Estrenos online: crítica de «Peterloo», de Mike Leigh (Amazon Prime)
La película del realizador de «Secretos y mentiras», que compitió en Venecia 2018, se estrenó en la plataforma de streaming. Es un relato épico e íntimo a la vez sobre cruentos enfrentamientos políticos que tuvieron lugar en la Inglaterra de principios del siglo XIX.
Las pocas películas de Mike Leigh que no lidian con el presente tratan de mantener, pese a las diferencias estéticas y, obviamente, de arte y vestuario, la manera de narrar y acercarse a los personajes del realizador de SECRETOS Y MENTIRAS. En PETERLOO, acaso la película más alejada a todo lo que entendemos por «cine de Mike Leigh» con su peso histórico y político, con reyes, ejércitos, parlamentos y batallas, la idea se sigue sosteniendo. Siguen siendo películas, en el fondo, íntimas, más preocupadas por las experiencias personales de los que atraviesan esos hechos que en otra cosa.
En PETERLOO también se sostienen otras características –a mí gusto, bastante menos felices– de su cine. Su tendencia a la caricaturización, a la sobreactuación de sus intérpretes, a crear oposiciones a veces demasiado estereotipadas. En una película como ésta, sin embargo, todo parece funcionar al revés: la caricaturización molesta menos que la imposibilidad de poder realmente ir a fondo con las vivencias de los personajes. Leigh se enfrenta a un tema histórico fuerte y debatido por siglos tratando de ser fiel a su cine, pero intentando a la vez capturar los hechos a partir de su peso político. Y los resultados son ambiciosos aunque no siempre exitosos.
La película no tiene un personaje principal sino tantos como distintos puntos de vista y posiciones políticas hay respecto al hecho que se narra. Y el hecho en cuestión es muy preciso. A principios del siglo XIX, luego de la batalla de Waterloo, se vive un espíritu entre reformista y revolucionario en Inglaterra, en medio de los cambios que va produciendo la Revolución Industrial. Y la película se centra en las campañas por la democratización del sistema político en el norte del país (en Manchester, pero también en el resto de los condados de la zona), un movimiento popular por el derecho al voto y a una más justa representación parlamentaria que no es visto con buenos ojos por los poderosos (rey, príncipe, primer ministro, militares) de la época.
La película de Leigh irá yendo y viniendo entre los dos grupos, haciendo eje principalmente en la gente de la zona del norte, trabajadores de pocos ingresos, explotados económicamente y constantemente enviados a la cárcel por delitos menores. Allí han empezado a reunirse grupos reformistas y más y más personas concurren a asambleas para organizarse y llevar sus propuestas de mayor participación económica y política en la sociedad a los más poderosos.
Por otro lado, el Primer Ministro envía a un alto jefe militar a la zona a ver qué está sucediendo, además de meter un par de espías en los encuentros políticos. A lo largo de la primera mitad del relato iremos viendo cómo van creciendo las tensiones pero más que nada a través de los discursos. Tras un comienzo apasionante que promete un tono más épico, PETERLOO tiene un segundo acto excesivamente largo y repetitivo en el que escuchamos, una y otra vez, las demandas de los distintos grupos de reformistas de diferentes sectores económicos. Los discursos y reclamos son sólidos y efectivos, pero se reiteran, con mínimas diferencias, una decena de veces, llevando a la película a una innecesaria extensión de 154 minutos.
El núcleo del relato gira cuando se organiza un gran acto en Manchester que tendrá como orador central a Henry Hunt, un hombre que no es de la zona ni de las clases bajas (sino un londinense acomodado), pero que es un político célebre con propuestas progresistas al que todo el mundo espera. También, claro, los empresarios, políticos, militares y terratenientes del lugar, que no están demasiado contentos con su visita y piensan qué es lo que pueden hacer para impedirla, lo que concluirá en el fatídico choque que la prensa llamó «Peterloo».
Leigh cuenta estos hechos de una forma panorámica pero, a la vez, íntima. Más allá de algunos impactantes planos generales de la campiña o de las escenas caóticas que abren y cierran la película, PETERLOO es un drama de interiores bellamente fotografiado por Dick Pope, con un estilo que recuerda el de su excelente trabajo para Leigh en MR. TURNER. Leigh quiere que seamos testigos de esas duras condiciones de vida, de los traumas de las batallas, de la pobreza pero también de la integridad de los trabajadores que reclaman por sus derechos.
En algún momento, parecerá que estamos viendo más una película de Ken Loach que una de Leigh, ya que el cine del realizador de NAKED nunca tuvo una aproximación tan directa a grandes hechos políticos nacionales o internacionales. Ambos son buenos narradores y logran atrapar al espectador en sus relatos de esas luchas políticas, pero a Leigh se lo nota un poco más torpe en este terreno, con algunos momentos –especialmente sobre el final– que ni siquiera Loach, que no se caracteriza por su sutileza, podría haber filmado.
Para Leigh –imagino que Loach estaría de acuerdo– PETERLOO no tiene sentido solo como recordatorio de un hecho histórico clave sino que le interesa para conectar hechos que sucedieron hace 200 años en Inglaterra con otros que están sucediendo en los últimos años, con gobiernos igualmente conservadores que están muy lejos de atender las necesidades sociales y económicas de los trabajadores del país. Todo esto, claro, previo a la pandemia y sus derivaciones, que no hizo más que empeorar las cosas.
PETERLOO es una película que, pese a sus simplificaciones caricaturescas y su retórica por momentos repetitiva, funciona la mayor parte del tiempo como un potente llamado a la acción frente a las injusticias sociales que se han cometido, se cometen y se seguirán cometiendo tanto en Inglaterra como en el resto del mundo. No es sutil, pero es poderosa, especialmente en estos tiempos.