Estrenos online: crítica de «El proceso», de María Augusta Ramos (Mubi)
Este impactante documental brasileño cuenta en detalle el proceso de «impeachment», en 2016, a la entonces presidenta de Brasil, Dilma Roussef.
EL PROCESO, de María Augusta Ramos, apuesta a introducir al espectador, como si fuera en vivo, en los debates públicos y las estrategias privadas que rodearon los meses del impeachment a la ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en el ahora aparentemente lejano 2016. Otra tensa situación en la que, por la inmediatez con la que fueron capturados los eventos, la mirada sobre los hechos no está disimulada. Ramos graba con la colaboración de la gente del PT y tiene un acceso a ellos mucho más grande que a quienes se enfrentaban entonces a Dilma.
En medio de la bella aunque desangelada Brasilia, dentro y fuera de esa impactante serie de edificios de Niemeyer, se desarrollan una serie de hechos, negociaciones y discursos furiosos que poco tienen que ver con esa aparentemente plácida ciudad de autopistas y de coches oficiales que la surcan. Esos dos mundos, de todos modos, se irán uniendo cuando la tensión política interior se traslade hacia las calles y la gente intente ser parte decisiva de los resultados a través de la potencial presión ejercida desde esas manifestaciones.
Los testimonios del film brasileño son en algunos casos capturados “en vivo”, transmitidos por televisión. Y tanto ahí como en las escenas que transcurren en pasillos y oficinas —a las que la cámara de Ramos tiene, en algunos casos, un acceso privilegiado— aparecen también personajes centrales por su personalidad, potencia y capacidad de oratoria. Por un lado, la opositora a Rousseff, Janaina Paschoal, que denuncia irregularidades de ejecución presupuestaria y corrupción generalizada en el gobierno de Dilma. Y, por otro, el equipo de defensa de la ex presidente que minimiza y responde a las acusaciones advirtiendo que se trata de una serie de excusas para lo que en realidad es un intento de golpe de estado. Pasando, claro, por los testimonios de la propia Dilma o los de su antecesor en el cargo (y también participante de otro controvertido juicio posterior), Lula da Silva, además de famosos artistas de ese país, entre otros.
Ramos utiliza un estilo cercano al de su colega Frederick Wiseman, poniendo su cámara la mayoría de las veces como “una mosca en la pared”, grabándolo todo como si nadie notara su presencia, algo que es inimaginable en los encuentros a puertas cerradas. Pero tanto en la calle y, en especial, en las sesiones públicas, las cámaras son centrales, y no solamente las del documental sino las que están transmitiendo en vivo los hechos. Son finalmente ellas las destinatarias de esos apasionados discursos pro y contra Dilma. Y a partir de lo que ellas decidieron encuadrar, mostrar y dejar afuera, fue cómo se decidió contar esta historia. Lo que Ramos intenta, con su propio recorte, es armar una versión paralela y contradictoria a la oficial, aún partiendo muchas veces de los mismos materiales.
El documental lleva al espectador a hacer otras lecturas de episodios políticos clave que fueron contados de una determinada manera en su momento y que pueden pensarse de otra. Con el tiempo histórico y estilos distintos a la hora de encarar el material como diferencias fundamentales, EL PROCESO muestra la otra cara de los muchas veces perversos comportamientos de los responsables de las grandes decisiones políticas de América latina. El tiempo transcurrido desde entonces a ahora parece haberle dado la razón.