Series: crítica de «El presidente», de Armando Bo Jr. (Amazon Prime)
La miniserie estrenada el viernes 5 de junio se centra en el escándalo llamado FIFA Gate a partir de la historia de Sergio Jadue, dirigente del fútbol chileno involucrado en el caso de corrupción en el fútbol internacional. Andrés Parra, Luis Margani, Paulina Gaitán y Karla Souza protagonizan esta fascinante saga contada en un curioso tono paródico.
Una historia fascinante y un tono arriesgado. Eso es lo primero que salta a la vista –y al oído– al ver EL PRESIDENTE. Lo que se cuenta acá es la saga del llamado FIFA Gate, el escándalo de sobornos y dinero sucio de la Federación Internacional del Fútbol Asociado, en lo que involucró específicamente a la CONMEBOL sudamericana. Bolsos de dinero, arreglos, coimas, curiosas inmunidades diplomáticas en Paraguay, agentes y espías del FBI, una serie de personajes entre peculiares y siniestros, lo que cuenta la serie que exhibe Amazon Prime Video, cuyo showrunner es Armando Bo Jr. (ANIMAL, EL ULTIMO ELVIS y ganador del Oscar por el guión de BIRDMAN), es el mundo que rodea al fútbol y en el que el juego en sí tiene poco que ver de manera directa. Acá las pelotas no se manchan sino que se llenan de dólares. Lo que se mancha es lo que la rodea.
Cualquiera que siga el fútbol internacional sabe que los dirigentes y las asociaciones (tanto las nacionales como las continentales y/o mundiales) pueden ofrecer material dramático para cientos de historias. Y es cierto que el FIFA Gate engloba a muchas de ellas: derechos de transmisiones televisivas, organizaciones de amistosos, copas y mundiales, pasajes aéreos, hotelería, reventa de entradas, barras bravas y los demás etcéteras –la mayoría de ellos bastante turbios– que rodean al fútbol tanto local, del país que sea, como internacional. EL PRESIDENTE no se mete con los jugadores, pero es obvio que ahí hay también mucho material para otras series y películas.
Bo y su equipo de guionistas (se trata de una producción internacional con fuerte presencia chilena desde la productora Fábula de los hermanos Larraín) optaron por elegir como protagonista a Sergio Jadue, una decisión inteligente que intenta encontrar un arco dramático posible para esta historia de vejetes corruptos y decadentes que ya venían circulando por décadas. Jadue (el muy buen actor colombiano Andrés Parra, con un acento chileno envidiable) surge como presidente de un equipo chico de pueblo que asciende a primera (La Calera) y, por esos tejes y manejes de este tipo de agrupaciones, termina quedando como presidente de la Asociación del Fútbol Chileno. La idea es que sea un pelele, un presidente yogurt a ser usado por los dueños de los clubes poderosos. Pero la caída de su jefe y una cierta habilidad para estar en el lugar justo en el momento preciso lo convierten en un presidente con poder, voz y voto en la CONMEBOL.
No solo eso. El patriarca del boliche, Julio Grondona (Raúl «Rulo» Margani, un calco del capo del fútbol argentino y sudamericano) lo convierte en su heredero y se dedica a enseñarle sus máximas para manejar el fútbol, algo que la serie transforma muchas veces en una voz en off –o parlamentos a cámara, hablándole al espectador– un tanto didáctica de parte suya. Es así como el pícaro pero un tanto inocente Jadue va creciendo en poder en una CONMEBOL que entra en conflicto cuando un joven empresario de las transmisiones televisivas desafía el poder de los viejos amigos del jefe. Y rápidamente ponen sus ojos en él los del FBI, que hace tiempo están investigando lo que allí sucede. Lo quieren como testigo, como topo. Y Jadue no tendrá muchas chances de negarse.
La historia se dividirá, de manera un tanto complicada, en dos tiempos que se denominan, simplemente, Pasado y Presente. Con un cambio de formato y de corrección de color, EL PRESIDENTE divide, digamos, lo que sucede antes y después de la muerte de Grondona, hecho que da inicio a la serie (los cambios temporales son más complejos que eso, pero habría que trazar un diagrama para explicarlos). Tomando en cuenta que los negociados –y la investigación del FBI que los rodea y que se acerca cada vez más– son similares, por momentos el esquema se vuelve un tanto confuso y no queda del todo claro por qué no se hizo un solo flashback directo desde el velorio en lugar de esta estructura. De todos modos la sensación de descontrol creciente de ese mundo no cambia.
La historia que cuenta EL PRESIDENTE es riquísima en posibilidades y ángulos para encararla. Engloba muchísimas cosas a la vez y, si bien evita la violencia del mundo narco, muestra a una América Latina en plan continente bananero que, en este caso, se trata de una observación más que pertinente, aunque la serie parece aclarar que, de no ser por la intención de Estados Unidos en participar de la torta económica, esto podía haber seguido igual. Es una historia de corruptos y criminales de guante más o menos blanco, pero Bo y su equipo buscan que el espectador sienta alguna empatía por Jadue, casi un personaje de los hermanos Coen en esta mezcla rara de viveza y torpeza, y por Grondona, que funciona a la manera de un Vito Corleone del fulbo: una suerte de mafioso old school, todavía apegado a ciertas tradiciones y códigos que parecen ya haber desaparecido.
Otros dos personajes fuertes de la serie son Nené (Paulina Gaitán) y Lisa Harris AKA «Rosario» (Karla Souza). La primera encarna a la mujer de Jadue, un personaje que juega muy cerca del cliché de la «esposa ambiciosa» mientras que la segunda –un personaje de ficción– es la agente del FBI que engancha al dirigente chileno en su operativo de desmantelamiento e inicia una complicada relación con él. Y habrá lugar para muchos otros dirigentes y hasta algunas caras reconocibles (técnicos, jugadores) que tienen un rol secundario en lo que aquí se cuenta.
EL PRESIDENTE tiene los problemas típicos de estas producciones multinacionales –una ensalada de acentos no siempre acertados, niveles y estilos actorales muy dispares, algunos diálogos excesivamente expositivos–, pero la historia y el «viaje» de Jadue son lo suficientemente ricos como para seguir adelante viéndola más allá de sus dificultades. Y la realización es efectiva y vertiginosa (más allá de algunos pocos felices intentos meta-narrativos), logrando que muchas veces pasemos por alto esos problemas. Es un tono difícil el de la parodia que se intenta aquí, ya que busca la ironía y la credibilidad a la vez, el absurdo mezclado con el hecho de estar contando una historia (más o menos) real. Es una melodía que necesita una precisión en la ejecución casi quirúrgica y eso aquí funciona de a ratos ya que, por momentos, parecen haber varios instrumentos desafinados y diálogos enunciados como si estuviesen escritos en mayúsculas.
El de los actores que saben que están actuando en una comedia es un problema habitual del género –especialmente en América Latina–, ya que las cosas suelen funcionar mejor cuando el humor surge de personajes que no parecen ser conscientes del absurdo que los rodea. Las escenas de Souza, con o sin Parra, son un ejemplo de que eso se puede hacer muy bien (la actriz mexicana maneja muy bien ese tono), mientras que las reuniones de dirigentes de la CONMEBOL son más bien lo opuesto, al borde del grotesco. Si bien entiendo que lo que se buscó aquí es contar una complicada y enredada historia de manejos de valijas repletas de dinero de una manera accesible y entretenida, tengo la impresión que una búsqueda más realista –más parecida a una saga mafiosa, no exenta de humor pero no tan ostensiblemente buscado– podía haber redondeado en mejores resultados. Así como está EL PRESIDENTE es, no hay dudas de eso, una serie entretenida y hasta adictiva, pero que podría haber sido mucho más que eso.