Estrenos online: crítica de «DAU. Brave People», de Ilya Khrzhanovsky y Alexey Slyusarchuk
Este nuevo episodio de la saga rusa acerca del instituto científico de la Unión Soviética se centra en los conflictos internos que se generan a partir de la presencia y de los operativos, cada vez más intimidantes, del servicio secreto.
En BRAVE PEOPLE, nuevo episodio de la saga DAU que fue puesto online, la siniestra mecánica del instituto científico soviético vuelve a ponerse en primer plano. Se trata de una historia, como DEGENERATION o NATASHA, en la que los procedimientos de espionaje interno del lugar –e, indirectamente, de la Unión Soviética de la época– vuelven a ser los centrales, sin por eso descuidar las idas y vueltas interpersonales de los habitantes del amplio pero cavernoso lugar, mitad cárcel abierta mitad siniestro TRUMAN SHOW, que es el Dau Institute of Scientific Research.
Uno podría inferir que los ejes de la saga están bastante establecidos a esta altura. Por un lado, las complicadas relaciones interpersonales y románticas entre sus habitantes. Por otro, y entremezclándose con eso, la cultura de vigilancia sobre esos mismos sujetos ejercida por el servicio secreto. Y por último, y hasta ahora en bastante menor medida, los experimentos científicos que allí se hacen, habitualmente realizados ante los ojos de confundidos visitantes del exterior. Estos ejes se cruzan entre sí permanentemente, creando un universo en el que lo privado es una deformación de lo público, sea político o científico.
En un episodio en el que, salvo por un plano lejano, no aparece Landau (protagonista de los últimos tres y un personaje que se volvió un tanto agotador), el eje de BRAVE PEOPLE es Andrei Losev (su nombre real), un veterano y muy renombrado científico, jefe del Departamento Teórico del Instituto, que se ve peligrosamente enredado en medio de la cada vez más insidiosa participación del servicio secreto (el temible NKVD) en los asuntos internos del instituto.
Corre 1953 y Stalin acaba de fallecer lo cual lleva a los miembros de seguridad a un nivel de vigilancia extremo. Es así que, además de la habitual presión que meten a cada persona que visita el instituto (les hacen, de mala manera, firmar un papel que asegure que no revelarán nada de lo que vean allí y les revisan hasta las medias) van volviendo cada vez más intenso el control con los científicos «de la casa». A tal punto que si alguno no logra explicar bien alguna teoría, seguramente a partir de algún «infiltrado» que lleva y trae información, pasan a considerarlo espía y sacarlo a las patadas del lugar.
El muy inteligente pero algo modoso Losev está en una posición importante que no debería generarle problemas. Pero los muchachos de seguridad están particularmente obsesivos y el hecho de que el hombre sea judío (y no haberlo dicho en su aplicación) termina siendo una excusa para que le apliquen su ya a esta altura acostumbrada «presión psicológica». En la ya clásica y temeraria escuela de la Stasi y otras agencias similares, al hombre lo ponen, casi literalmente, entre la espada y la pared. Para trabajar bien en Dau hay que servir a la ciencia, sí, pero fundamentalmente al estado de control.
Lo que hace Losev allí lo llevará a una crisis personal que se reflejará en su vida matrimonial. Es así que la segunda mitad de la película lo verá lidiando, en la casa comunal en la que los principales jefes científicos viven –entre ellos el cálido borrachín Alexei Blinov, cuyo rol es clave allí–, con similares presiones de parte de su esposa Dasha, en una tensa situación que se estira acaso demasiado tiempo. En un estilo que podría considerarse «cassavetiano» (y que a mí me hace acordar también a cierto cine iraní en el que las personas discuten repitiendo argumentos una y otra vez hasta agotar a su interlocutor y a veces al espectador), lo que sucede allí es fiel reflejo/espejo de la lógica psicopática del lugar.
En un curioso momento, promediando el film, el director Trifonov (sí, el chiquito de anteojos que sesea y que, como ya sabemos, es de abusar de cualquier mujer que se le cruce por delante) comenta noticias del exterior. Les dice a todos los científicos reunidos en el habitual cuarto de conferencias que la Unión Soviética ha habilitado una amplia amnistía a criminales. Eso despierta una serie de comentarios de parte de los oyentes que, da la impresión, luego se les volverá en contra. No sé si fue o no cierto lo de la amnistía, pero da la impresión que funciona más como juego psicológico para ver si algún científico, al aprobar la medida con sus palabras, revela su «fragilidad». O, como le dicen a Losev los del Servicio Secreto con gesto asqueado: su «humanismo».
En BRAVE PEOPLE, una especie de precuela de temas que se explorarán más aún en DEGENERATION hay una batalla agresiva entre la necesidad de la exploración científica y la del control policial. A los agentes de seguridad les importa poco y nada los méritos de los celebrados especialistas (más bien se burlan de sus supuestos logros ya que son más que nada teóricos y poco comprobables en la vida real) y lo que quieren es un sistema de espías y delatores que abarque todos los aspectos posibles de la vida en el instituto, inclusive el más íntimo y personal.
La pelea entre Losev, su mujer y los otros científicos de la casa que se produce después (ligada a lo que algunos podrían definir como una exigencia de la esposa a que Losev «se ponga los pantalones») puede resonar como un tanto forzada y puesta ahí para demostrar cómo las presiones externas afectan la vida privada de las personas. Y eso es algo que se notará más aún al final, con una banal metáfora de una rata siendo usada para experimentos. Pero aún sabiendo eso, hay momentos de verdadera tensión y desgarro emocional en lo que allí se vive, en la creciente desesperación de esos personajes. Este grupo heterogéneo de científicos, esposas y amantes parecen haber caído en la cuenta, finalmente, que entraron en una trampa mortal de la que no hay salida posible.