Series: crítica de «Ruido Capital», de Mauricio Leiva-Cock (Movistar Play)

Series: crítica de «Ruido Capital», de Mauricio Leiva-Cock (Movistar Play)

Esta serie de origen colombiano, dirigida por la argentina Ana Katz y el uruguayo Pablo Stoll, se centra en un grupo de adolescentes que, en la complicada Bogotá de los años ’90, intentan armar una banda de rock. Gratis, en Movistar Play.

Los cruces de nacionalidades latinoamericanas que se han visto este año en diversas series de plataformas de streaming no siempre han resultado del todo efectivos. Quizás no tenga que ver estrictamente con ese hecho y sea pura casualidad, pero series como EL PRESIDENTE o LA JAURIA resultaron productos no del todo convincentes, mientras que ZERO ZERO ZERO, por el contrario, funciona muy bien más allá de su cruce raro de nacionalidades entre directores, guionistas y elencos. ¿Habrá una fórmula para hacer estas «operaciones» sin perder identidad en el intento?

El buen funcionamiento de RUIDO CAPITAL puede servir para pensar esos esquemas. La breve serie de seis episodios de 25 minutos que estrenó hace unos meses Movistar Play es, en un sentido, una obra completamente colombiana. Creada por Mauricio Leiva-Cock (de la serie FRONTERA VERDE, de Netflix), se trata de una comedia dramática adolescente centrada en las vidas de un grupo de niños y adolescentes que, durante 1993, forman un grupo de rock en una escuela de Bogotá. El dato quizás curioso (e internacional) tiene que ver con que los directores de los episodios son el uruguayo Pablo Stoll (WHISKY) y la argentina Ana Katz (SUEÑO FLORIANOPOLIS).

Pero la inteligencia de la mezcla está dada no por la nacionalidad sino por el tema y el tono que propone RUIDO CAPITAL. Es que la serie tiene mucho que ver con los universos de sus directores y está claro que fueron elegidos por sus respectivos manejos de ese tipo de historias y personajes: comedias juveniles, dramas de familias y adolescentes e historias en las que la música tiene un rol importante son formas que uno u otro director ha demostrado manejar con solvencia y, a la vez, originalidad. Y lo que pueden «perder» por no conocer de primera mano las experiencias de vivir en la conflictiva Bogotá a mediados de los ’90 lo manejan –generacionalmente– por haber vivido esas mismas épocas en ciudades como Buenos Aires y Montevideo.

Es que, más allá de las diferencias específicas y, si se quiere, políticas, crecer en los ’90 en una ciudad grande de América Latina es una experiencia con muchas cosas en común. RUIDO CAPITAL se centra en dos personajes. Por un lado tenemos a Simón (Jerónimo Aguilar), un chico «problemático» de unos 13 años que es sacado de una escuela religiosa y llevado a otra, muy distinta y más progre en la que debe hacer nuevos amigos. La historia familiar de Simón es complicada y, lo iremos viendo, está ligada a la situación política del país.

En la nueva escuela irá haciéndose amigo de un grupito de chicos (Gabo, Porras y Bea) que tienen una banda de rock que no se caracteriza por sonar demasiado bien. Tienen buen gusto pero muy poca habilidad –o ninguna–con sus instrumentos. Entre ellos está Valentina (Oriana Casas), una chica también con sus problemas familiares y personalidad «conflictiva». Y pronto Simón quedará enganchado con la chica, quien al principio no parece prestarle demasiada atención. Pero no estamos, de todos modos, solo ante una historia de amor, sino ante una que privilegia como tema la amistad de este grupo de simpáticos misfits, un poco a la manera del FREAKS AND GEEKS estadounidense.

Los episodios fueron dirigidos alternativamente por uno u otro de los directores (los últimos dos, codirigidos por Leiva-Cock) y los títulos de cada uno están ligados a los constantes cambios de nombres del grupo de rock que forman junto a sus otros amigos, ya que ninguno los convence. Es un clásico relato de coming of age en el que los dos personajes principales no solo descubren las cosas que tienen en común y superan la incomodidad propia sino que van tomando conciencia del complicado mundo en el que viven, y en el que se cruzan asuntos familiares difíciles y una situación política tensa y violenta que los rodea.

Esa idea de pérdida de la inocencia está enmarcada tanto por hechos íntimos como públicos que se mezclan todo el tiempo, por más que los chicos no logren darse cuenta de entrada. Para ellos lo importante parece estar en mejorar esa banda –y encontrarle un nombre y un estilo propio–, escribir un ensayo sobre «Pedro Páramo«, de Juan Rulfo (su profesor de Literatura es el también realizador español Paco León); lidiar con sus asuntos familiares, poder navegar las complicaciones de la amistad y los egos y, finalmente, hacerse cargo de lo que sucede entre ellos dos. Todo en un marco de situaciones de violencia política –la muerte de Pablo Escobar, bombas y otros crímenes– que pinta a las claras lo que se vivía entonces ahí.

La canción principal de la serie se llama «Los 90» y es de Aterciopelados, banda icónica surgida en esos años (hay un cameo de su cantante, Andrea Echeverri), se escuchan temas de Los Fabulosos Cadillacs, Mano Negra, Maldita Vecindad y otras bandas locales que sonaban en la época, además de un excelente momento musicalizado por «Stay Free«, de The Clash, canción cuya letra funciona a la perfección con las historias y recuerdos adolescentes que convoca la serie. De hecho, la directora de fotografía es la argentina Soledad «Yarará» Rodríguez, que hizo la misma tarea en LAS BUENAS INTENCIONES, película argentina que comparte varias cosas con esta serie «noventosa».

Para los más nostálgicos, la serie también es un viaje en el tiempo a una época de costumbres y tecnologías (algunos programas de TV, los viejos casetes grabados, ciertas revistas y hasta juegos de mesa) que hoy fueron olvidadas, salvo para los que atravesamos esas épocas. Sin ambiciones desmedidas desde lo formal (en una simpática decisión, la serie por momentos está editada como un programa de TV juvenil de la época), pero muy humana y querible desde la construcción de personajes y situaciones, RUIDO CAPITAL es un buen camino para pensar este tipo de producciones latinoamericanas, apoyadas en la veracidad y autenticidad de sus personajes y su universo. Pequeña y querible, es una serie ideal para los nostálgicos de los ’90 y los adolescentes de hoy que, si bien pueden desconocer los detalles específicos de la época, comprenderán muy bien las sensaciones.