Estrenos online: crítica de «7500», de Patrick Vollrath (Amazon Prime)
Este thriller de bajo presupuesto tiene como protagonista a Joseph Gordon-Levitt como el piloto de un vuelo que debe resistir a un ataque terrorista en una película que nunca abandona la cabina del avión. Disponible desde el 18/6 en Amazon Prime.
Una de esas películas pequeñas, de clase B, que tienen una efectividad mucho mayor a otras que cuentan con muchísimo más presupuesto, 7500 es un film tan simple como atrapante. Sí, se trata de otro relato acerca de un avión que es abordado por un grupo de terroristas, pero la diferencia principal está en su coordenadas de espacio-tiempo. La película, una producción fundamentalmente alemana que tiene como protagonista casi excluyente a Joseph Gordon-Levitt en el rol del copiloto del avión secuestrado, transcurre en lo que parece ser tiempo real. Y, fundamentalmente, una vez que entra a la cabina de los pilotos, no sale más de ahí hasta el final.
La película tiene una introducción breve, filmada mediante cámaras de seguridad de un aeropuerto de Berlín, en la que vemos cómo se sigue a una persona que tiene, para los criterios de seguridad de quienes manejan ese sistema, «aspecto sospechoso». Al mejor estilo hitchcockiano vemos a esa persona entrar al avión y, de algún modo, se nos presenta una situación de suspenso que, aunque tardará en llegar, ya nos tiene atrapados. Durante los siguientes 15 minutos vemos los preparativos del despegue, conversaciones típicas y mecánicas entre el capitán Michael (el alemán Carlo Kitzlinger) y su copiloto Tobias (Gordon-Levitt) y una única revelación importante: que una de las azafatas es pareja de Tobias y la madre de su hijo.
Allí tiene lugar el intento violento de los terroristas de ingresar a la cabina y los forcejeos y el caos que eso produce. Conviene no contar demasiado más de la trama, ya que de ahí en adelante iremos viviendo minuto a minuto la cambiante situación en el interior de la cabina. Lo que es llamativo de 7500 es que, salvo por la cámara que les permite a los del interior de esa cabina ver lo que pasa en unos pocos metros más del avión (la típica cortina que los separa de los pasajeros les impide ver el resto) y el intercomunicador que les da la posibilidad de hablar y escuchar, es poco lo que ellos saben –y, en consecuencia, nosotros– de lo que sucede del otro lado de la puerta.
Es así que 7500 se centrará en las distintas maneras en las que Tobias intenta arreglárselas para luchar, combatir o tratar de convencer a quienes tratan de entrar a la cabina mediante la violencia o las amenazas. A la vez, el tipo debe intentar pilotear el avión por su cuenta y comunicarse con los controladores aéreos para poder, si las circunstancias se lo permiten, aterrizarlo en algún lugar. No sabemos mucho del resto de los personajes, pasajeros o terroristas, con la excepción de uno de ellos –el joven Vedat– que es el que termina teniendo mayor contacto con Tobias. Y si los terroristas son más bien esquemáticos y bordean el cliché, también es cierto que todo lo que sabemos de ellos es lo que ve y escucha nuestro protagonista.
Se trata de una película muy efectiva, especialmente durante su primera mitad. En la segunda parte, por la propia estructura del guión, la tensión empieza a decaer por motivos que no conviene adelantar, pero que tiene que ver con el propio movimientos de piezas y personajes. Lo que es claro es que las cartas de ahí en adelante están más jugadas, la confrontación específica que tiene que controlar Tobias no es tan potente como las anteriores y el suspenso se empieza a disipar. De todos modos, la película logra mantener la atención del espectador hasta el final, aún cuando no tenga un cierre a la altura de lo que prometía.
Lo que es celebrable de la opera prima del alemán Vollrath es su apego formal a no hacer trampas con las restricciones que se auto-impuso, más todavía que la más efectiva pero un tanto más «abierta» UNITED 93, película que es una clara influencia aquí. Debe rebuscárselas en un espacio ínfimo, nos limita a tener la información escueta del contexto que tiene Tobias y eso, si bien impide una identificación emocional clásica con el resto de la situación, es muy efectivo. Los gritos y golpes desde fuera del cockpit y las inexpresivas y calmas voces de los controladores aéreos es prácticamente todo «el exterior» que existe para una película que, claramente, fue filmada en una sola locación y en algo que se parece mucho a un simulador de vuelo profesional.
Si hay una deficiencia, como decía antes, tiene que ver exclusivamente con el guión. Y ahí sí parece que Vollrath desoyó una de las máximas de Hitchcock (ya verán cuál, revelarla sería contar algo importante de la trama), impidiendo un más efectivo crecimiento dramático de la situación. Pero la sombra del maestro del suspenso (que hizo una notable película como OCHO A LA DERIVA, que también se limitaba a una sola locación sofocante) atraviesa los 90 minutos de 7500. Dentro de las limitadas ofertas «video on demand» de estos meses de cines cerrados, es una propuesta que vale la pena. Eso sí, más asfixiante que la cuarentena…