Estrenos online: crítica de «Irresistible», de Jon Stewart

Estrenos online: crítica de «Irresistible», de Jon Stewart

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
30 Jun, 2020 07:30 | comentarios

Steve Carell y Rose Byrne protagonizan esta fallida sátira política centrada en la elección del alcalde de un pequeño pueblo de Wisconsin que ambos partidos políticos norteamericanos se disputan como si fuera la presidencia.

El estudio Universal es claramente el que más se ha adaptado a estos tiempos de estrenos online con motivo de la pandemia y el cierre de las salas de cine. Después de haber visto muchas de las películas que han estrenado online, es bastante claro que quizás el formato VOD no le ha venido mal. Es que muchas de sus películas podrían haber sido serios fracasos comerciales de haberse estrenado en miles de salas, mientras que en la comodidad del hogar el efecto económico se disimula un poco (siguen generando una enorme pérdida, pero no se gastan millonadas en campañas publicitarias) y, si se quiere, queda la reputación menos dañada. Pasan, casi inadvertidas.

Puesto de otra manera: IRRESISTIBLE iba a ser un fracaso seguro en salas de cine y ahora, digamos, es una película menor que salió online y que quizás termine encontrando algún público ahí, a fuerza de los nombres propios que tiene adelante y atrás de cámaras. Segundo largo del comediante, conductor televisivo y escritor Jon Stewart –acaso el más inteligente y sagaz de todos los talk show hosts, trabajo que abandonó lamentablemente en 2015–, esta comedia política deja en claro que la oratoria, la inteligencia verbal y la capacidad de análisis no están necesariamente ligadas al talento para contar historias de manera audiovisual.

Pongo un ejemplo concreto. El otro día vi a Stewart promocionando IRRESISTIBLE en el programa de Stephen Colbert, quien –como Steve Carell, el protagonista de la película– se hizo famoso como corresponsal de su programa The Daily Show. Allí hacía un análisis brillante de lo que subyace por debajo de las protestas del Black Lives Matter, ligándolas no tanto al racismo de modo «simbólico» sino a una historia de la disparidad económica entre blancos y negros que existe desde la esclavitud y que continuó mediante una larga serie de leyes que dificultaron la posibilidad de los afroamericanos de adquirir propiedades. Era un análisis complejo, estructural, que trataba de ir más allá de los términos usuales de la discusión.

En la película, Stewart intenta hacer lo mismo con el proceso electoral, pero al tener que introducir sus ideas en el terreno de la ficción la cuestión no solo pierde fuerza sino que se vuelve confusa, casi en contra de lo que está queriendo decir. IRRESISTIBLE se trata, en principio, de los intentos del Partido Demócrata de los Estados Unidos, tras perder las elecciones de 2016 contra Donald Trump, de recuperar lo que aquí podríamos llamar el «contacto con las bases». Uno de los motivos por los que Hillary Clinton perdió esas elecciones fue por no haber podido llegar a millones de votantes de clase baja, trabajadora, en estados en los que en otro momento su partido ganaba. En Michigan, Wisconsin o Pennsylvania, entre otros estados, el discurso populista y anti-inmigratorio de Trump triunfó frente a lo que muchos votantes consideraron como «elitismo liberal de Washington» representado por la candidata demócrata. Y el film intenta analizar, a modo de sátira, los intentos de ese partido por recuperar el voto de «la gente común».

Carell encarna a Gary Zimmer, un estratega político de la campaña de Clinton que, después de la derrota, se aboca a recuperar ese terreno perdido. Un día le muestran por YouTube un video viral que lo fascina. Ahí se ve a un militar retirado de un pueblito perdido de Wisconsin, el Coronel Jack Hastings (Chris Cooper), dando un discurso al que podríamos llamar progresista, solidario y humanista frente a una propuesta del gobierno local contra los inmigrantes. «Es nuestro hombre», dice Zimmer y –cual película de Frank Capra– se lanza a convencerlo para que se presente a las elecciones locales y, de a poco, convertirlo en la cara visible de un partido que quiere presentarse a sí mismo como reconciliado con las clases populares.

Pero no es sencillo porque Hastings no es un candidato del todo fácil (es bastante poco comunicativo y llamativamente opaco) y porque, por más popular que quiera mostrarse el partido, es claro que personas como Zimmer y su urbano y tecnologizado equipo de campaña no tienen realmente idea de cómo hacer para conectar con los aparentemente más «simples» habitantes de Deerlaken, Wisconsin. Todos sus intentos para «congraciarse» con los locales están teñidos de condescendencia y un cierto desprecio que tratan de disimular. Sus argumentos políticos pueden parecer muy a favor de «la gente» pero ellos preferirían estar discutiendo internas en un coqueto bar de Washington o recaudando dinero para la campaña con millonarios neoyorquinos mientras analizan cuestiones de política identitaria y de representación de minorías bebiendo algún trago de moda. Los obreros y los trabajadores del campo, bien gracias.

El asunto se complicará más con la aparición de la estratega republicana, Faith Brewster (Rose Byrne), que trata de hacerle la vida imposible a Zimmer y ganarle las elecciones. Allí Stewart deja entrever otro tema: el «acting» para los medios que los lobbistas y estrategas políticos hacen presentándose como enemigos cuando en realidad están mucho más cerca de lo que parecen y en realidad juegan una suerte de competencia de egos entre ellos. Para el final, la trama nos tiene reservada una importante sorpresa que termina por introducir el que quizás sea el gran tema de la película: la influencia del dinero de los grandes «donantes» en las elecciones norteamericanas.

Todos estos temas son interesantísimos para analizar en una sobremesa sobre política norteamericana, especialmente a la luz de las inminentes elecciones en las cuales una de las grandes cartas del Partido Demócrata para recuperar la presidencia consiste en ganar esos estados del «Rust Belt» perdidos en 2016. Pero IRRESISTIBLE es confusa en su mensaje, no solo porque tira varios temas a la vez sino porque nunca construye personajes o una trama que funcione de forma fluida y natural, tornando creíbles todos estos conflictos. Es como si Stewart hubiera armado la trama completando casilleros para transmitir sus ideas y esa suerte de mecánico ajedrez se nota demasiado. La película es agradable de ver –especialmente si a uno le interesan sus temas o le gustan sus intérpretes–, pero termina banalizando los complicados asuntos que quiere analizar.

Si bien el de la sátira política es un subgénero que se ha manejado muy bien a lo largo de la historia del cine norteamericano (COLORES PRIMARIOS, WAG THE DOG, BOB ROBERTS o varias comedias de Preston Sturges son algunos de esos ejemplos) cuando no funcionan muchas veces rozan el ridículo. Esta no llega a tanto, pero nunca convence del todo. Y un problema extra es Carell, un actor que parece haber perdido buena parte del enorme timing cómico que tenía en la época de THE OFFICE. Ultimamente parece una mala copia de sí mismo y se lo nota hasta desconectado o «fuera de forma». Hagan la prueba de ver unos minutos de SPACE FORCE en Netflix y me dicen después si me equivoco.

A tal punto se enreda IRRESISTIBLE que algunos la han considerado, indirectamente, una película pro-Trump. No puedo imaginar jamás a Stewart haciendo eso pero entiendo que en sus demoledoras críticas a la inoperancia de un Partido Demócrata, muchas veces enredado en discusiones bizantinas, más de uno podrá sacar como conclusión que han perdido todo contacto con esas bases y les será muy difícil recuperarlas contra un presidente que es mucho más brutal y efectivo para conectar con ellos, por más que venga de un mundo de privilegios aún mayores. Leyéndola de otro modo –si se quiere, volviendo a Frank Capra– IRRESISTIBLE es una defensa y celebración de esos «hombres y mujeres comunes» que, más allá de banderías políticas, hacen uso de su inteligencia, su capacidad y su fortaleza para sacar provecho de un sistema que, por decirlo brutalmente, los trata como idiotas y solo se acuerda de ellos, con regularidad, exactamente cada cuatro años.