Series: crítica de «Dave» (Temporada 1)

Series: crítica de «Dave» (Temporada 1)

por - Críticas, Estrenos, Online, Series
03 May, 2020 05:05 | 1 comentario

Esta comedia, cuya primera temporada acaba de concluir con enorme éxito en Estados Unidos, se centra en un rapero blanco, judío y neurótico que quiere ser tomado en serio y triunfar en el difícil mundo del hip-hop, mayoritariamente afroamericano.

Quizás el personaje de Lil Dicky no sea tan conocido en la Argentina –o en América Latina– como sí lo es en Estados Unidos. O quizás, sí. Convengamos que no soy el público cautivo para saber mucho acerca de una estrella de rap que se hizo famosa por videos virales humorísticos en los cuáles, entre otras cosas, se burlaba del tamaño de su pene, así que esa información se me escapaba hasta ver DAVE, la serie que él mismo protagoniza y que se basa en su propia vida y experiencias. La serie de FXX, que acaba de terminar su primera temporada convertida en el debut más visto en la historia del canal, se ha vuelto un espacio de humor a la vez inteligente y ramplón, en el cual seguramente relajarse de las tensiones de estas semanas.

Dave Burd es el nombre real de Lil Dicky, un flaco blanquito y alto de rulitos con cara de haber ido toda su vida a Hebraica o algún otro club similar de la colectividad judía. Dave no es de la porteña Villa Crespo sino de los suburbios de Filadelfia, pero bien podría serlo. Uno puede ver en sus actos, en los encuentros que tiene con su familia y, especialmente, en los flashbacks a su infancia, no solo las similitudes de las experiencias (créanme, yo estuve ahí, es bastante así) sino su universalidad. Dave era el chico que recurría al humor para salir del paso de cualquier tipo de bullying sin saber que un día eso se iba a volver una carrera. Una profesión.

A su talento para escapar por la vía del humor, el Dave de la TV (por sus entrevistas queda claro que mucho de lo que cuenta es real) le agrega un par de particularidades que son muy propias. En especial, cierto talento para rapear, algo que va quedando claro con el correr de los episodios en los que intenta hacerse famoso en el mundo del hip-hop pese a tener el aspecto y la actitud (insegura, dubitativa, autoparódica) equivocados. Por otro, como su nombre lo indica, gran parte del chiste de su alter-ego tiene que ver no solo con el tamaño de su pene sino con una serie de deformidades que acompañan al asunto. Ya verán a lo que me refiero.

Si esto suena a comedia tontuela y algo burda, bueno, lo es, pero a la vez DAVE busca también otra cosa, jugando ese difícil juego de apostar por dos espectadores potencialmente distintos a la vez. Por un lado, el que se va a morir de risa al verlo con una muñeca inflable, con curiosos deseos sexuales o hasta mearse (o aún más que eso) en público. Y, por otro, el que va a interesarse en el universo más amplio al que la serie apunta, ligado al choque cultural, musical y social implícitos el intento de un rapero blanco no solo por insertarse en el mundo del hip-hop, predominantemente afroamericano, sino por ser tomado seriamente y no solo como una moda graciosa y pasajera.

El éxito de la serie no permite vislumbrar, de todos modos, si Lil Dicky es más que una gracia pasajera, pero la apuesta de la serie es al «legado», a convertir a DAVE en una de esas comedias centradas en versiones ficcionalizadas de las vidas de verdaderos comediantes, como es el caso de SEINFELD, CURB YOUR ENTHUSIASM o la propia ATLANTA. Con las primeras dos comedias la conexión es directa: el productor de DAVE es Jeff Schaffer, con experiencia como guionista, productor y hasta director de episodios de ambas. Con la segunda, más allá de transcurrir en escenarios muy distintos, los une una trama centrada en los intentos de un rapero de inusual estilo de triunfar en un mundo dominado por estrellas que por lo general creen ser lo más grande que jamás le pasó a la historia de la música.

A lo largo de diez episodios vemos a Dave ir pasando, de a poco, de la inseguridad y dudas iniciales a la hora de intentar insertarse en el universo del hip-hop tras haber triunfado con un video viral sobre el tamaño de su pene –episodios llenos de momentos absurdos, puro cringe televisivo, dirigidos por Gregg Mottola, de SUPERCOOL, también productor ejecutivo del show– a creerse uno de los mejores raperos del mundo («Top 5 o, bueno, quizás Top 10»). Sí, muchos lo reconocen al verlo, pero su Lil Dicky es más un chiste que otra cosa. Algo que es parte de su personaje, él lo sabe, pero asegura que no lo es todo. Que su alter-ego es más «complejo» que eso y que hasta puede ser interpretado como un comentario irónico sobre la masculinidad tóxica en el mundo del hip-hop. Suena ambicioso, pero no está muy lejos de ser real. O, al menos, creíble.

Algo parecido pasa con la serie en sí. Al empezar la temporada, Dave tiene una novia cálida y amable llamada Ally (Taylor Misiak), que lo apoya en todo lo que hace; un amigo de la infancia, Elz (Travis Bennett), que se encarga de su música y que, si bien es afroamericano, detesta los egos y el circo del hip-hop, y su roommate, Mike (Andrew Santino), un pelirrojo amante del rock más hippie posible (es fanático de Phish, la antítesis en todo sentido del hip-hop) que se va a ir involucrando en su carrera a partir de su experiencia en el universo empresario, algo que no siempre funciona del todo bien en el del hip-hop. A ellos de les sumará GaTa (es su nombre real), un excitable personaje del mundo del rap que de a poco se irá insertando en la vida de Dave hasta transformarse en su gran aliado y defensor en los círculos en los que produce mayor desconfianza.

Los primeros episodios apuestan a un humor más directo (sí, las disfunciones sexuales de Lil Dicky son centrales), pero a partir del quinto –centrado más que nada en los problemas personales de GaTa– la serie empieza a incorporar elementos más complejos a su matriz, desde problemas de salud a dificultades en las relaciones entre los personajes, en paralelo a una mirada bastante ácida sobre el mundo de la industria musical. DAVE nunca abandona el humor más directo (solo verlo a Dave relacionarse, muy torpemente, con figuras reales del mundo más rudo del hip-hop como Young Thug, Trippie Redd o YG, entre otros, es inherentemente gracioso), pero el crecimiento del ego del personaje y los conflictos que eso presenta le dan un elemento extra a la temporada.

DAVE tiene, como corresponde a un show sobre una figura real del hip-hop, muchos otros invitados que irán apareciendo, en general, para volver a nuestro por momentos irritante antihéroe a la Tierra, celebridades que van desde Justin Bieber a Kourtney Kardashian, pasando por el productor benny blanco, Macklemore o famosos conductores radiales. La relación del personaje con celebridades que hasta hace poco eran inaccesibles para él dan en el centro de su propia experiencia: el tipo les puede llegar a caer simpático, pero muy pocos se lo tomarán en serio. Y ese es el conflicto que explotará de manera bastante brutal en el excelente último episodio de la temporada, que viene con sorprendente y hasta shockeante videoclip incluido.

La mayoría de las notas que salieron sobre el éxito de DAVE se lo adjudican a la simpatía de la serie, sí, pero también a la cuarentena y un público cautivo esperando salir un poco de la amargura cotidiana. Lo que es cierto es que la serie seguramente continuará y que, a juzgar por los contenidos de la temporada, hay un interesante camino para recorrer allí que incluye los chistes físicos pero que también apuesta a más. Esta comedia sobre el muchas veces áspero mundo del hip-hop cuyo protagonista es un ansioso e inseguro veinteañero blanco y judío –más «pez fuera del agua» imposible– tiene material suficiente para jugar durante un buen rato un entretenido juego. Y gente talentosa detrás y delante de las cámaras para encontrarlo y darle forma.