Estrenos online: crítica de «DAU. Katya Tanya», de Ilya Khrzhanovskiy y Jekaterina Oertel

Estrenos online: crítica de «DAU. Katya Tanya», de Ilya Khrzhanovskiy y Jekaterina Oertel

El nuevo episodio de este experimental y ambicioso proyecto se centra en una joven mujer viuda y sus complicadas relaciones afectivas dentro del instituto científico soviético en el que trabaja como bibliotecaria.

El operativo DAU sigue su marcha online y parece, por momentos, haber entrado en una suerte de meseta creativa, aunque es raro decir eso porque nunca se tiene muy en claro los tiempos reales de producción y edición del material. Este episodio (ponerles números o algún orden no tiene sentido alguno) parece reproducir, al menos en su primera hora, el sistema de los últimos dos: seguir analizando el devenir romántico-sexual de Lev Landau, el científico cuyas investigaciones –que nunca se han mostrado hasta ahora– son centrales a lo que se hace allí.

En ese sentido, KATYA TANYA funciona en esa primera mitad como un episodio más de las «aventuras románticas» de Dau, aunque queda claro que en esta etapa sus procedimientos están más incorporados a la vida familiar. En NORA MOTHER, la esposa de Dau (Nora) recién parecía empezar a acomodarse a esa especie de contrato matrimonial por el que ella debería aceptar sus affaires sin chistar, mientras que en THREE DAYS ya parecía un poco más acostumbrada a la idea de que su marido no solo tenía historias románticas y sexuales sino que las llevaba a su casa. Aquí ya hasta participa del asunto, lo cual lo vuelve más democrático y justo, si se quiere.

El problema es que Dau parece más interesado en Katya que en otras de las mujeres con las que tuvo «aventurillas». Y eso incomoda un poco más a Nora, que pasa de querer ser parte del triángulo a tratar de alejar a la joven mujer de las garras de su marido, no se sabe bien si por celos o por un tema de seguridad dentro del muy vigilado instituto. Esa primera parte del episodio funciona mejor cuando se centra más en la vida de la chica por su cuenta que en sus coqueteos con el, a esta altura, un tanto insoportable Dau. De hecho, cuesta creer que tantas mujeres se dejen seducir por este sujeto un tanto pedante y banal, aunque también es cierto que si uno mira el resto de la peña se da cuenta que es de lo mejorcito en oferta.

Katya (Ekaterina Uspina) tiene una historia personal que excede la de Dau y cuando la sigue a ella el episodio mejora. La conocemos en 1942 y es la encargada de la biblioteca del lugar, enamorada de un joven miembro del instituto que muere combatiendo en la Segunda Guerra. Brutal corte a 1952 y ya la chica ha cambiado: su rostro perdió toda luz y si bien sigue siendo joven y bella hay un regusto amargo, de autoflagelación, en lo que hace. Y no solo con Dau. Su recorrido por el sector masculino del instituto es un poco más amplio y, convengamos, aún más desagradable que las experiencias con el hombre del cabello raro. Algo que los directores dejan en evidencia en otra de esas escenas sexuales que no parecen tener nada de simulación.

Casi todo el episodio está editado con fundidos encadenados entre torpes y extraños, como tratando de recortar sobre el plano escenas que claramente fueron improvisadas y quedaron demasiado largas. El formato se calma un poco en la segunda mitad, que es en la que aparece Tanya (Tatiana Polozhy), el otro nombre que da título al episodio. Se trata de una mujer que vive con su pequeña niña y a la que se ve igual o más triste y apagada que a Katya, lo cual ya es mucho decir.

Esa mitad del capítulo se centrará en la relación entre ellas y será más interesante que lo previo, ya que desaparecen del mapa (al menos por un rato) las un tanto tediosas manipulaciones emocionales de Dau, su mujer y del director del instituto Alexei Trifonov. En una serie de encuentros emocional y sexualmente francos, Katya y Tanya empiezan una suerte de relación que, previsiblemente, será vigilada con suma atención por la policía secreta que, como ya sabemos, conoce lo que cada uno hace allí en todo momento. Y que no se iba a perder la oportunidad de importunar en una situación sexualmente no tan… soviética.

Esos 45 minutos centrados en la relación entre las dos mujeres, está entre lo más interesante que ofreció DAU desde el brutal cierre de DEGENERATION. Si bien es cierto que habrá quien discutirá la indisimulable franqueza de sus escenas de sexo (o podría acusar al director de voyeurismo en las escenas entre las dos chicas, si bien la codirectora del episodio es una mujer) algo más fuerte y verdadero sucede ahí. En la ternura, el cariño y en esa especie de desesperación afectiva que hay entre ambas es evidente que la experiencia en el instituto es tan agobiante para las dos que son capaces de arriesgar sus vidas para sostener ese vínculo. Y ahí, más que en la impunidad hedonista de Lev Landau, es donde el proyecto DAU cobra más fuerza. En el choque entre lo privado y lo público, la intimidad y la vigilancia, el amor y el dolor.