Estrenos online: crítica de «Era uma vez Brásilia», de Adirley Queirós (Mubi)
La película del director de «Branco sai, preto fica» opta por un tono de ciencia ficción apocalíptico para contar lo que le sucede a un viajero intergaláctico que llega por error a Brasil en medio del caos de los últimos años.
Continuando un estilo patentado en BRANCO SAI, PRETO FICA que podría definirse como una particular y personal combinación entre documental y ciencia ficción, el realizador brasileño narra lo que sucede cuando un agente intergaláctico es enviado a la Tierra con la misión de asesinar al presidente brasileño Juscelino Kubitschek, en 1959, el día de la inauguración de Brasilia como capital de ese país. Pero su nave se pierde en el tiempo y llega a esa ciudad en el año 2016, justo cuando en el Congreso se está votando el impeachment a Dilma Rousseff. Una vez allí, nuestro agente se unirá a otros descastados para intentar una forma bastante peculiar de revolución social.
Esto, que así leído suena como una película de ciencia-ficción/acción más o menos tradicional, no tiene mucho que ver con el producto final. El viajero espacial se mueve en la más berreta nave imaginable, hecha con chapas o algo similar y hasta se hace un asadito adentro de ella. En Ceilandia –los densos suburbios de Brasilia, de donde es originario el realizador– la pintura es de una oscuridad desesperante. Y los otros personajes (un hombre y una mujer que de alguna manera representan al pueblo insurrecto con el que el viajante espacial se conecta) sirven para darse una idea, fuertemente expresada desde lo visual, de la crisis política brasileña de ese momento.
La película no es tan redonda como BRANCO SAI, PRETO FICA (por momentos se vuelve un tanto reiterativa), pero es igualmente potente y original como reflexión política y social acerca del Brasil de ese momento crítico. Los discursos de los congresistas brasileños hablando de industria y progreso combinados con las imágenes de una Ceilandia que parece abandonada a una suerte casi post-apocalíptica –como un escenario de FUGA DE NUEVA YORK— generan sensaciones inquietantes y dejan en claro las distintas realidades en las que se mueven los políticos y las clases más humildes, aunque vivan apenas a unos pocos kilómetros de distancia.
Al hacer esta película, seguramente Queirós no podía imaginar que algo similar a una distopía futurista iba a desembarcar doblemente en su país. Por un lado, con la llegada de Jair Bolsonaro al poder. Y, por el otro, por la pandemia que está azotando de manera particularmente cruel y fuerte a Brasil, especialmente por las nulas medidas tomadas por el presidente. En ese sentido, ERASE UNA VEZ BRASILIA puede parecer una película oscura y desesperante, pero lo más inquietante de todo es que la realidad terminó siendo mucho peor.