Online: crítica de «Waves», de Trey Edward Schults
La nueva película del director de «It Comes at Night» es un intenso drama contado en dos partes muy distintas, centradas en los dos hermanos adolescentes de una familia que vive en Florida y que debe atravesar una serie de complicadas y dolorosas situaciones. Está disponible «online».
Película rara, incómoda, de esas que abruman los sentidos, involucran al espectador, pero después lo dejan con una sensación un tanto extraña, WAVES es, además, una película poco común en su esquema narrativo y su tono cambiante, en la construcción casi musical de sus escenas y en la manera en la que su director, Trey Edward Schults (KRISHA, IT COMES AT NIGHT), filma casi todas sus escenas con ángulos, movimientos de cámara y un montaje que podría definirse como poco usual. Sí, es un drama familiar oscuro y violento, casi una versión moderna y hipster de una película educativa, en la cual se nos muestra las distintas formas de atravesar la adolescencia.
La película está claramente dividida en dos partes. La primera, un tanto más larga, es la que abre las puertas a la segunda, que es una consecuencia de los hechos narrados en aquella. Más sencillo es resumir lo que allí sucede. WAVES cuenta la historia de la familia Williams, compuesta por el padre Roland (el omnipresente Sterling K. Brown), su segunda esposa Catherine (Renée Elise Goldsberry) y los dos hijos de él que ella ha criado como propios desde la muerte de su madre: los adolescentes Tyler (Kelvin Harrison Jr.) y Emily (Taylor Russell). Es muy familia de clase media acomodada, afroamericana, del sur de la Florida. Y Tyler es el centro de atención de todos, por sus logros y esfuerzos deportivos en la lucha libre. Pero ese edificio de logros va a empezar a desmoronarse de a poco. Y es algo que, de entrada, sabemos que sucederá.
Es que Roland presiona tanto a su hijo con los entrenamientos, el esfuerzo, las prohibiciones y límites que nos queda muy en claro que allí hay una bomba a punto de estallar. Todo parece estar tranquilo porque Tyler está en pareja (con Alexis, una muy simpática chica latina) pero los problemas empiezan cuando el chico se lesiona un hombro, no le quiere decir nada a su padre y empieza a tomarse sus poderosos opiáceos que encuentra en el botiquín del baño. De allí en adelante veremos una serie de desgracias y malos entendidos que van llevando la situación a límites intolerables entre Roland y su padre; y luego entre Roland y su novia.
Schults organiza estos eventos con una llamativa intensidad dramática, como si la película fuera una suerte de musical o un videoclip furioso y continuo a lo largo de una hora. Todo el tiempo la banda de sonido suma, además de las composiciones para el film de Trent Reznor y Atticus Ross, muchísimas canciones (pop, soul, rock, pero sobre todo hip-hop, todo compilado y explicado por Shults aquí) que comentan a su manera los hechos, cada vez más densos. Y la puesta en escena –y la fotografía– apuestan también a que nos involucremos casi físicamente en esas situaciones. Es un drama contado como una película de suspenso, casi hasta de terror.
Suceden cosas terribles en WAVES y, en el momento menos pensado y más dramático, Schults decide cambiar el eje y el tono del relato y dedicar la segunda parte del film a Emily, la callada y tímida hermana menor, que hasta ese momento había tenido poca participación en la historia. Lo que sucede allí es consecuencia de lo anterior, claro, pero lo que nadie espera es el giro también tonal en la historia. Transfiriendo la personalidad de sus protagonistas al ritmo y el mood de la película, WAVES pasa a «comportarse» como Emily. Es decir, la película baja muchísimos decibeles (ritmo, volumen, intensidad general) y se pone a la par de la silenciosa Emily, que es un claro caso de «la procesión va por dentro». Schults la llevará por su propio viaje (empieza a salir con Luke, un también tímido compañero de escuela que encarna Lucas Hedges) y la hará luego parte de la complicada saga de dolor y reencuentro familiar.
La película es un tanto abusiva, in your face, y ganaría bastante –especialmente en su primera mitad– siendo un poco más sutil y menos obvia. Pero la propuesta es intencionalmente así, agresiva y casi gritada, por lo que al espectador le queda entregarse o abandonarla. En un claro caso de causas y consecuencias la «calma» llegará, dando a entender que si la primera parte del film se centra en ese crescendo caótico luego le tocará lidiar con los restos del naufragio familiar. Es una película rica en posibilidades, una historia de destrucción y reconstrucción familiar que quizás peque por ser muy directa y agresiva, pero a la que no le faltan ideas sobre el cine y, sobre todo, sobre la redención, las segundas oportunidades y la compleja tarea de crear sanos lazos familiares y no perecer en el intento.