Estrenos: crítica de «Aves de presa», de Cathy Yan
El film, basado en un cómic de DC, es un colorido y confuso relato centrado en las aventuras de Harley Quinn (Margot Robbie) y sus nuevas amigas. Un refrito de ideas visuales de los años ’90 con efectos digitales de última generación.
Uno de los problemas del cada vez más utilizado «embargo» para las críticas (lo que sucede cuando las distribuidoras te piden no publicar textos sobre una película hasta una fecha y hora determinadas) es que, si uno no se tomó el trabajo de escribirla al rato de terminar de ver el film en cuestión, posiblemente ya no tenga nada para poner sobre él una o dos semanas después. El primer y más obvio motivo es que gran parte de estas superproducciones son tan similares entre sí que es difícil recordar algo a las pocas horas de haber terminado la función. Y el segundo es que, aún si eso no sucede, ya son pocas las ganas y las ideas que generan la mayoría de estas películas.
Me refiero, en este caso, a AVES DE PRESA (no voy a incluir el subtítulo porque me parece insólito), una de las tantas películas basadas en personajes de cómics que me producen una parálisis casi absoluta de los sentidos. De no ser por Margot Robbie, uno podría reducir en su memoria la película toda como una masa informe de ruidos y colores sin ningún trazado visible, como si a alguno lo hubieran sacado de la cama para meterlo en una psicodélica fiesta de disfraces a las 3 de la mañana donde casi todos están un poco pasados de rosca. Lo que genera la experiencia es un fuerte dolor de cabeza, momentos de alto fastidio y, llegado el caso, hasta alguna descompostura física.
Acaso no sea la peor película del género en su variante DC (por lo menos no tiene la extrema y pomposa gravedad bíblica de BATMAN VS. SUPERMAN o LA LIGA DE LA JUSTICIA) y, dentro del mismo universo, es un poco más tolerable que ESCUADRON SUICIDA, pero no se mueve de esos parámetros repetidos, una mezcla un tanto noventosa de thriller cínico a lo (imitador de) Tarantino con videoclip de Marilyn Manson con un toque de humor absurdo y guiño de ojo al espectador en plan DEADPOOL feminista. Una suerte de colorido carnaval carioca (no necesariamente «brasileño», pero ustedes entienden la idea) en versión violenta que estalla, repetidamente, en la cara de cualquier espectador que tenga más de, digamos, 20 años.
Y si bien Robbie es memorable –es difícil que pase desapercibida en ningún lado–, lo es por los motivos incorrectos. El de Harley Quinn es un papel en el que no parece sentirse del todo a gusto, como si estuviera necesitada todo el tiempo de gritarlo, de sobre-enunciarlo y exagerarlo, desde la voz en off hasta cada músculo del rostro. Una actriz más que talentosa reducida aquí a sobreactuar a una chica bastante intragable, algo que hace gesticulando excesivamente a razón de tres movimientos de cejas por segundo. Sí, es cierto, Quinn es un personaje desatado y maníaco, pero Robbie no llega a traspasar esa frontera y encontrar algo más ahí, quizás porque a la película tampoco le interesa ese recorrido. Más allá de lo que cada uno pueda pensar del trabajo de Joaquin Phoenix en JOKER, al menos ahí había una idea compartida (entre actor y director) de ir mucho más a fondo con la locura del personaje, lo que le daba sustento a sus desbordes actorales. Acá eso no existe más allá de algunos cliches sobre girl power y cosas por el estilo.
¿De qué va AVES DE PRESA? ¿De veras quieren saber? Seré breve. Harley Quinn se ha separado de Joker (de Jared Leto, no de Phoenix) y pasa por un mal momento personal o algo así. Maníaca, alcohólica, medicada, un tanto violenta, la chica se toma su explosiva revancha y pronto se enreda en una serie de problemas. Por un lado la persigue una policía (Rosie Pérez) y, por otro, un mafioso (Ewan McGregor) que la involucra en la tarea de recuperar un diamante que le ha robado Cassandra Cain (Ella Jay Basco), una ladronzuela que no tuvo mejor idea que tragarse el coso.
Pronto Harley tendrá a su lado a un grupete de mujeres que se dispondrá a enfrentar al mafioso en cuestión (Roman Sionis AKA Black Mask) y ofrecer su versión violenta de algún grupo de pop-punk femenino de los ’90: un poco glam, un poco hardcore, un poco aniñado y otro tanto agresivo. A pura agresividad pop, con rotura de huesos, comentarios ácidos ad hoc y otras variantes del género en su versión solo apta para mayores de 16 años, las chicas –entre las que se incluyen Mary Elizabeth Winstead (Huntress), Jurnee Smollett-Bell (Black Canary) y la propia Cassandra– funcionan como una suerte de Lado B de la «Liga de la Justicia».
La directora norteamericana de origen chino Cathy Yan puede haberse visto influenciada por cierto cine de asiático de acción (hay algo en el film que remite a algunas películas de Hong Kong de los años ’90), pero no parecen ser más que algunos significantes –cierta iluminación, uso del color, caracterización, vestuario– vacíos de cualquier tipo de contenido. La estética semi-circense de la película, unida a un guión tan básico y previsible, termina agotando a cualquiera. Y los «temas» del film, ligados a la exteriorización brutal de cierta rabia femenina, se vuelven casi tan vacíos como la estética, especialmente si se piensa que buena parte de la furia de Harley está ligada al hecho de haber sido dejada por un tipo.
Si antes comentaba que Robbie está un poco excedida en su rol, mejor ni hablar de McGregor, que está al borde de parecer una literal caricatura de sí mismo, llevando su personaje a tal extremo que habría sido más fácil dibujarlo y que el hombre le ponga solo la voz. De hecho, salvo alguna que otra excepción, toda la película podría haber sido animada. Hay algo de la propia lógica colorinche y violenta de la película, de piñata con heridos, que se lleva mejor con cierto tipo de «animación para adultos» en su variante oriental. Y, quien sabe, quizás mediante ese recurso, AVES DE PRESA podría haber resultado un tanto, tan solo un tanto, más recordable.
Resumiendo: rock, pop, grunch, bomb, stamp, glam y puf.
Cállate perra