nicolas Cage como protagonista excluyente.
Convengamos de entrada que estamos ante un film que tiene todo para transformarse en «película de culto«. Veamos: es la reaparición de Richard Stanley, el director que fue despedido en medio del rodaje de LA ISLA DEL DR. MOREAU, tras estar casi tres décadas sin haber estrenado un largometraje de ficción (técnicamente su último film es DUST DEVILS, de… 1992); tiene a Nicolas Cage como protagonista en uno de sus roles más desatados (lo cual ya es mucho decir) y se trata de una nueva adaptación del clásico de clásicos de la literatura de horror y ciencia ficción como es el cuento EL COLOR QUE CAYO DEL CIELO, de H.P. Lovecraft. Es una midnight movie para pelear por el título por la corona mundial en la materia.
Y, en ese sentido, COLOR OUT OF SPACE (una pequeña alteración del original «The Colour of of Space») no decepciona. Estamos hablando de una producción de módicos recursos, se podría decir casi de clase B, con efectos especiales discretos en tamaño pero llamativos en estilo y con una modernización de la trama original –escrita en 1927– que no altera sus componentes básicos: la caída de un meteorito al lado de una casa campestre que empieza a alterar por completo la naturaleza del lugar y la de los habitantes que se acercan a él.
Cage es Nathan Gardner, un artista vuelto agricultor que ha decidido junto a su esposa Theresa (Joely Richardson) mudarse con toda su familia a una casa de campo en las afueras de Arkham, Massachusetts. Ella está recuperándose de un cáncer e intenta trabajar desde allí, con las previsibles dificultades de la comunicación online. El ha empezado a criar, ejem, alpacas, y trata de adaptarse, sin demasiado éxito, a la tarea de plantar vegetales, cocinar y otros hábitos caseros. Los Gardner tienen tres hijos: una adolescente con gusto por el ocultismo, un hermano que prefiere pasarse el día fumando porro junto a un ermitaño (Tommy Chong) que vive cerca y un niño más pequeño e impresionable.
Esa aparentemente apacible vida se alterará de golpe, una noche, cuando una intensa luz violeta ingrese por las ventanas seguida por un golpe fuerte que los hace pensar en un terremoto o algo parecido. No es eso, sino un meteorito el que ha caído en su jardín. Y ahí empiezan las extrañezas que cualquiera que haya leído el cuento más o menos conoce: la naturaleza empieza a alterarse, el agua se contamina y los animales pasan a comportarse de modo extraño. Poco después, las personas y hasta el tiempo pierden su lógica. Nadie sabe qué está pasando pero todos quedan primero atónitos durante largo rato, luego empiezan a ver luces y escuchar sonidos extrañas, y finalmente el asunto ya toma el carácter de alucinación total. O no. El «color que cayó del cielo» ha tomado posesión de los Gardner y del lugar en el que viven.
COLOR OUT OF SPACE toma la forma de un thriller de horror, fantasía y ciencia ficción respetando el modelo «lovecraftiano» de origen, apostando por el misterio de lo incomprensible y el horror de la monstruosidad. Y si bien la película deja en claro el costado de metáfora ecologista de su trama, nunca pierde de vista que se trata, antes que cualquier otra cosa, de un relato de suspenso y terror, que lo primordial está en poder visualizar esa trama difícil de poner en imágenes (digamos que arranca como una invasión de colores y olores) e incorporar al espectador en el corazón de la historia.
Es cierto que Stanley nunca termina de lograr lo segundo, que la propia propuesta incluye una cierta distancia un tanto irónica del espectador respecto de lo que está viendo. Y eso se manifiesta especialmente en Cage, que bien podría ser el alienígena de la película si este tuviera rostro. Como ya es su costumbre, su actuación está en una galaxia paralela a la de los demás: no parece «convivir» con ellos, los otros actores/familiares, sino estar en una zona intermedia entre ellos, el espectador, el director y alguna galaxia lejana. Una escena con el gritando «cocksucker» y golpeando un auto que no quiere arrancar, otra mordiendo y tirando tomates deformados por «el agente invasor», unos besos pegajosos con su esposa y algunas que mejor no adelantar son fascinantes por sí mismas, pero es complicado de integrarlas naturalmente adentro de la historia. Es esa la característica intrínseca de cierto cine de culto: sucede a ambos lados de la pantalla al mismo tiempo.
Pero si uno logra incorporar esa demencia a lo que está sucediendo se encontrará con que funciona más o menos bien. Es cierto, va casi en paralelo al resto de los personajes y de la historia, pero sin esa perturbación interna quizás el propio relato sería más chato y previsible. En un punto uno podría pensar que Stanley quiere hacer que la puesta en escena esté a la altura de la personificación de Cage (dan ganas de imaginar que tipo de delirio el director sudafricano podía haber construido en torno a la actuación de Marlon Brando en la abortada, al menos para él, DR. MOREAU) y en general lo consigue. El relato se dispara para el absurdo, pero no llega a volverse totalmente camp ni deja que la distancia irónica domine totalmente su propuesta. Se mueve alrededor de esa ironía, la incorpora, la aleja, pero no se sube del todo al carro de «tan mala que es buena» que alguno podría imaginar ante un film de este combo actor-director. Se nota que a Stanley le importa transmitirnos, más que ningún gesto cool, el horror y el misterio de un mundo que se deforma, se torna irreconocible y se vuelve contra nosotros mismos. Un miedo existencial, primario e incomprensible, pero muy real.
Hay subtítulos de esta película ya?