Estrenos online: crítica de «Corsario», de Raúl Perrone (Cine.ar)

Estrenos online: crítica de «Corsario», de Raúl Perrone (Cine.ar)

Esta película de 2018 del realizador de «Las pibas» toma como figura inspiradora a Pier Paolo Pasolini, con un actor muy parecido al realizador italiano recorriendo las calles de Ituzaingó, filmando a jóvenes y capturando imágenes de la ciudad.

La extensa filmografía de Raúl Perrone suele estar organizada en trilogías: temáticas, estéticas, referenciales. Muchos las consideramos «etapas» exploratorias en la carrera del realizador. Se podría decir que, a lo largo de sus treinta años de cine, muchas de sus películas (y muchas veces de a tres) estuvieron relacionadas a cineastas tales como Jim Jarmusch, Richard Linklater, Abbas Kiarostami, Pedro Costa. O a líneas estéticas y formales específicas como las ligadas, en esta última etapa, al cine experimental o al mudo. Pier Paolo Pasolini fue otro de los cineastas sobre los que Perrone construyó su particular riff vía Ituzaingó. Su personal relectura de modos, tropos y formas del realizador de ACCATTONE. Lo hizo más lateralmente en RAGAZZI, un poco más directamente en ITUZAINGO V3RIT4 y aquí ya sí, plenamente, con un actor idéntico al escritor y realizador italiano como protagonista, aunque jamás se lo nombra como tal.

CORSARIO se inicia con una escena de las más clásicas dentro de la reciente filmografía de Perrone, en la que vemos al «Pasolini» de la ficción junto a quien parece ser su asistente o director de casting (interpretado por el también poeta, escritor y crítico de cine Alejandro Ricagno) hacer una suerte de selección de elenco para una película. Cada uno de los chicxs que pasan se presentan –en general, jugando con la idea del nombre y el género–, leen un texto (de Dylan Thomas) y posan, caminan y sonríen a cámara. Estamos en un universo tan Perrone como Pasolini, ya que ese tipo de actores naturales, de barrio, donde caras, cuerpos y voces producen sentido de una forma muy distinta a la de los actores profesionales, son los que ambos han preferido a lo largo de sus carreras.

La película luego gira a un sistema un poco más cercano al de Perrone de mediados de la última década: retratos sin sonido ambiente en los que la lectura de textos en off (en este caso leen, en italiano, escritos de Paul Verlaine) es acompañada por música extradiegética (clásica, esta vez) y en la que el «Pasolini de Ituzaingo» comparte momentos, observa y sobre todo filma a jóvenes y adolescentes de la zona. La particularidad extra de estas escenas es que están filmadas con una cámara digital estenopeica (sin lente y sin foco), lo que le da a la película una imagen misteriosa y difusa, por momentos casi de cuadro pintado en movimiento. Y a eso se le suma, a modo de flashes, algunas inquietantes imágenes en color.

Esa característica del film –que con el correr de los minutos se va deformando hasta llegar a algunas escenas más directamente experimentales y con el sonido deformado hacia el final– le da una característica que el propio Perrone definió como de «poema cinematográfico». Dicho de otro modo, lo que propone CORSARIO es, más que un homenaje a Pasolini, un acercamiento poético a sus formas y temas, un recorrido audiovisual que incluye a la propia obra de Perrone, ya que hay zonas de interés visual de ambos que son bastante similares. Y esa yuxtaposición de directores y de personajes funciona aquí a la perfección: más que un homenaje a Pasolini, la película es un recorrido por el conurbano bonaerense en la que los directores se funden en una cadena de miradas. Perrone mira a Pasolini mirar a los pibes de Ituzaingó. Y nosotros miramos todo el proceso cobrar vida delante de nuestros ojos.