Estrenos online: crítica de «DAU. Nora Mother», de Ilya Khrzhanovskiy y Jekaterina Oertel
La tercera película en estrenarse del proyecto centrado en un instituto científico de la Unión Soviética retrocede a la década del ’40 para centrarse en una serie de incómodas conversaciones y peleas entre la esposa y la suegra de Lev Landau.
A diferencia de las dos películas ya estrenadas del ciclo DAU, la saga que se desarrolla a lo largo de casi cuatro décadas en un instituto científico de la Unión Soviética, NORA MOTHER es una suerte de respiro, de tenso e inquietante momento de relativa calma en relación a lo que vimos y, seguramente, a lo que vendrá de aquí en adelante. La película (que puede verse, como las otras del megaproyecto, cliqueando aquí) resultará, para los que ya vieron las dos previas, no solo un cambio en el tono y en la dimensión sino un retroceso gigantesco en el tiempo, lo que en términos convencionales llamaríamos una «precuela». Pero no hay nada de convencional en DAU.
Si NATASHA, la primera película en estrenarse del proyecto, transcurría en algún punto de los años ’50 y la segunda, DEGENERATION, nos permitía –por los hechos políticos que allí se analizan, como la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia– ubicar la acción en la segunda mitad de los años ’60, aquí queda más o menos claro por la dirección de arte que estamos en los años ’40. No solo por eso. Cualquiera que haya visto al propio Dau –el científico Lev Landau, en torno a quien se construyó este instituto– en esa película y lo vea aquí, joven y lozano, no tardará en darse cuenta que el retroceso en el tiempo, y la mejora en su salud, han sido importantes.
Pero Dau es un personaje bastante secundario en NORA MOTHER, al menos en lo que respecta a su presencia física. Es, sí, central a la trama ya que la película hace eje, fundamentalmente, en una serie de conversaciones entre Norah (la esposa de Dau) y su madre, que ha venido a visitarla por primera vez desde que se casaron, a su lujosa casa dentro del instituto. Otro dato claro de la época lo da el hijo de la pareja, un pianista un tanto peculiar de veintitantos años en DEGENERATION, que aquí es tan solo un simpático bebé. La película, de breves 87 minutos (la primera superaba las dos horas y la segunda, las seis), consiste fundamentalmente en charlas cada vez más brutales entre la demandante y un tanto cruel madre de Nora y su confundida y torturada hija.
El eje de la discusión, en un film que tiene elementos de varios dramas bergmanianos (o, si se quiere, de algunos melodramas de corte teatral de Fassbinder) es el fastidio y la bronca de la madre por ver a su hija aceptando, de una manera que parece ser sumisa y quizás por mera conveniencia económica, un matrimonio en el que su marido la engaña, la ignora y en la que es claramente infeliz. Buena parte de la conversación es, en realidad, un monólogo de la elegante y en apariencia bastante independiente señora que no puede aceptar que su hija se comporte de esa manera solo para disfrutar de ciertos placeres (se hacen bromas con la calidad del vino, el caviar y el queso roquefort) vedados al resto de los soviéticos.
Nora, en tanto, asegura que no es ése el motivo por el que está con Dau y que, si lo fuera, es su problema y ella no debería meterse en eso. Esto, que empieza de una manera relativamente amable, se va volviendo más y más cruento, duro y desagradable, en tanto madre e hija se lanzan cada vez más violentas acusaciones. La primera, especialmente, por más que parezca poseer cierta sensatez inicial en su análisis, pronto termina por lanzarle a su hija una larga serie de odiosas invectivas que hay que escuchar para creer. La hija –abochornada y sin tanta destreza verbal– hace lo posible por devolver las profundas estocadas, pero su rival es de temer y muy difícil de herir verbalmente.
Esta relación tendrá alguna vuelta de tuerca que se siente un tanto caprichosa sobre el final –aunque quizás no lo sea–, pero la película no pretende ofrecer otra cosa que un acercamiento al mundo familiar de Dau que, a juzgar por las sinopsis de otros de los films del ciclo, se seguirá explorando en íntimos detalles. Haber visto DEGENERATION, de algún modo, funciona casi como una amenaza evidente a lo que es el futuro de la relación y del instituto en sí.
En lo central, NORA MOTHER es un match actoral que bien podría escenificarse en un teatro. Desconozco el dato, pero a juzgar por los apellidos –y por la historia del proyecto de mezclar todo el tiempo realidad y ficción, además de usar actores no profesionales y personas haciendo versiones ligeramente ficticias de sí mismos– las protagonistas son madre e hija en la realidad, lo cual abre las puertas, más que para un psicodrama, para una terapia familiar.
Lydia Shchegoleva, la madre, es la voz cantante en esta experiencia. Sin perder demasiado la aparente calma y mostrando, de vez en cuando, extraños momentos de curiosa empatía y fragilidad, la señora larga su filosa lengua, en especial, en un monólogo brutal que demuele moral y anímicamente a su hija. Nora (Radmila Shegoleva, con un look de diva de los ’40 un tanto venida a menos) pasa de la aparente alegría por recibir la visita de mamá a tener que soportar sus brutales comentarios acerca de sus decisiones y su forma de vida.
Dau aparece en un par de escenas, lo mismo que el pequeño hijo y el simpático perro de la familia, pero son apenas «descansos» o momentos de cierto aire (las pocas veces que salen al exterior de la casa podemos ver que es claramente otro momento en la historia del instituto) en medio del lanzamiento de agresiones entre madre e hija. Comparada con los films anteriores, NORA MOTHER puede parecer hasta tranquila y sin grandes acontecimientos, pero algunas semillas de las varias discordias y problemas que irán apareciendo posteriormente, ya quedan aquí planteadas.